– Usted está mejor, no se preocupe -dijo ella. -La verdad, cuando encendemos la luz interior, la primera cosa que vemos son las telas de araña y el polvo, nuestros puntos flacos. Ya estaban allí, sólo que usted no los veía, porque estaba en la oscuridad. Ahora le va a ser más fácil limpiar su alma.
ENSEÑANDO AL CABALLO A VOLAR
Un anciano rey de la India condenó un hombre a la horca. No bien terminó el juicio, el condenado pidió:
– Su Majestad es un hombre sabio, y le gusta saber todo aquello que sus súbditos saben hacer. Respeta a los gurús, a los sabios, a los encantadores de serpientes, a los faquires. Pues bien: cuando era yo un niño, mi abuelo me transmitió la técnica para hacer que un caballo blanco vuele. No existe nadie más en este reino que sepa hacerlo, de modo que mi vida ha de ser preservada.
Inmediatamente, el rey hizo traer un caballo blanco.
– Necesito quedarme dos años con este animal -dijo el condenado.
– Tendrás tus dos años -repondió el rey, que a esta altura desconfiaba un poco. -Pero si el caballo no aprende a volar, serás ahorcado.
El hombre se fué de allí con el caballo, feliz de la vida. Al llegar a su casa, encontró a toda la familia llorando.
– ¿Pero es que estás loco? -gritaban todos. -¿Desde cuándo alguien en esta casa sabe cómo hacer que un caballo vuele?