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"En general, entonces, el trabajo de Genaro ha sido guiarte al nagual. Pero aquí tenemos una pregunta extraña. ¿Qué cosa era guiada hacia el nagual?"

Con un movimiento de los ojos, me instó a responder.

– ¿Mi razón? -pregunté.

– No, la razón no tiene ningún sentido aquí -repuso-. La razón se raja apenas sale de sus límites estrechos y seguros.

– Entonces era mi tonal -dije.

– No, el tonal y el nagual son las dos partes natas de nosotros mismos -replicó con sequedad-. No pueden llevarse el uno al otro.

– ¿Mi percepción? -pregunté.

– Exacto -gritó como si yo fuera un niño dando la respuesta correcta-. Ahora llegamos a la explicación de los brujos. Ya te advertí que no explicaría nada, y sin embargo…

Hizo una pausa y me miró con ojos brillantes.

– Ésta es otra de las tretas de los brujos -dijo.

– ¿A qué se refiere usted? ¿Cuál es la treta? -pregunté con un matiz de alarma.

– La explicación de los brujos, por supuesto -repuso-. Ya lo verás por ti mismo. Pero sigamos adelante. Los brujos dicen que estamos dentro de una burbuja. En una burbuja en la que somos colocados en el instante de nuestro nacimiento. Al principio está abierta, pero luego empieza a cerrarse hasta que nos ha sellado en su interior. Esa burbuja es nuestra percepción. Vivimos dentro de esa burbuja toda la vida. Y lo que presenciamos en sus paredes redondas es nuestro propio reflejo.

Bajó la cabeza y me miró de, reojo. Soltó una risita.

– No te me duermas -dijo-. Aquí es donde debes hacer una observación.

Reí. De algún modo, sus advertencias acerca de la explicación de los brujos, aunadas a la revelación de su impresionante gama de conciencia, se hacían sentir finalmente en mí.

– ¿Cuál es la observación que yo debía hacer? -pregunté.

– Si lo que presenciamos en las paredes es nuestro propio reflejo, entonces lo que se está reflejando debe ser la cosa real -dijo, sonriendo.

– Buena observación -dije en tono de chanza.

Mi razón podía seguir con facilidad ese argumento.

– La cosa reflejada es nuestra visión del mundo -dijo-. Esa visión es primero una descripción, que se nos da desde el instante en que nacernos hasta que toda nuestra atención queda atrapada en ella y la descripción se convierte en visión.

"La tarea del maestro consiste en reacomodar la visión, a fin de preparar al ser luminoso para el momento en que el benefactor abre la burbuja desde afuera."

Hizo otra pausa deliberada y luego una nueva observación acerca de mi falta de atención, juzgada por mi incapacidad de hacer un comentario o una pregunta adecuados.

– ¿Cuál debería haber sido mi pregunta? -inquirí.

– ¿Por qué se tiene que abrir la burbuja? -repuso.

– Buena pregunta -dije, y él rió con fuerza y me palmeó la espalda.

– ¡Por supuesto! -exclamó-. Tiene que ser una buena pregunta para ti; es una de las tuyas.

"La burbuja se abre para permitir al ser luminoso una visión de su totalidad -prosiguió-. Naturalmente, esto de llamarla burbuja es sólo una manera de hablar, pero en este caso la manera es exacta.

"La delicada maniobra de llevar a un ser luminoso a la totalidad de sí mismo requiere que el maestro trabaje desde adentro de la burbuja y el benefactor desde afuera. El maestro reorganiza la visión del mundo, yo le he llamado a esa visión la isla del tonal. He dicho que todo lo que somos se encuentra en esa isla. La explicación de los brujos dice que la isla del tonal está hecha por nuestra percepción, que ha sido entrenada a enfocarse en ciertos elementos; cada uno de esos elementos y todos juntos forman nuestra visión del mundo. El trabajo del maestro, en lo referente a la percepción del aprendiz, consiste en reordenar todos los elementos de la isla en una mitad de la burbuja. Para ahora ya te habrás dado cuenta de que limpiar y reordenar la isla del tonal significa reagrupar todos sus elementos en el lado de la razón. Mi tarea ha sido desarreglar tu visión ordinaria, no para destruirla sino para forzarla a ponerse en el lado de la razón. Y tú has hecho esto mejor que cualquiera que yo conozco."

