Выбрать главу
¿o no es nuestro esto que estamos hablando y cómo lo estamos bordando en la noche que hace hoy, en nuestra tela, en nuestro texto? A esto le cojo el hilo, pero yo allí con aquella gente no tenía nada que ver, aprender a tejer palma hubiera sido una afectación, no creo en sus dioses, qué más quisiera, ni en nada, aunque sí, en esto de hablar con los demás cuando se tercia sí creo un poco". Y ya te digo, sacamos en consecuencia que las cosas son inseparables de tu relación con ellas, del calor con que las miras y te las explicas, y que se metería uno en los mayores líos, en la boca del mismísimo infierno en busca de motivos para tomarse con calor una cosa. Y con esto pasamos la noche en blanco, la de hoy es la segunda, menos mal que he dormido un poco en los dos tramos de avión, y ya a eso de las ocho de la mañana en la taberna ésa del puerto donde estábamos desayunando y viendo cómo se levantaba el día, le digo a Pablo, después de un rato que llevábamos sin hablar: "Oye, ¿no estás cansado?, a mí me duele la cabeza, la tengo como en blanco, vente a casa y nos damos una ducha y nos acostamos", dice: "Vale"; llegamos y nada más entrar veo el telegrama allí encima de la bandeja del salón, lo miro desde la puerta extrañado yo mismo de que me llamara tanto la atención un papelito azul, de que casi se me hubiera cortado la respiración y le digo a la chica que estaba barriendo: "¿Y ese telegrama?", y me dice ella: "Pues nada, un telegrama, ya lo ve, qué quiere que le diga", entro, lo cojo: "familia Orfila", o sea que no era asunto del despacho de papá, y le digo: "No, lo que pregunto es por qué no lo han abierto". "Es que vino ayer -dice ella- y no estaban ustedes ninguno", y yo, nada, ya cada vez más seguro de que traía alguna noticia especial, le digo: "¿Y cómo no se lo subes a papá a su cuarto?". "Pues porque no están, salieron ayer y a la noche avisaron que se quedaban en Gerona en una fiesta" "¿Y no dijeron más?" "Nada, que besos a los niños, pero supongo que la señora no tardará porque tiene la masajista", y entonces ya me cabreé y empecé a decir pestes de la familia y del verano y de la manía de hacer casas para nadie cuando hay tanta gente que no tiene donde vivir, todo sin dejar de mirar el telegrama, y va y me dice Pablo: "Pero bueno, no desquicies las cosas ni te pongas ahora en plan de justicia social, ábrelo si tanto te intriga y en paz, familia Orfila eres también tú, ¿no?"; lo abro y le digo: "Mi bisabuela que se muere, subo a coger un maletín, ¿te vienes conmigo a Galicia?", no lo dudé ni un momento, oye, pero completamente espabilado de repente y notando mientras subía las escaleras que aquello sí que era decidir una cosa, que aquel aliciente que habíamos estado añorando durante toda la noche lo tenía metido en la sangre desde que había visto tu nombre escrito a máquina allí en aquel papel y me parecía lógico además, lo más natural del mundo, que se rematasen así mis recuerdos de hacía unas horas en la playa, saber dónde estabas y poderte venir a ver a este sitio tan irreal y misterioso para mí, y de pronto todo lo hacía con una ilusión increíble, ducharme, coger una camisa, sacar el maletín, reconocer los objetos de mi cuarto, ver allí a Pablo que me miraba tumbado en la cama, hablar con él, todo me parecía distinto. Era en la voz, por lo visto, en lo que más se me notaba, en que se me había puesto otra voz, eso no lo puede notar uno mismo, claro, pero me lo dijo luego éclass="underline" "¡Jo, vaya moral!, te sale ahora una voz espabiladísima, a cualquiera que se le diga que no has dormido no se lo cree, yo no puedo ni hablar ya, oye". Me lo dijo ya camino de Barcelona, porque me acompañó él a ver qué avión podía alcanzar para hacer transbordo en Madrid, a ciento cincuenta en su deportivo, un encanto, se portó genial, si no es por él no llego; y ya te he dicho que estuvo incluso dudando si venir también o no, pero luego decidió que este viaje era cosa de mi hilo, no del suyo, que a él aquella noticia no le había barrido, como a mí, el cansancio de la noche en blanco ni le había revivido la voz ni espoleado las ideas, al contrario, al final ya casi eran sólo monosílabos lo que decía. Bien es verdad que yo tampoco le dejaba meter baza, estaba muerto el pobre, creo que ni me