– Dormiré en el sofá -dijo bruscamente.
Herida por su actitud casi hostil, Flora decidió mostrar que le daba lo mismo dónde durmiera.
– No hace falta -dijo fríamente, señalando la cama inmensa que dominaba el cuarto-. Es lo bastante grande para los dos, y sé que eres un caballero -logró sonreír aunque le dolió hacerlo-. No me molesta compartir la cama.
Matt estaba seguro de que iba a volverse loco, pero no podía decirlo cuando Flora estaba mostrando tan a las claras que había decidido olvidar el curso que estaban tomando los acontecimientos antes de la aparición de su querida madre.
– Muy bien -dijo-. Pues te dejo que te cambies -antes de salir, añadió-: El baño es esa puerta. Voy a visitar a mi madre, a ver si consigo convencerla de que se acueste.
Salió, cerrando la puerta y Flora se encontró sola en la suite. Mientras se lavaba la cara y los dientes se intentó convencer de que no era peligroso compartir la cama y que no iban a lanzarse el uno en brazos del otro. Cada uno se quedaría quietecito en su lado. Eso era todo.
No iba a suceder nada.
Capítulo 6
Por supuesto, estaba sucediendo de todo. De hecho, prometía ser una de las peores noches de su vida.
Matt tardó una eternidad en regresar, sin duda haciendo tiempo para asegurarse de que ella durmiera y no pudiera lanzarse sobre él. Cuanto más tiempo pasaba, tumbada en la oscuridad, más se convencía Flora de que había malinterpretado las acciones de Matt. Este se había limitado a cumplir con su parte del trato, simulando estar enamorado de ella, y Flora había respondido colgándose de su cuello, pegándose a él sin ningún pudor y prácticamente rogándole que la besara.
Menos mal que les había interrumpido Nell, se dijo Flora, cada vez más humillada y más insomne. Al menos la madre de su jefe le había recordado que estaban simulando ser amantes.
Flora deseaba dormir, pero su corazón saltaba ante cada sonido y cuando la puerta se abrió por fin, se paralizó de horror. Rígida bajo el edredón, escuchó cómo Matt entraba en el baño sin hacer ruido, y luego se acercaba a la cama. El sonido del edredón al abrirse le pareció como un disparo en la quietud enervante de la noche.
Sintió que el colchón se hundía ligeramente, y supo que Matt estaba en la cama junto a ella. Si se movía un poco, podría tocarlo. Flora cerró los ojos con fuerza, pero comprendió que jamás se dormiría con la tensión que la atenazaba al mínimo movimiento del edredón o del cuerpo cercano. Le oyó respirar con ritmo tranquilo. Era obvio que a Matt no le afectaba lo más mínimo su presencia a su lado. Se había tumbado y se había quedado dormido. El resentimiento ante su frialdad despertó a Flora del todo.
Pero lo cierto era que Matt no se había sentido menos relajado en toda su vida. Estaba mirando el techo, concentrado de forma dolorosa en contar hasta cien, y vuelta a empezar, y en olvidar la presencia cálida de Flora. En parte le alegraba que se hubiera dormido, pero por otro lado le hubiera gustado saber que no era el único en temblar de frustración bajo el edredón.
Cuando se levantó por la mañana. Flora seguía durmiendo profundamente. Estaba estirada sobre la cama, con el rostro medio hundido en un almohadón y el pelo en desorden sobre sus hombros. Matt la miró con rabia contenida. ¿Qué había en aquella chica que le afectaba tanto? Era una mujer normal, no particularmente hermosa ni inteligente. Lo más extraordinario en ella era que él parecía perder el control cada vez que la veía.
Salió de la cama y fue a la pequeña cocina de la suite para servirse una taza de café que se bebió antes de prepararle uno a Flora. Cuando regresó al cuarto, ésta se había girado y ahora ocupaba la mitad de la cama. No había tardado mucho en relajarse, pensó Matt con amargura.
Dejó el café en la mesilla y abrió las cortinas, dejando que el sol entrara en la habitación y diera en el rostro de Flora. Ésta se estiró y murmuró una queja antes de darse la vuelta y abrir los ojos. Lo primero que vio fue a Matt mirándola con expresión enigmática.
