Jo y Sarah no se perdían detalle de la escena, pero Flora no podía verlas. Matt había alargado la mano hacia ella y con la inevitabilidad de los sueños, Flora fue hacia él y se dejó acoger en la seguridad de su abrazo. Le pareció lo más natural alzar el rostro hacia él, pero Matt sabía que si empezaba a besarla no podría parar, y tomó su mano para apretarla contra sus labios, en un gesto galante menos peligroso.
– Estás muy guapa -dijo sin apartar los ojos de ella.
Los huesos de Flora se derritieron al oírlo y prácticamente se dejó caer en el sofá junto a él. Con un esfuerzo se concentró en Sarah que la estaba mirando con un exagerado gesto de aprobación y, por primera vez, salió del trance y habló para el mundo real.
– Siento haber tardado -dijo con timidez.
Matt se había sentado a su lado, con las piernas pegadas a las suyas.
– No importa -dijo-. Tus amigas me lo han contado todo sobre ti.
– A mí no me mires -rió Jo-. No le he contado a Matt la vez que no pudiste entrar en casa.
Y con eso bastó. Las dos empezaron a competir por contarle las historias más absurdas y humillantes de Flora, mientras ésta deseaba hundirse en el sofá. ¡Qué estaría pensando de ella! Cuando se atrevió a mirarlo, Matt estaba riendo de buena gana. No había tardado ni cinco minutos en hacerse amigo de sus amigas, con un encanto que jamás había empleado con ella. Flora sintió una oleada de resentimiento. Incluso Jo había dejado de lado su rencor por sus comentarios sobre la falda rosa y le hablaba como si fuera un amigo de toda la vida.
Con una sonrisa idiota en la cara, Flora soportó el aluvión de anécdotas, pero no dejaba de pensar en la pierna de Matt contra la suya. En cuanto a él, parecía que se había pasado la vida en apartamentos desordenados como aquel. Cuando Flora pensaba en la clase de espacios a los que estaba acostumbrado y la clase de gente que frecuentaba, lo miraba con asombro, pero Matt se comportaba realmente como si no hubiera mejor compañía en este mundo.
La que se sentía incómoda era ella. Estaba sentada en el borde del sofá y se aferraba al vaso como si le fuera la vida en ello. Matt había puesto la mano sobre su hombro desnudo y la acariciaba ligeramente, con familiaridad. Para Flora era como si sus dedos quemaran su piel, dibujando tatuajes imborrables.
Matt había llevado un par de botellas de champán y propuso trasladar a todo el grupo al baile en su limusina, oferta que fue acogida con entusiasmo.
– ¿Sabes que todos nos creímos que Flora nos tomaba el pelo cuando dijo que vendrías al baile? -confesó Jo.
– ¿En serio? -Matt la miró con sorpresa perfectamente fingida.
– Es que no nos había hablado mucho de ti hasta el momento.
Matt no resistió la tentación de acariciar un mechón dorado de Flora.
– Decidimos mantener la historia entre nosotros un tiempo, ¿verdad, Flora?
La mejilla de la joven se estremeció bajo su caricia e intentó hablar, pero sólo emitió un sonido inarticulado.
Jo y Sarah la miraban con cariñoso humor.
– Nunca habíamos visto a Flora tan enamorada -dijo Sarah-. Ha puesto orden en el salón por ti y ahora no habla… ¡Debe ser muy serio!
Flora se retorció en el sofá, con la cara roja de vergüenza. Cuando todo pasara, mataría a sus amigas.
– Eso espero -dijo Matt con dulzura.
Y como impelida por una fuerza invisible, Flora giró el rostro para mirarlo. Estaba sonriendo y sus ojos verdes expresaban una ternura que nunca había visto en él. Sostuvo su mirada durante un tiempo que le pareció eterno, durante el cual las risas y conversaciones se alejaron y todo dejó de existir, salvo la sensación de aquella mirada y de su corazón palpitando.
Y luego, Matt apartó la vista y volvió a la conversación general, mientras Flora intentaba reunir sus pedazos dispersos. Se daba cuenta de que Jo y Sarah la miraban pensando por qué estaría tan tensa cuando tenía a un hombre como Matt loco por ella, pero Flora no podía reaccionar. Sólo deseaba quedarse a solas con él y acariciarle el muslo, tan cercano, y besarlo hasta perder la noción de todo.
