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Era una estupidez no aceptarlo. Matt tenía razón, era un trato justo. Un billete para dar la vuelta al mundo era lo que más deseaba y sería realmente gracioso ver la cara de Seb cuando entrara en el baile del brazo de su jefe.

El viernes por la tarde, Matt esperó al final de la jornada para preguntarle si había tomado una decisión.

– Lo haré -dijo Flora.

– Bien -Matt no parecía entusiasmado-. ¿Cuándo es el baile?

– El próximo sábado -dijo Flora, deseando que Matt no pareciera tan aburrido con la idea.

Éste lo estaba apuntando en su agenda.

– Y mi madre llega el miércoles siguiente -añadió.

– Y ahora -preguntó Flora con torpeza-, ¿qué hacemos?

– Será mejor que preparemos lo que vamos a contar -Matt miró el reloj-. ¿Tienes planes esta tarde?

– Iba a reunirme con el grupo en el pub.

– Puesto que tenemos esta aventura apasionada, no les extrañará que no aparezcas, ¿verdad? -Matt esperó un segundo-. Vamos, te invito a cenar y hablamos del plan.

Matt avanzó hacia la puerta, pero Flora se quedó atrás.

– No hace falta hacer eso.

– Si queremos engañar a alguien tenemos que prepararlo -insistió Matt-. Sé que te encanta la improvisación -añadió con maldad-, pero a mí me gusta pensar lo que voy a decir. Vamos, toma tus cosas y salgamos.

Puesto que Matt ya había salido de la oficina sin volverse, Flora no tuvo más remedio que agarrar su bolso al vuelo y seguirlo. Le molestaba que Matt se mostrara tan frío ante la idea de simular su pasión, como si se tratara de una tarea profesional de lo más aburrida.

La llevó a un restaurante lujoso, pequeño y muy íntimo, y Flora se sintió nerviosa mientras Matt revisaba la carta de vinos. No era un lugar apropiado para una cita de negocios, más bien para un encuentro de amantes, un lugar para besarse y tocarse las manos sin que nadie mirara.

No creía que Matt tuviera la intención de besarla, pensó Flora con humor. Probablemente la había llevado allí para que sus conocidos no lo vieran con alguien tan poco adecuado.

Cuando el camarero se retiró. Flora decidió que tenía que mostrarle a Matt que no estaba malinterpretando la atmósfera romántica del restaurante.

– Venezia Hobbs ha hecho un buen trabajo al enseñarte Londres -dijo en tono mundano-. Había pasado cientos de veces por aquí sin ver este local.

– Londres está lleno de sitios inesperados -dijo Matt-. Por eso me gusta.

– ¿No echas de menos Nueva York?

Matt observó el rostro vivido de Flora, sus labios llenos que parecían siempre al borde de la sonrisa y dijo lentamente:

– Ahora mismo, no.

Hubo un silencio. Flora pensó que le tocaba a él hablar, pero Matt no parecía molesto por la ausencia de conversación.

– ¿Qué le digo a Tom Gorsky? -preguntó por decir algo-. Me parece una grosería decirle que no le llevo al baile.

– Ya he hablado con Tom -dijo Matt-. Lo entiende.

– ¿Qué quiere decir eso de que has hablado con él? -Flora lo miró con indignación-. ¿Y si yo me hubiera negado a aceptar el trato?

– Pero lo has aceptado.

– No lo sabías -le acusó con rabia y Matt sonrió.

– No diriges una compañía multimillonaria sin aprender a lograr cosas de la gente -dijo con sencillez-. Sabía que no podrías resistirte a un billete de avión.

Flora tenía cientos de réplicas ingeniosas, pero las reprimió. Le molestaba reconocer que el billete de avión había entrado en sus cálculos, pero así era.

– Es mucho dinero por una cena.

– Valdrá la pena si convencemos a mi madre -dijo Matt con humor-. Pagaría más.

– ¿Por qué no le dices que no crees en el matrimonio? -insistió Flora.

– Porque no es verdad -el brillo intrigante en sus ojos dejó paso a una mirada seria-. No me caso porque creo en el matrimonio y no lo haré hasta que encuentre a una mujer con la que quiera pasar el resto de mi vida. No quiero probar y divorciarme a los dos años.