– Te he traído café -dijo.
La frialdad de su voz la despertó del todo. Se incorporó sobre la almohada y se apartó el pelo de la cara.
– Gracias -dijo tímidamente y pensó que solía tomar té, pero no se atrevió a reclamarlo.
– Tenemos que hablar -Matt se sentó en el borde de la cama.
Flora se sonrojó profundamente, pensando que había hablado en sueños, o se había lanzado sobre él en la noche y que iba a decirle que no volviera a tocarlo.
– ¿De qué? -preguntó asustada.
– Pasé un rato anoche intentando convencer a mi madre de que acortara su visita -comentó pasándose la mano por la nuca-. Le dije que estabas muy ocupada para entretenerla, que nos gustaba estar solos, lo que se me ocurrió. Pero no hubo manera. Mamá se queda hasta el jueves y punto.
Matt hizo una pausa y le tendió la taza de café.
– Lo que significa que estamos metidos en un lío, y además tenemos que compartir el cuarto -habló con precaución-. No te había pedido más que una cena de familia, pero todo ha cambiado. Me parece que no fue muy buena idea, al fin y al cabo.
– Pero ha funcionado, ¿verdad? -dijo Flora, recordando su determinación de cumplir su parte del trato con Matt-. No me quejo. Gracias a ti, conseguí el efecto que buscaba con Seb. Logré quedar bien con mis amigos.
Matt sintió la insatisfacción de toda la noche. Así que sólo le interesaba su ex-novio, al fin y al cabo. Debía sentirse aliviado de que Flora no hubiera percibido su deseo, pero le molestaba su espíritu práctico.
– Y por supuesto voy a pagarte -dijo-. ¿Te parece quinientas libras por cada noche extra?
Flora lo miró con asombro.
– ¡Se ve que quieres que tu madre te deje en paz!
– Desde luego -admitió Matt-. ¿Lo harás o quieres más dinero?
– No, está bien -Flora intentó animarse ante la perspectiva de ganar tanto dinero en tan poco tiempo. Con eso, el billete y su sueldo, su sueño viajero estaba al alcance de la mano. ¿Por qué entonces no se sentía feliz?
Debía tener resaca.
– Espero que te muestres convincente -ordenó Matt en su tono de jefe.
Flora se limitó a mirarlo con ironía. Ella podía ser tan fría como él. Lo recordó mientras se vestía con vaqueros y un comodísimo y deformado jersey. No había hecho la maleta pensando en presentaciones sociales. A saber qué pensaría de ella la madre de Matt, que sin duda esperaba a alguien un poco más sofisticado.
Pero lo importante era que hiciera su papel con convencimiento y eso haría. Al fin y al cabo. Matt le estaba facilitando un pasaporte a la libertad. Tras convencerse de que podía hacerlo, se reunió con Matt y su madre. Nell estaba mirando el parque y charlando al mismo tiempo, pero se volvió al observar el rostro de su hijo.
– ¡Flora, querida! Estás guapísima, ¿no es así, Matt? -exclamó al verla.
Matt no respondió al instante. Le había desconcertado la aparición de Flora, con el pelo húmedo de la ducha, el rostro resplandeciente y los ojos muy azules. Ya le había sorprendido la noche anterior, pero ahora le parecía que veía a la verdadera Flora por vez primera. Estaba vibrante, alerta, llena de salud y espíritu, y era cierto que estaba hermosa aunque Matt hubiera querido que fuera a recogerse el pelo y a ponerse la ropa seria que llevaba en la oficina.
– Estás muy bien -dijo con voz seca.
– ¿Muy bien? -Nell lo miró con reproche-. Eres tan corto, hijo -los observó a los dos de nuevo y Flora se dio cuenta de que para ser una mujer tan frívolamente amable, tenía una mirada implacablemente lúcida-. Es un encanto, ¿verdad?
Flora miró a Matt y tomó aire. Tenía que ganarse el sueldo.
– Lo es cuando hace falta -dijo y sonrió mientras deslizaba un brazo por su cintura y se apoyaba en él-. ¿No es verdad, cariño?