atendía, me puse pesadísimo, ahora me doy cuenta, qué rollo le solté, historias tuyas y de mamá y de cómo me imaginaba yo este sitio y de por qué habíais ido aborreciendo la casa, se vuelve uno egoísta cuando está de buen humor, ¿no te pasa a ti?, te olvidas de que tienes a otro tío allí al lado y de que igual no le importa un bledo lo que le estás diciendo. "Se va a alegrar -le decía-, se va a alegrar ella de verme aparecer", y él no me contestaba nada, sólo a lo último, ya en el aeropuerto cuando nos despedimos, me dijo: "Bueno, ojalá sea verdad que te reciben tan bien, no vaya a ser que tenga razón tu madrasta". ¡Ah!, porque no te he dicho que nos los encontramos a ellos al salir, que volvían de Gerona, y les expliqué la cosa, claro, y salta Colette: "¿Pero cómo?, ¿que te largas allá? ¿Estás loco?", y yo sin hacerle maldito el caso, preguntándole a papá que si no se animaba a venirse conmigo, y ella dale que te pego: "¿Pero no comprendes que lo primero que va a hacer Eulalia en cuanto vea aparecer a cualquiera por allí va a ser ponerle cara de perro?, también son ganas, a ella le gusta hacer de protagonista solitaria, tantos años y todavía no la conocéis". Y papá, a lo primero de ver el telegrama había dicho que no se explicaba tu ventolera, que eras incomprensible y patatín, lo que te conté antes, pero luego en cambio que se metiera Colette ya le molestó y se enzarzaron a discutir uno con otro en un tono cada vez más agrio, y Pablo poniendo cara de equis, y yo ya harto le digo a papá: "Bueno, oye, decide lo que sea, porque yo en este plan el avión lo pierdo seguro, si te vienes te tienes que dar prisa". Y me mira, ya sabes que él últimamente mira pocas veces a la cara, pues me miró y dice: "Para arranques como ése hay que tener tu edad o ser de la madera de Eulalia, dale un abrazo de mi parte", y yo, un poco confuso por el tono como solemne que le había dado a la cosa, no sabía qué decir. "O sea -le digo-, que no vienes." Y dice: "No, pero haces bien en ir tú, te lo agradezco", que estuve a punto de decirle que no me tenía que agradecer nada, que yo no lo hacía por él, pero no fui capaz de darle ese corte porque se le había puesto una voz humilde, por raro que te parezca, y sacó la cartera y que si necesitaba dinero, porque todo lo arreglan a base de dinero, con los niños pequeños hacen igual, y Colette sin dejar de rezongar cuando me lo daba. Y ya me despido, habíamos subido al coche y lo estaba poniendo en marcha Pablo, comentándole yo que qué pesadez de familia porque les veíamos por los gestos que se habían vuelto a poner a reñir, cuando veo a papá que viene hacia nosotros corriendo, Colette allí parada sin perderle ojo. "Vaya, ¿qué querrá ahora?"; bajé la ventanilla: "¿Qué pasa?, ¿quieres algo?", y no contestó en seguida, no sé si es que me notó impaciente, luego dijo en voz bastante baja: "Sí, verás, es que me gustaría, ya que vas, que decidierais algo sobre Juana. Dile a Eulalia que no vuelva a Madrid sin decidir lo que sea, que a mí todo lo que ella piense me parecerá bien; pero además que lo hable contigo, hazme el favor, ¿sí?". Le digo: "Pero ¿hablar qué?, ¿de qué se trata?", y en vez de contestarme, sacó un bolígrafo y una agenda y allí, apoyado contra la ventanilla, escribió muy aprisa "querida Eulalia", pero no siguió más, se quedó absorto mirando a lo lejos y de repente: "No, mira, déjalo, no da tiempo, vais a perder el avión. Conque le digas eso, ella ya entiende, pero, por favor, díselo sin falta". Así que ese recado tan raro te traigo, a ver si me lo explicas porque también yo parece que voy a meter baza en esa decisión y con que lo entiendas tu sola no adelantamos nada. Dime, soy todo oídos, ¿qué problema hay con Juana? Siempre decís su nombre con misterio y apuro, como cosa solemne. ¿Por qué os preocupa tanto? Porque es que, claro, después de conocer al personaje empieza a intrigarme a mí también. Cuéntame lo que sea, no te importe tardar. Antes me dijo un niño que los viejos se mueren contra la madrugada, y parecía muy sabio, así que según él tenemos varias horas, mira el haz de luna que entra todavía por el balcón, no tendrás sueño, ¿verdad?, pues nada, yo tampoco, ¿quién se duerme a tu lado?, tus historias me gustan, me gustan con locura, supongo que lo notas, ¿a que lo notas?, di.