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G. Tres.

– No, es que estaba pensando lo difícil y raro que es vivir con la gente. Lo digo por papá, por lo poco que, en el fondo, lo conozco; te oigo hablar de él medio con curiosidad medio con extrañeza, como si se tratara de otro personaje, no te lo podré nunca explicar bien. Es una sensación parecida a la que tuve hace unos días en Londres, en casa de Harry, ese amigo vuestro, bueno de papá sobre todo, ¿no? Fue él quien me dio sus señas por si necesitaba algo y yo las había guardado por guardar, con total desgana, porque siempre pienso en principio que a un amigo de papá qué voy a tener que contarle yo, pero mira por donde no las perdí, de esas casualidades, y no te figuras lo bien que me vino porque al final me robaron un día en Hyde Park la cartera, o la perdería, no sé, lo cierto es que me quedé sin un penny y me acordé de Harry, por eso le fui a ver, porque no sabía a quién acudir para el sablazo. Pero bueno, tú ya le conoces, no es la típica persona que la visitas para un problema como ése y luego ya no tienes nada de qué hablar y aguantas un rato de conversación por cumplido, deseando marcharte, ni muchísimo menos. Me quedé toda la tarde y parte de la noche, se estaba en la gloria en su casa, dice que tú te has alojado allí alguna vez, así que no te la describo, ¿te acuerdas de la cocina que da a un jardín?, pues allí me recibió, se estaba haciendo un poco de merienda o no sé si desayuno porque se acababa de levantar de la cama y me mandó pasar, y allí seguimos sentados casi todo el tiempo, en medio del desorden tan agradable que tiene por todas partes, de vez en cuando se levantaba a buscar algo o me ponía un platito con comida delante, sin dejarme de hablar; me encontraba tan bien, como si siempre hubiera vivido con él en aquella casa, de verdad, no tenía maldita la gana de irme. Pues bueno, de vez en cuando le miraba y pensaba: "¿Pero este tipo puede ser amigo de papá?", y por otra parte lo veía, claro, en la confianza y la seguridad con que opinaba acerca de las contradicciones y peculiaridades de su carácter; no hacía más que preguntarme por él y yo no sabía qué contestación darle ni cómo decirle que a ése a quien él se refería lo estaba conociendo yo en aquel momento, a través de sus datos, le contestaba con evasivas porque de verdad que le oía como si estuviera leyendo una novela. También me habló mucho de ti, pero las cosas que me pueda contar alguien de ti ya no me pilla de nuevas que me vayan a sorprender, es distinto, siempre he tenido las versiones de los demás y la mía, y estoy acostumbrado a que no siempre coincidan, a irte recomponiendo a pedacitos y a entenderte sólo a medias, a olvidarte, a rectificar luego, cuando te veo, lo que creía saber de tu persona; y el dibujo que va resultando de todo ese trasiego podrá ser más o menos claro, pero lo importante es que lo veo ahí fuera, separado de mí. A papá es que de tan cerca como lo tengo ni lo veo, palabra; sé qué tono de voz suyo es el que me impacienta, veo cuando está de mal humor, conozco sus manías y sus preferencias, pero de tanto como creo que lo conozco, no penetro nada en él, es un muro delante de mis narices. Y he pensado estas cosas a raíz de la noche en que conocí a Harry, ha sido volver de Londres y empezar a mirar a papá de otra manera, antes no se me ocurría pensar en él ni por lo más remoto como en un señor que pudiera sufrir y ahora, fíjate, lo noto inseguro; la misma forma de darme el recado para ti, ya te lo he comentado, parecía que algo le fallaba por dentro, tal vez habrá tenido otros momentos así antes, pero yo nunca me fijaba.