Trazó en la roca un círculo imaginario y lo dividió en dos a lo largo de un diámetro vertical. Dijo que el arte del maestro era forzar al discípulo a agrupar su visión del mundo en la mitad derecha de la burbuja.

– ¿Por qué la mitad derecha? -pregunté.

– Ése es el lado del tonal -dijo-. El maestro siempre se dirige a ese lado, y al presentar a su aprendiz, por una parte, el camino del guerrero, lo obliga al raciocinio, a la sobriedad, a la fuerza de carácter y de cuerpo; y al presentarle, por otra parte, situaciones inimaginables pero reales, que el aprendiz no puede abarcar, lo obliga a reconocer que su razón, por más maravillosa que sea, sólo puede cubrir una zona pequeña Una vez enfrentado con su incapacidad de razonarlo todo, el guerrero hará hasta lo imposible por reforzar y defender su razón derrotada, y para lograr tal efecto reunirá en torno a ella todo cuanto tiene. El maestro se ocupa de ello, martillándolo sin piedad hasta que toda su visión del mundo está en una mitad de la burbuja. La otra mitad, la que ha quedado limpia, puede entonces ser reclamada por algo que los brujos llaman la voluntad.

"Esto podemos explicarlo mejor diciendo que la tarea del maestro es limpiar una mitad de la burbuja y reordenar todo lo que hay en la otra mitad. Entonces, la tarea del benefactor es abrir la burbuja en el lado despejado. Una vez roto el sello, el guerrero nunca vuelve a ser el mismo. Tiene ya el dominio de su totalidad. La mitad de la burbuja es el centro máximo de la razón, el tonal. La otra mitad es el centro máximo de la voluntad, el nagual. Ése es el orden que debe prevalecer; cualquier otro acomodo es absurdo y maligno, porque va en contra de nuestra naturaleza; nos roba nuestra herencia mágica v nos reduce a nada."

Don Juan se incorporó y estiró los brazos y la espalda y caminó para desentumir los músculos. Ya hacia un poco de frío.

Le pregunté si habíamos terminado.

– ¡Pero si la función todavía ni empieza! -exclamó, riendo-. Ése fue sólo el principio.

Miró al cielo y señaló hacia el oeste con un ademán casual.

– Más o menos dentro de una hora, el nagual estará aquí -dijo y sonrió.

Volvió a sentarse.

– Nos queda un solo asunto por terminar -continuó-. Los brujos lo llaman el secreto de los seres luminosos, y se trata del hecho de que somos perceptores. Los hombres y todos los otros seres luminosos que hay sobre la tierra somos perceptores. Ésa es nuestra burbuja, la burbuja de la percepción. Nuestro error es creer que la única percepción digna de reconocerse es lo que pasa por nuestra razón. Los brujos creen que la razón es sólo un centro y que no debería dársele tanto vuelo.

"Genaro y yo te liemos enseñado que la totalidad de nuestra burbuja de percepción se compone de ocho puntos. Conoces seis. Hoy, Genaro y yo seguiremos despejando tu burbuja de percepción, y después de eso conocerás los dos puntos restantes."

Cambiando abruptamente de tema, me pidió un recuento detallado de mis percepciones del día anterior, a partir del punto en que vi a don Genaro sentado en una roca junto al camino. No hizo ningún comentario ni me interrumpió para nada. Al terminar, añadí una observación por cuenta propia. En la mañana había hablado con Néstor y Pablito; me dijeron que sus percepciones habían sido similares a las mías. Mi comentario era que don Juan me había dicho que el nagual era una experiencia individual que sólo el observador puede atestiguar. El día anterior, había tres observadores, y todos nosotros habíamos presenciado más o menos la misma cosa. Las diferencias se expresaban sólo en términos de cómo se sentía o reaccionaba cada uno con respecto a cualquier instancia específica del fenómeno total.