[-Le sienta muy bien -dijo, señalando con un gesto el uniforme prestado de Fabel-. Adivino que esto no ha sido una L4 explosión de gas.
– Lo dudo mucho -respondió Fabel-. Escuche, necesito
j)j, que algo quede claro. Ésta es una investigación de la Polizei de 11 Hamburgo. La mujer que alquila estas oficinas me ha ayudado con el contexto histórico de los homicidios de Hauser y Griebel. Este atentado contra su despacho es más que una coincidencia.
– Sí, lo entiendo… pero también se trata de una persona que se ha metido en un área muy peligrosa de la vida pública alemana. Existe la posibilidad de que se haya acercado demasiado a alguien que podría haber decidido volver a utilizar algunos conocimientos antiguos que adquirió dos décadas atrás… incluyendo la utilización de un detonador y Semtex. Tiene que entender que hay una base sólida para el interés de la BKA. -No había nada en el tono de Ullrich que insinuara un enfrentamiento, pero Fabel no se sintió más tranquilo-. Escuche, Herr Fabel, no quiero que compitamos: quiero que cooperemos. Tenemos un interés compartido en este caso. Lo único que he hecho es conseguir esos recursos adicionales y ponerlos a su disposición. Lo mismo se aplica al equipo forense; van a trabajar a las órdenes del suyo. ¿Ya sabemos si ella estaba dentro?
Fabel suspiró y relajó un poco la postura. Ullrich, después de todo, era de fiar.
– Aún no -dijo Fabel-. Revisamos su casa y no está allí y también lo hemos intentado con su teléfono móvil. Nada. -Alzó la mirada hacia el edificio-. Creo que el asesino dio en el blanco. De todas maneras, Herr Ullrich, éste es mi caso, en primer lugar, y quiero que lo entienda.
– Lo entiendo. Pero tendremos que trabajar juntos en esto, Herr Fabel. Le guste o no, es muy posible que estemos enfrentándonos a algo que tiene implicaciones que van más allá de Hamburgo. Tal vez le resulte útil tener un organismo federal en su equipo. Le hará falta toda la ayuda que pueda conseguir si tiene que dirigir esta investigación de lejos… y disfrazado. Yo no tengo problemas en que usted dé las órdenes. Por ahora.
– De acuerdo… -Fabel asintió-. Consideremos lo que usted ha dicho sobre que tal vez podría ser algún ex terrorista latente protegiéndose a sí mismo, en lugar del denominado Peluquero de Hamburgo. Me temo que esas cosas no son contradictorias entre sí. -Fabel le hizo a Ullrich un resumen de lo que le había contado Ingrid Fischmann sobre su relación con el secuestro de Wiedler y la afirmación de Benni Hildesheim de que él conocía la identidad de varios miembros de los Resucitados, incluyendo el hecho de que había insinuado que tenía pruebas fehacientes de que Bertholdt Müller-Voigt era el chófer de la furgoneta en que se habían llevado a Thorsten Wiedler.
– Esa idea viene circulando desde hace mucho tiempo, Fabel -dijo Ullrich-. La hemos analizado exhaustivamente. No hay ninguna prueba que lo relacione con el secuestro, ni siquiera podemos probar que perteneciera a ese grupo. Después de la muerte de Hildesheim conseguimos una orden judicial para revisar todas sus pertenencias en busca de las pruebas que decía poseer. Nada. Eso no equivale a decir que yo no lo creyera. Sólo que me parece que, si Müller-Voigt realmente participó en el secuestro y asesinato de Wiedler, jamás podremos probarlo.
Fabel señaló con un gesto el edificio destruido con sus graffiti y sus detalles arquitectónicos de estilo Jugendstil.
– Tal vez ella estuviera cerca de lograrlo…
Su teléfono sonó.
– No se moleste en tratar de rastrearme -le espetó con aspereza la voz electrónicamente distorsionada-. Le hablo desde el móvil de mi última víctima. Para cuando averigüe dónde estoy ya me habré ido y el teléfono estará destruido. Como puede ver, he estado ocupado. Esa puta de Fischmann se lo buscó. Sólo lamento que muriera tan rápido. Pero anoche me divertí más. No voy a decirle dónde encontrar el próximo cuerpo. Supongo que el hijo de ella lo descubrirá muy pronto.
