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Al darse cuenta de mi sorpresa, explicó:

– Fui educada como budista. Los monjes me enseñaron que el camino espiritual es una renuncia constante: tenemos que superar nuestra envidia, nuestro odio, nuestras angustias de fé, nuestros deseos.

"Conseguí liberarme de todo esto, hasta que un día mi corazón se quedó vacío:

los pecados se habían ido, y mi naturaleza humana también."

"Al principio me sentí feliz, pero luego me dí cuenta que ya no compartía las alegrías y las pasiones de las otras personas. Fue entonces que dejé la religión:

hoy tengo mis conflictos, mis momentos de rabia y desesperación, pero sé que estoy de nuevo cerca de los hombres -y en consecuencia cerca de Dios".

CUIDADO CON LOS RECUERDOS

Llego a Madrid a las ocho de la mañana. Me voy a quedar apenas algunas horas, no tiene sentido telefonear a los amigos, arreglar algún encuentro. Resuelvo caminar solo por lugares que me gustan, y termino fumando un cigarrillo en un banco del parque Retiro.

– Usted parece que no está aquí -me dijo un anciano, sentándose a mi lado.

– Estoy aquí -respondo. -Sólo que doce años atrás, en 1986. Sentado en este mismo banco con un amigo pintor, Anastasio Ranchal. Los dos estamos mirando a mi mujer, Christina, que bebió más de la cuenta y hace como que baila flamenco.

– Aproveche -dijo el anciano. -Pero no se olvide que el recuerdo es como la saclass="underline" en la cantidad adecuada le da sabor a la comida, pero si se exagera, estropea el alimento. Quien vive demasiado en el pasado, gasta su presente en recordar.