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Le estaba haciendo un pastiche, digitalizando a la ñaqui de su jefe ejeco en una película de River Phoenix. Quería darle a Mayer el opdisk y cobrar antes de que el jefe encontrara una cara nueva. Ya había hecho el pastiche dos veces y tenido que cambiar el feedback tres veces porque había cambiado de chica, y esta última vez la cara nueva había insistido en tener una escena con River Phoenix. Para ello me había tenido que tragar todas las películas de River Phoenix jamás hechas, de las cuales hay un montón: fue uno de los primeros actores registrados Quería cobrar el dinero antes de que el jefe de Mayer cambiara de compañera otra vez. El dinero y algunas SA.

La fiesta estaba a tope en el salón de la residencia, como siempre: novatos y caras y hackólitos y resacosos. Los sospechosos habituales. Había una gran librepantalla de fibra-op en el centro de la sala. La miré, deseé con todas mis fuerzas que no fuera la nueva película de River Phoenix, y me sorprendí al ver a Fred Astaire y Ginger Rogers, bailando en un tramo de escaleras. Fred llevaba frac, y Ginger un vestido blanco con la orilla negra. El alboroto de la fiesta me impedía oír la música, pero parecía el Continental.

No pude ver a Mayer. Había un tipo con una gorrita de béisbol de la ILMGM y barba (el uniforme de los hackólitos) de pie bajo la librepantalla con un mando a distancia, dando órdenes a un par de veteranos de GO. Escruté la multitud, buscando trajes y/o alguien que conociera y pudiera darme chooch.

—Hola —dijo apasionadamente una de las caras. Llevaba el pelo color platino, un vestido blanco sin mangas, y un atractivo lunar, y estaba muy colgada. Sus ojos no enfocaban nada de nada.

—Hola —contesté, observando la multitud—. ¿Quién se supone que eres? ¿Jean Harlow?

—¿Quién? —dijo ella, y quise creer que se debía a la SA que estuviera tomando, pero probablemente no. Ah, Hollywood, donde todo el mundo quiere estar en las películas y nadie se ha molestado jamás en ver una.

—¿Jeanne Eagles? —pregunté—. ¿Carole Lombard? ¿Kim Bassinger?

No —dijo ella, tratando de enfocar—. Marilyn Monroe. ¿Eres ejeco de algún estudio?

—Depende. ¿Tienes chooch?

—No —dijo ella alegremente—. Lo gasté.

—Entonces no soy un ejeco —repliqué. Sin embargo, pude ver a uno junto a las escaleras, hablando con otra Marilyn. La Marilyn llevaba un vestido blanco sin mangas igual que la que estaba hablando conmigo.

Nunca he comprendido por qué las caras, que no tienen nada que vender más que una personalidad original, una cara original, intentan todas parecerse a otra persona. Pero supongo que es lógico. ¿Por qué deberían ser diferentes a todos los demás en Hollywood, que siempre ha sentido predilección por las secuelas, las imitaciones y los remakes?

—¿Te dedicas al cine? —insistió mi Marilyn.

—Nadie se dedica al cine —dije, y me dirigí hacia el ejeco a través de la multitud.

Fue una tarea más difícil que remolcar la Reina de África a través de los juncos. Me abrí paso entre un grupo de caras que comentaban el rumor de que Columbia Tri-Star andaba alquilando cuerpos presentes, y luego un par de rarotas con cascos de datos que estaban en alguna otra fiesta, y me acerqué a las escaleras.

No distinguí que no era Mayer hasta que estuve lo bastante cerca para oír la voz del ejeco: los ejecos de los estudios son como las Marilyns. Todos son iguales. Y tienen los mismos diálogos.

—… buscando una cara para mi nuevo proyecto —decía. El nuevo proyecto era un remake de Regreso al futuro protagonizado, agh, por River Phoenix—. Es el momento perfecto para un reestreno —añadió, inclinándose hacia el escote de la Marilyn—. Dicen que estamos así de cerca —hizo que su pulgar y su índice casi se tocaran— de conseguirlo de verdad.

—¿De verdad? —dijo la Marilyn, en una imitación bastante aproximada de la vocecita emocionada de Marilyn Monroe. Se parecía más al original que mi Marilyn, aunque era un poco gruesa de cintura. Pero las caras no se preocupan por eso tanto como antes. Unos cuantos kilitos de más se pueden borrar. O añadir—. ¿Se refiere a viajar en el tiempo?

—Me refiero a viajar en el tiempo. Aunque no será en un DeLorean, sino en una máquina del tiempo que se parece a los deslizadores. Ya hemos elaborado los gráficos. Sólo nos falta la actriz que dé la réplica a River. El director quería utilizar a Michelle Pfeiffer o Lana Turner, pero le dije que debería buscar una desconocida. Una cara nueva, alguien especial. ¿Te interesa aparecer en las películas?

Yo había oído ese diálogo antes. En Damas del teatro. 1937.

Regresé a la fiesta y me acerqué a la librepantalla, donde el de la gorra de béisbol y la barba se dirigía a algunos novatos.

—… programado para cualquier toma que quieran. Grúas pantallas partidas, barridos. Digamos que queremos un primer plano de este tipo. —Apuntó a la pantalla con el mando.

—Fred Astaire —dije—. Ese tipo es Fred Astaire.

—Se pulsa «primer plano»…

La sonriente cara de Fred Astaire llenó la pantalla.

—Es el nuevo programa de montaje de ILMGM —explicó el de la gorra de béisbol—. Elige ángulos, combina tomas, corta. Para trabajar sólo se necesita una base en plano general, como ésta. —Pulsó un botón del mando, y un plano general de Fred y Ginger sustituyó la cara de Fred—. Los planos generales son difíciles de encontrar. Tuve que volver a las b-y-n para encontrar uno lo bastante largo, pero estamos trabajando en ello. Pulsó otro botón, y fuimos invitados a una visión de la boca de Fred, y luego su mano.

—Se puede montar cualquier programa que se quiera —prosiguió Gorra de Béisbol, contemplando la pantalla. La boca de Fred otra vez, el clavel blanco en su solapa, su mano—. Esto coge la toma base y la monta usando la secuencia de la escena de apertura de Ciudadano Kane.

Un plano medio de Ginger, y luego del clavel. Me pregunté cuál sería Rosebud.

—Todo está preprogramado —concluyó Gorra de Béisbol—. No hay que hacer nada. El aparato se encarga de todo.

—¿Sabes dónde está Mayer? —pregunté.

—Estaba aquí —dijo él, mirando vagamente alrededor, y luego de vuelta a la pantalla, donde Fred rehacía sus pasos—. Puede extrapolar tomas largas, aéreas, contraplanos.

—Haz que extrapole a alguien que sepa dónde está Mayer —dije, y me marché. La fiesta estaba cada vez más animada. Los únicos con espacio para moverse eran Fred y Ginger, que giraban arriba y abajo de las escaleras.

El ejeco que yo había visto antes estaba en mitad de la sala, metiendo mano a la misma Marilyn, o a otra distinta. Tal vez supiera dónde estaba Mayer. Me dirigí hacia él, y en aquel momento divisé a Hedda con un manguito rosa y brazaletes de diamantes. Los caballeros las prefieren rubias.

Hedda lo sabe todo, todas las noticias, todo el chismorreo.

Si alguien sabía dónde estaba Mayer, sería Hedda. Me abrí paso hacia ella, dejé atrás al ejeco, que explicaba el viaje temporal a la Marilyn.

—Es el mismo principio que los deslizadores —decía—. El efecto Cachemira. Los electrones aleatorios de las paredes crean una región de materia negativa que produce un intervalo solapado.

Debió de ser un hackólito antes de transformarse en ejeco.

—El efecto Cachemira te permite solapar el espacio para salir de una estación de deslizadores a otra, y lo mismo es teóricamente posible para salir de un tempomento paralelo a otro. Tengo un opdisk que lo explica todo —dijo, acariciándole el escote—. ¿Qué te parece si subimos a tu habitación y le echamos un vistazo?

Pasé apretujándome a su lado, esperando no acabar cubierto de sanguijuelas, y conseguí llegar junto a Hedda.