– Déjelo… -dijo Fabel.
– Me desilusiona, Fabel -lo interrumpió la voz-. Trató de engañarme con esa pequeña farsa pública de esta mañana. Disfrazándose y ocultándose en furgonetas… Me temo que tendré que castigarlo. Por el resto de su vida usted se maldecirá a sí mismo, cada día, y se culpará por el horror que su hija habrá tenido que soportar antes de morir.
El teléfono enmudeció.
– ¡Gabi! -Fabel se volvió hacia Maria-. Dame las llaves de tu coche, Maria… ¡Va a coger a Gabi! Tengo que llegar antes.
Maria le agarró el brazo.
– ¡Espera! -Se puso delante de Fabel y lo miró fijamente a la cara-. ¿Qué ha dicho?
Fabel se lo contó. Werner, Van Heiden y Ullrich ya habían llegado a su lado.
– ¿Cómo se ha enterado? ¿Cómo ha podido deducirlo tan pronto? -Fabel miró su uniforme prestado, frunciendo el ceño-. ¿Y cómo diablos supo lo del disfraz? Tengo que llegar a Gabi.
– Un momento -dijo Maria-. Tú mismo dijiste que había una buena posibilidad de que no cayera en la trampa. Hay un mundo de diferencia entre eso y que él sepa dónde hemos ocultado a Gabi. Es posible que nos esté vigilando justo ahora y tú lo llevarías directo hacia ella. Pero me parece que en realidad lo que le interesa no es encontrar a Gabi, así como tampoco le interesaba matarte a ti con esa bomba. Es exactamente lo mismo que ocurrió aquella noche con Vitrenko, Jan. Una distracción. Una táctica dilatoria. -Había sinceridad en los ojos de Maria. Todas las defensas, todos los escudos, habían caído-. Está jugando contigo, Jan. Quiere desviar tu atención. El propósito de la bomba era impedir que te movieras mientras él trabajaba. Esto es exactamente lo mismo. Quiere que vayas a buscar a Gabi para poder terminar lo que ha empezado.
– Tiene sentido, Fabel -dijo Ullrich.
Un agente uniformado corrió hacia Fabel.
– Hay una llamada en la radio para usted, Herr Erster Hauptkommissar. Alguien ha informado de un cuerpo sin el cuero cabelludo, a unas pocas manzanas de aquí.
Maria soltó el brazo de Fabel.
– Tú decides, chef.
23.00 H, SCHANZENVIERTEL, HAMBURGO
Una división de agentes uniformados ya había llegado a la escena y lo primero que hicieron fue sacar a Franz Brandt de la habitación donde había encontrado el cuerpo de su madre. Cuando Fabel llegó allí, Brandt seguía en un profundo estado de shock. Tenía poco más de treinta años pero parecía más joven; el rasgo más llamativo era la melena de grueso pelo largo y castaño rojizo que remataba su rostro pálido y pecoso. El cuarto donde lo habían trasladado era espacioso, una combinación de dormitorio y estudio. Los libros que llenaban las estanterías le recordaron a Fabel los que estaban en el estudio de Frank Grueber; casi todos eran manuales universitarios dedicados a la arqueología, la paleontología y la historia.
Esos libros no era lo único que Fabel reconoció; había un gran poster en la pared del cuerpo del pantano de Neu Versen: Franz el Rojo.
– Lamento mucho su pérdida -dijo. Fabel siempre se ponía incómodo en esas situaciones, a pesar de sus años de experiencia. En todos los casos sentía una verdadera pena por la familia de las víctimas, y siempre era consciente de que estaba pisoteando vidas destrozadas. Pero, por otra parte, tenía un trabajo que hacer-. Entiendo que ésta es su habitación, ¿verdad? ¿Vive aquí permanentemente, con su madre?
– Si puede llamarse permanente… Con frecuencia estoy en excavaciones en el extranjero. Viajo mucho, por lo general.