Tuvo que tragarse el champán para escapar a la tentación, tan fuerte era su deseo. Matt estaba haciendo su parte del trato. Era su jefe, no su amante, y haría bien en recordarlo.
La expresión de Seb cuando vio entrar a Flora de la mano de Matt fue un regalo que siempre recordaría. Una mezcla de estupefacción, incredulidad y pesar que justificó todo el sufrimiento que estaba padeciendo. Habían quedado con los amigos en una mesa reservada y Seb estaba hablando con su nueva chica cuando alguien señaló la asombrosa aparición.
Flora se sintió mucho mejor y al sentarse se inclinó para decirle a Matt:
– Has estado genial. ¿Viste la cara de Seb?
Después se relajó y habló animadamente toda la velada.
Matt la contempló mientras reía y gesticulaba, y se preguntó con una sensación malsana en el estómago si todo su numerito era sólo por orgullo, o pretendía dar celos a su antiguo novio. ¿Por qué otro motivo iba a importarle tanto simular una aventura con él? La miró con repentino rencor, mientras la orquesta empezaba a tocar. Tenía el rostro lleno de animación mientras discutía con un amigo sobre una película recién estrenada.
¿Seguía enamorada de Seb? ¿Era aquello el motivo de tanta comedia?
Bruscamente, Matt se puso en pie y le ofreció su mano.
– ¿Quieres bailar? -dijo secamente.
Pero se sintió mejor cuando la tuvo contra él en la pista de baile. Estaba llena de parejas lo que le dio una excusa perfecta para apretarla entre sus brazos, lo que había deseado durante toda la cena interminable.
Flora estaba tensa al principio y mantenía el cuerpo rígido y apartado de él. Había sido más fácil estar en su presencia durante la cena, con la suficiente distancia entre ellos. Sin la distracción de su roce, se había recuperado y había logrado recordar qué estaba haciendo Matt con ella: un trato, un acuerdo absurdo que terminaría tras la visita de su madre. Y ella volvería a ser su secretaria hasta que Paige regresara. Y luego nada. O más bien, todo, el mundo esperándola.
Flora no iba a comprometerse emocionalmente. ¿No era esa la frase de Matt? Lo último que él quería era una mujer enamorada, y en eso coincidía plenamente con ella. Sería un completo desastre. Oh, no, se dijo Flora, no pensaba hacer algo tan idiota. Si fuera lista, saldría corriendo para evitar al tentación de echarle los brazos al cuello y apretarse contra él.
Pero su pecho era tan sólido y acogedor. Y las luces eran suaves y la música lenta. Y sus manos tan calientes sobre su espalda desnuda, y si se relajaba, sólo un poco, quizás la abrazaría un poco más. Seb podía seguir sospechando un fraude y debía observarlos con atención. Y además, tenía las piernas débiles y necesitaba cierto apoyo…
Con un suspiro de pesar, Flora cerró los ojos y se dejó ir contra él.
Matt sintió su cuerpo relajarse, tanto que el aliento de Flora le rozaba el cuello y sin pensarlo, la abrazó con más fuerza. Sus manos recorrían la espalda de la chica, como dotadas de voluntad propia. Apoyó la mejilla en el cabello dorado y sintió su dulzura, respiró su perfume y la abrazó más, sintiendo que Flora se pegaba a él hasta que sus labios rozaron su cuello.
Tragó saliva. Aquello no era una buena idea. Era pésima. No quería comprometerse con una mujer. Las emociones complejas le ponían nervioso y no quería que todo acabara en lágrimas. Cuando no estaba insoportable, Flora era una chica encantadora y lo que era más importante, una buena secretaria.
Y de momento, prosiguió su voz racional, necesitaba una secretaria eficaz mucho más que una amante. El acuerdo en Europa era vital para la expansión futura de Elexx y no podía permitirse perder a Flora en esa etapa del negocio. ¿No era más importante su compañía que el deseo que sentía por una mujer, sin duda pasajero?
Claro que lo era. Bastaba que dejara de abrazarla como si no quisiera dejarla marchar. Tenía que soltarla. Pero su piel era tan suave y la sentía tan cálida entre sus brazos, y el aroma de su piel le embriagaba y no era más que un hombre, al fin y al cabo.