Ya la noche de mi vuelta de Londres, nada más llegar y verlo me di cuenta de que nuestras relaciones habían cambiado, por lo menos las mías con él; digo: "Pero bueno, si a mí papá nunca me había producido curiosidad, ¿por qué le estaré mirando ahora como a un bicho raro?", porque, oye, en serio, así le miraba, como si nunca lo hubiera visto, y en seguida me acordé de Harry y tuve la clave: le estaba mirando como a amigo del otro y no entendía nada, quién lo va a entender, dos seres que menos peguen en el mundo para amigos íntimos no se pueden dar. A Harry se lo dije al final de la visita; ya eran más de las tres de la mañana cuando me fui, me había estado enseñando al final toda la casa y le digo al salir, parándome en la puerta de la cocina y echando una mirada adentro como para despedirme: "Oye, no sé si he soñado todo esto que hemos estado hablando, ni si tu casa y tú sois verdad, no te das cuenta de lo poco que tienes que ver con papá, y es lo que me parece increíble, que no te des cuenta, no tenéis que ver nada" y él me dijo que a la gente no es tan fácil conocerla y si es familia menos, habló en general, sin referirse al caso concreto de las diferencias entre papá y él, como si las conociera y no les diera importancia o como negándome que existieran, no sé. Y esto te lo explicas a veces en casos de amistades pasadas, cuando se te enquista el recuerdo de una persona de una determinada manera y te sigues refiriendo siempre a esa imagen pasada; pero es que, Eulalia, Harry y papá no es que hayan sido amigos, es que lo son todavía, se siguen escribiendo, había recibido una carta larga hacía dos días y estaba contentísimo, dice que es la persona que más le gusta que le escriba, lo adora, y te presenta a un ser conflictivo al que tú no conoces ni por el forro, dices "¿será posible?"; y al volverle a ver, es lógico, le pasaría a cualquiera, ya no miras a ese ser como a tu padre de siempre sino que buscas a un Germán del que no tenías ni idea, a ver si aparece algún atisbo de él, que fue lo que me ocurrió a mí en cuanto me lo eché a la cara y luego durante tres o cuatro días, estaba como al acecho, ¿entiendes? Debajo de sus gestos habituales de coger un vaso sobándole la parte de abajo con las yemas de los dedos o de entornar los ojos cuando habla mucha gente a la vez o de quitarse distraído hilitos y motas de la chaqueta o, no sé, cosas que ha hecho toda la vida como esa falsa tranquilidad cuando otro se exalta, ¿sabes?, que dice así bajito como para él mismo "que sí, que sí, de acuerdo" y se tapa un poquito la boca, pues a todo eso le buscaba yo su razón escondida. No eran los tics rutinarios de otras veces sino que me intrigaban como enigmas a descifrar, igual que te pasa con gentes que te encuentras a veces en el tren o en un café y que te llaman la atención por lo que sea, que te pones a fantasear sobre el gesto más insignificante que hacen como si a través de él quisieras penetrar sus pensamientos ocultos, los que le bullen en la cabeza mientras te está mirando distraído, o bueno, distraída, porque a mí me ha pasado con mujeres sobre todo; que luego lo más posible es que no exista enigma ni tales pensamientos ocultos, suelen ser procedimientos para intrigar si nota ella que te está interesando, los inventa para ti, porque tú te fijas, pero el caso es que te intrigan y te llegas a creer que los haría igual si no mirases; ya veo que te ríes, lo habrás hecho mil veces, a cuánta gente no habrás intrigado tú y seguro que bien, divirtiéndote. Pues bueno, te digo: es que con papá era rarísimo que me pasara semejante cosa, pero fue ya al entrar, oye, a la primera mirada. Había yo pensado dejar los bártulos y subirme a mi cuarto sin saludar a nadie porque me di cuenta de que había gente, tenían una especie de fiesta, cuando lo vi a él de espaldas por la puerta del salón, y ya en la manera de volverse y de salir a mi encuentro con el vaso en la mano sobando el cristal, en esa forma tan natural de dirigirse a mí y preguntarme por el viaje como si no le importara mucho, de decirme que no me esperaba tan pronto, de mirarme como si no reparara en la diferencia que había entre mi atuendo y el suyo, ya vi algo nuevo inmediatamente en todo eso, me produjo extrañeza, y unos minutos antes de que saliera también Colette había intentado el experimento de mirarle al fondo de los ojos y nada, no lo aguantó, los bajó rápido. Era imposible que le interesara más mirar el hielo de su vaso que mirarme a mí puesto que había dejado la reunión para salir a verme; pensé: "mi mirada le perturba, algo hay de lo que no está seguro" y fue un dato fascinante que destruía todos mis supuestos anteriores, porque si hay una persona en este mundo a la que no le había sospechado fallos, ése era papá, autoritario, injusto, desigual, lo que quieras, pero débil jamás, y le seguí mirando a ver si me miraba y pensando: "pero soy tonto, de qué me sirven los libros de psicología que me meto en el cuerpo si no había sospechado hasta hoy que tanta naturalidad y aplomo de papá conmigo pueden ser careta, a las personas que tenemos cerca es que ni las olemos, igual le importo más de lo que creo", y entonces levantó los ojos del vaso como si me adivinara los pensamientos y me estaba empezando a mirar bien, con una franqueza nueva, me acababa de preguntar: "¿viste a Harry?" cuando en esto, zas, Colette que sale también y