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– No se preocupen, porque la preocupación nunca ayudó a nadie a resolver sus problemas -respondió él. -Y yo no tengo nada que perder, ¿o es que no lo entienden? Primero, nunca nadie trató de enseñarle a volar a un caballo, y puede ser que aprenda. Segundo, el rey está muy viejo, y puede morir en estos dos años. Tercero, el animal también puede morir, y yo tendría dos años más para entrenar a un nuevo caballo. Eso sin contar la posibilidad de que haya revoluciones, golpes de estado, amnistías generales.

Finalmente, si todo siguiera como hasta ahora, habré ganado dos años de vida, en los que podré hacer todo lo que se me dé la gana: ¿les parece poco?

AHUYENTANDO LOS FANTASMAS

Durante años, Hitoshi trató -inútilmente-de despertar el amor de aquella que creía la mujer de su vida. Pero el destino es irónico: el mismo día que ella finalmente lo aceptó como futuro esposo, también descubrió que padecía una dolencia incurable y que no viviría mucho tiempo.

Seis meses después, ya cerca de la muerte, ella le pidió:

– Quiero que me prometas una cosa: nunca te enamorarás de nuevo. Si lo haces, volveré todas las noches para espantarte.

Y cerró los ojos para siempre. Durante muchos meses, Hitoshi evitó acercarse a otras mujeres, pero el destino siguió siendo irónico, y le descubrió un nuevo amor. Cuando se preparaba para casarse, el fantasma de su ex-amada cumplió su promesa, y se le apareció: