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Escuchó la noticia en la radio mientras conducía hacia su mansión en Blankenese. Gunter. Gunter estaba muerto. Clavó los frenos con tanta fuerza para acercar su Mercedes al bordillo de la acera que los coches que lo seguían tuvieron que hacer una difícil maniobra para esquivarlo, y los chóferes hicieron sonar sus bocinas mientras gesticulaban furiosamente. Pero Scheibe no prestó atención a nada de lo que sucedía a su alrededor. En cambio, su universo se llenó con una frase que consumió todo lo demás como una explosión solar: el doctor Gunter Griebel, un genetista que trabajaba en Hamburgo, había sido hallado asesinado en su casa de Marienthal. El resto del informe pasó como una ola por encima de Scheibe: fuentes policiales se negaban a confirmar que Griebel había sido asesinado de una manera similar a la de Hans-Joachim Hauser, el activista ecologista cuyo cuerpo se había encontrado el viernes anterior.

Habían sido seis. Ahora eran cuatro.

Paul Scheibe se quedó de pie en la cocina de su casa, con la mano todavía apoyada en el teléfono montado en la pared, mirando sin comprender por la ventana que daba a su jardín y sin ver nada. Notó que una ligera brisa soplaba y el sol bailaba sobre las ramas y las hojas, rojas como la sangre, del arce que había cultivado y cuidado con tantos esfuerzos. Pero no pudo ver otra cosa que su propia muerte inminente. Entonces, como si lo hubiera atravesado una corriente de alto voltaje, cogió el teléfono y marcó un número. Le contestó una mujer y él le dio el nombre de la persona con la que quería hablar. La voz de un hombre empezó a decir algo pero Scheibe lo interrumpió.

– Gunter está muerto. Primero Hans, ahora Gunter… No es ninguna coincidencia. -La voz de Scheibe se estremeció por la emoción-. No puede ser una coincidencia… Alguien nos está buscando. Matándonos uno a uno…

– ¡Cállate! -siseó la voz al otro lado de la línea-. Maldito imbécil… Manten la boca cerrada. Me pondré en contacto contigo esta tarde. O esta noche. Quédate donde estás… y no hagas nada, no hables con nadie. Ahora corta.

El tono monocorde de la línea telefónica retumbó fuerte y agudo en la oreja de Scheibe. Lentamente, colgó el aparato. Su mano sobrevoló encima del teléfono y él la miró. Temblaba con violencia. Scheibe se apoyó en la encimera de mármol y su cabeza cayó hacia delante. Por primera vez en veinte años, Scheibe lloró.

14.30 h, Universitátsklinikum, Hamburgo-Eppendorf, Hamburgo

Fabel no tuvo ninguna dificultad en encontrar el departamento de genética donde había trabajado Griebel. Se encontraba dentro del mismo complejo edilicio que albergaba tanto el Instituí für Rechtsmedizin -el Instituto de Medicina Legal- como la clínica de psiquiatría y psicoterapia donde Su-sanne realizaba la mayor parte de sus tareas. El Universitátsklinikum -el Complejo Clínico Universitario- era el centro de las principales investigaciones clínicas y biomédicas de Hamburgo, así como también de muchas de las principales funciones médicas de la ciudad. La conexión de Fabel con el complejo se había producido mayormente a través de su departamento forense, que tenía fama mundial. El complejo había crecido con los años y en la actualidad se extendía hasta el lado norte de Martinistrasse, como una verdadera ciudad pequeña.

El profesor Von Halen, que dirigía el departamento, estaba aguardando a Fabel en la recepción. Era un hombre mucho más joven de lo que Fabel esperaba y no encajaba con la idea que tenía el policía de un científico. Tal vez debido al estereotipo fijado en su mente, y tal vez debido también a la fotografía para la que Griebel había posado tan a desgana, Fabel había supuesto que Von Halen llevaría una bata blanca. En cambio, estaba vestido con un traje oscuro que parecía caro y una corbata tal vez demasiado colorida. Cuando Fabel atravesó las puertas de la recepción casi esperó que Von Halen lo hiciera pasar a un salón de exposición y ventas con los últimos modelos de coches Mercedes. Pero sus prejuicios se vieron reconfirmados cuando el científico lo guió a través de un laboratorio y un grupo de despachos, cuyos ocupantes estaban todos adecuadamente ataviados con batas blancas. Fabel también notó que la mayoría de ellos dejaban lo que estaban haciendo y lo miraban mientras él pasaba. Era obvio que ya había corrido la noticia de la muerte de Griebel, o que Von Halen había hecho alguna clase de anuncio oficial.

– Ha sido un impacto enorme para todos nosotros. -Von Halen pareció leer los pensamientos de Fabel-. Herr doctor Griebel era un hombre muy tranquilo y mayormente reservado, pero el personal que trabajaba con él lo apreciaba mucho.

Fabel recorrió con la vista el laboratorio mientras pasaban, w menos tubos de ensayo de los que habría imaginado en un laboratorio científico y muchos más ordenadores.

– ¿Había algún rumor sobre el doctor Griebel? -preguntó-. A veces obtenemos más pistas a través del Kafee-klatsch que a través de los hechos conocidos sobre las víctimas.

Von Halen negó con la cabeza.

– Gunter Griebel era esa clase de personas a las que no se las puede relacionar con ningún tipo de rumores… ya sea como fuente o como sujeto. Como he dicho, mantenía su vida personal muy separada de la profesional. No conozco a nadie de aquí que haya compartido alguna actividad social con él o que conociera a algún amigo o conocido suyo fuera del trabajo. Nadie tenía el conocimiento personal necesario como para difundir algún rumor.

Cruzaron un par de puertas dobles y salieron del laboratorio. Al final de un amplio pasillo, Von Halen hizo pasar a Fabel a una oficina. Era grande y luminosa y llena de muebles caros de un estilo contemporáneo. Von Halen se sentó detrás de una amplia extensión de haya y le indicó a Fabel que se sentara. Una vez más, a Fabel lo impresionó lo «empresarial» que se veía el despacho de Von Halen. Unió todo eso con su elegante traje y llegó a la conclusión de que el jefe del departamento estaba muy metido en el negocio de la ciencia.

– ¿El trabajo que hacen aquí tiene algún aspecto comercial? -preguntó.

– En el mundo de hoy, Herr Fabel, todas las investigaciones con algún potencial para aplicaciones biotécnicas o médicas tienen un aspecto comercial. Este departamento de genética se mueve entre dos mundos: el académico y los negocios… somos parte de la universidad pero también somos una compañía registrada. Una empresa.

– ¿El doctor Griebel trabajaba en algún área de investigaciones comerciales?

– Como ya he dicho, en definitiva todas las investigaciones tienen una aplicación comercial. Y un precio. Pero para darle una respuesta sencilla: no. El doctor Griebel estaba trabajando en un campo que en algún momento ofrecerá ventajas enormes para diagnosticar y prevenir una amplia gama de enfermedades y trastornos. Los frutos de las investigaciones del doctor Griebel tendrán un gran valor comercial, pero eso ocurrirá dentro de muchos años. El doctor Griebel era un científico puro. Le interesaban los desafíos y la potencial innovación… dar un salto hacia delante en la ciencia humana y todos los beneficios que surgen de esos adelantos. -Von Halen se recostó en su silla de ejecutivo, forrada en cuero-. Y, para ser honesto, yo consentía bastante a Gunter. En ocasiones se salía de lo planeado y a veces se enfrentaba a unos cuantos molinos de viento, pero sé que jamás perdía de vista los objetivos de sus investigaciones.

– ¿De modo que usted diría que no hay ninguna conexión posible entre el trabajo del doctor Griebel y su asesinato?

Von Halen lanzó una risita amarga.

– No, Herr Kriminalhauptkommissar… yo no creo que haya ningún motivo de esa clase. Ni de ninguna otra. Gunter Griebel era un científico inofensivo, muy trabajador y dedicado, y la razón de que alguien hiciera… bueno, lo que le hicieron… está totalmente fuera de mi comprensión. ¿Es cierto? ¿Lo que los diarios dicen que le hicieron?