se pone a besarme con muchos aspavientos y esa voz estridente y artificial de cuando ha bebido y andan alrededor otras personas extrañas, que por cierto, algunas caras las conocía y las veía vueltas hacia fuera como amagando salir a participar de la bienvenida, y a papá le tembló el párpado izquierdo, que eso ya se sabe de siempre que le pasa cuando está nervioso y a punto de enfadarse, o sea que le molestaba que hubiera salido Colette, y era toda la vulgaridad de Colette que no tiene más remedio que asumir la que se interponía entre él y yo, sus comentarios banales sobre mi pelo largo y mi blusa bordada, sus simulacros de cariño, sus informes sobre mi hermana y los amigos de la pandilla, todo aquel bla-bla-bla que había interrumpido nuestro encuentro y la pregunta de si había visto a Harry que no me dio tiempo a contestar porque se metió bruscamente al salón fingiendo que le llamaban y yo le dije a Colette que estaba muy cansado y que me subía a dormir. Y aunque eran todavía horas de haber salido a caerme por los sitios donde andan mis amigos o los de Marga, ya no tuve ganas, bajé a la nevera a buscar algo de comida y luego me encerré en el cuarto fumando con la ventana abierta y pensando en papá, en las cosas que me había contado de él Harry. Y creo que por primera vez en mi vida pensé en él con piedad y simpatía, dispuesto a tenderle la mano y notando abierta una posibilidad de entendimiento entre los dos que generalmente está obturada; no quería ni moverme de la postura en que estaba mirando el techo para no espantar aquella sensación tan agradable de saberle abajo rodeado de gente fastidiosa y convencional, deseando subir a verme y a preguntarme cosas de Harry pero ahuyentando la tentación por inhabitual entre nosotros, por absurda; era un juego inédito y muy excitante el de penetrar las intenciones de papá y sentirme instalado en su malestar de aquel momento, hubiera podido apostar doble contra sencillo a que le fastidiaban las risas, los pasos y los ruidos que a mí me llegaban apagados de abajo, a que estaba distraído, centrado en mí y en Harry, tratando de imaginar nuestra posible conversación y evocando la cocina donde se había desarrollado; cuando interpretas el pensamiento ajeno te sueles equivocar, no está uno cierto más que de lo suyo, por eso estar tan seguro como yo lo estaba de que papá pensaba en Harry y en mí me producía pasmo y fascinación, su aburrimiento me parecía mío de tanto como lo sentía aislado en medio de aquellas idas y venidas tan incómodas de la gente, y me puse a acordarme de la fábula de la ardilla que él le recita a veces a Colette para hacerla rabiar: "… me meneo, me paseo, no me estoy quieta jamás", vengan llegadas, saludos, coches que se paraban, bocinazos, porque es que celebraban el aniversario de boda de papá. Lo supe al día siguiente, le pregunté a la chica cuando bajé a desayunar que para quién habían sido todas aquellas flores que se veían en los floreros y me dijo lo del aniversario de boda; yo no me explico qué podrán significar para papá celebraciones de este tipo, posiblemente una fiesta así le aburra o le entristezca, pero lo que te quiero decir es que a mí antes no se me planteaban estas preguntas, ha sido desde esa noche de mi llegada, no sé, generalmente no le atribuyo sentimientos complicados ni sutiles, cuando lo veo con cara distraída doy por supuesto que estará pensando en sus pleitos, en negocios o incluso en asuntos de faldas, ¿por qué no?, siempre he notado que las mujeres le gustan y al fin y al cabo con Colette ya son diez años, me lo comentó la chica, según me servía el desayuno: "Diez años aguantándola, ya ve usted", y además en Madrid creo que sale con una señora viuda, Marga la conoce, es madre de un amigo suyo y les ha visto a veces; pero, ya te digo, hasta esto de tener papá algún amor, aparte de que ni me extrañaba ni me importaba, se lo adjudicaba como algo que no le podría, por supuesto, alterar, que lo tendría confinado en su casillero correspondiente, ninguna emoción rebelde a su dominio, por favor, ¿qué se le desmanda a papá? Así que ¿tú sabes lo que era de pronto esa noche de mi llegada saborear aquel poder nuevo, tener en la mano unos hilos que tiraban de él hacia mí? Y total sin hacer nada, que eso era lo grande, con estar allí tumbado en mi cuarto a oscuras le estaba amargando la fiesta haciéndosela incómoda, bastaba con no bajar a saludar a nadie, con no volver a aparecer hasta el día siguiente para tenerlo en vilo con la pregunta truncada sobre Harry. Y no bajé, me gustaba probar aquella sensación, dirás que de maldad, sí, ya lo sé, pero era la primera vez que me pasaba una cosa parecida, tantas tardes como me ha amargado él a mí; puede que fuera revancha, pero tampoco simplemente eso porque desde pequeño nunca me había sentido tan cerca de él afectivamente, feliz allí arriba yo solo con la certeza de que pensaba en mí, sin necesidad de leer ni de dormirme, un vínculo todo lo morboso que se quiera pero el caso es que me importaba de mi padre, lo quería. Me duró todavía unos días aquel estado de ánimo que me predisponía a su favor y estaba deseando encontrármelo a solas antes de que se apagase aquel conato de acercamiento que me había parecido ver que se iniciaba, pero llegué a pensar que se trataba de un acercamiento fantasma inventado por mí, un espejismo, qué sé yo, del mismo cansancio que t