– Pero tu madre estará de acuerdo con tu punto de vista, ¿no?

– Claro, pero sigue disponiendo chicas monas en mi camino, por si acaso. Y no es agradable que todas se pongan a hablar de compromiso en la segunda cita -la sonrisa de Matt tenía cierta amargura-. Mira, tengo treinta y ocho años, y si no he encontrado a esa chica especial, quizás no la encuentre nunca -y añadió con burla-. Prefiero salir con mujeres que no esperan ningún tipo de relación a largo plazo -miró a Flora-. Parece que te sorprendo.

Flora hubiera deseado que aquellos ojos verdes no fueran tan penetrantes y lúcidos.

– No me parecías un hombre de todo o nada -dijo, comiendo un panecillo al mismo tiempo.

– Pues ya lo sabes -la expresión de Matt era inescrutable-. ¿Y tú? ¿Eres tú una chica de todo o nada?

Flora se lo pensó.

– De otra manera -dijo lentamente-. Me gustaría tener hijos algún día, pero cuando haya hecho un montón de cosas. Quiero ver el mundo… vivir un poco antes de sentar la cabeza.

– Por eso eres la persona ideal para ayudarme con mi madre -dijo Matt tras unos instantes-. Sé que no te comprometerás emocionalmente.

Flora miró el trozo de pan que había entre sus dedos y volvió a dejarlo en el platillo. Ya no tenía ganas de comerlo.

– No -alzó los ojos hacia Matt-. Claro que no.

Capítulo 5

No se comprometería emocionalmente, se dijo Flora. Pero ojalá pudiera hablar con la misma frialdad con la que Matt abordaba el guión de su fingido amorío. Tenía la sensación de que su deseo de parecer distante y frívola no lograba ocultar cierto cansancio y malestar profundos, pero era difícil hablar con distancia de su pasión imaginaria teniendo a Matt sentado enfrente.

No podía apartar los ojos de su boca, de sus manos, de la línea de su mandíbula y de la forma atrayente de sus hombros. Podría tocarlo con alargar la mano. Su mano estaba próxima a las suyas y tenía que esforzarse en contener las piernas para que no rozaran sugestivamente las de Matt. Quiso concentrarse en la conversación, pero hablar de cómo la había besado Matt en su imaginario encuentro sólo la hacía desear que lo hiciera realmente. ¿Sería aquella boca severa tan sexy como parecía? ¿Y sus manos, serían tan cálidas al tocar las suyas como estaba imaginando? ¿La habría abrazado mientras la besaba?

Flora tragó saliva y se ordenó una pausa. Desesperadamente intentó llevar la conversación al terreno laboral, pero Matt trataba el asunto como si se tratara efectivamente de una tarea más, de modo que no había observado su turbación.

Sin embargo, él también agradeció cambiar de tema. Era una buena idea montar una historia que les permitiera enfrentarse al público curioso, pero le costaba mantener un tono impersonal. Flora le distraía, el brillo de su piel y la mirada de sus ojos azules a la luz de la vela, la curva deliciosa de sus labios, el recuerdo de sus largas piernas y cabello revuelto.

Al final, resultó un alivio cuando terminaron de comer y pudieron dejar de mirarse.

– Te llevo a casa -dijo Matt, sabiendo que era un error proponerlo. Pero no iba a llevarla a cenar y permitir que se fuera en autobús a casa y por otra parte tenía que reconocer que le costaba extrañamente despedirse.

Las indicaciones de Flora rompieron el silencio en el coche, y Matt se limitó a seguir sus órdenes mientras se preguntaba por qué no la había invitado a un taxi. Así no se hubiera sentido tan imbécil y enmudecido como un adolescente en su primera cita.

Cuando llegó ante el apartamento que compartía con dos amigas, Flora se había convencido de que sufría alucinaciones. Estaba con Matt, su jefe. Se estaba inventando la tensión sensual entre ellos. ¿Acaso no había manifestado claramente que le proponía el trato porque era la única chica que no le molestaría con exigencias sentimentales? Tenía que recuperarse y huir, pues lo último que deseaba era que Matt adivinara que lo encontraba atractivo. El trabajo con él se volvería insufrible.