Matt la estrechó y supo que debía besarla, brevemente, sólo para convencer a su madre.
– Mientras tú lo pienses -dijo y se dejó arrastrar por la tentación.
De nuevo la boca de Flora lo recibió con placer y, aunque la joven intentó armarse contra las sensaciones, fue en vano. En cuanto la tocó, sus huesos se disolvieron, y el calor llenó su cuerpo como una ola capaz de barrer todo sentido común.
Desesperada, Flora se dijo que debía mantener la calma, que debía recordar en todo momento que estaban haciendo teatro.
Matt se ordenó parar. Un beso ligero, se dijo. Ya está bien.
Alzó la cabeza y evitó los ojos de Flora. Por el contrario se encontró con la mirada curiosa de su madre.
– Matt, hijo, qué cara tienes -dijo ésta con humor-. Cualquiera diría que no la has besado antes.
Un sonrojo profundo empezó a cubrir las mejillas de Matt, que soltó a Flora y dio un paso para disimular.
– No seas tonta, madre. Ya te dije que me había enamorado. ¿O crees que me lo inventé? -dijo con demasiada celeridad.
– Bueno, me pareció un poco extraño -reconoció Nell-. No me habías hablado de Flora y de pronto me cuentas que te casas con ella. Por supuesto, me sorprendí.
Flora sonrió.
– Todo ha sucedido muy rápido. A veces a mí misma me cuesta creerlo -Flora seguía buscando su equilibrio, pero estaba dispuesta a salvar la situación-. Y anoche estaba tan dormida que no me extraña que te pareciera raro.
– Fue culpa mía por llegar sin avisar -dijo Nell animadamente.
Flora se alegró de que les hubiera sorprendido la noche anterior. Era evidente que no podía sospechar un fraude cuando ambos estaban juntos en el hotel en actitud amorosa.
– Tu llegada merece una celebración. ¿Qué tal un champán de desayuno?
– ¡Oh, tesoro! -Nell juntó las manos, encantada-. Al fin una chica con inteligencia.
Ambas se sentaron en el sofá mientras Matt pedía el champán.
– Y ahora, quiero que me lo cuentes todo -dijo Nell-. ¿Fue amor a primera vista?
Flora miró a Matt que estaba colgando el teléfono. Parecía irritado por la pregunta de su madre.
– No, en absoluto -respondió Flora y se inclinó con aire de confidente-. Para ser sincera, pensé que Matt era insoportable.
Nell rió con placer.
– Eso es buena señal -dijo y miró a su hijo-. ¿Y tú, Matt? ¿Te enamoraste de Flora al conocerla?
Hubo un pequeño silencio, mientras la pregunta parecía reverberar en el aire. Matt se sentía al borde de un precipicio. Por fin, alzó la mano y acarició el cabello de Flora.
– No lo sé -dijo con expresión neutral-. Un día la miré y me di cuenta de que era la única mujer que quería a mi lado.
Las mejillas de Flora se colorearon al instante. Lo había dicho con tanta sinceridad que parecía cierto. La conversación se interrumpió por fortuna con la llegada del desayuno. Pasaron a la mesa, y se entretuvieron descorchando la botella y pasándose los croissants.
– ¿Cuándo es la boda? -preguntó Nell extendiendo la servilleta sobre su regazo.
– No lo sabemos aún -dijo Flora mientras Matt decía, casi a la vez:
– No vamos a anunciarlo hasta que termine el negocio en Europa.
Ambos se miraron consternados.
– ¿Por qué? Sois jóvenes y estáis enamorados -Nell lo dijo con una nota de sarcasmo-. ¿Qué razón puede haber para ocultar al mundo vuestra relación?
Hubo otro silencio, hasta que Flora habló:
– No se lo hemos dicho a mis padres -dijo y se ganó una mirada agradecida de Matt-. Están fuera… en un crucero -improvisó y pidió mentalmente perdón a su madre por embarcarla, cuando sufría terriblemente en el mar y jamás ponía el pie en un ferry-. Volverán dentro de dos meses.
– Ya veo -dijo Nell con la sombra de una sonrisa y Flora tuvo la clara sensación de que no se había creído una palabra de lo dicho. Tenía que hacer un esfuerzo para dejar las vaguedades o nunca lograrían convencer a una mujer tan lista.
– Sin embargo, he pensado en la boda -dijo-. Vamos a casarnos en el pueblo de mis padres, en Yorkshire. Sólo familia y amigos. Hay una iglesia medieval muy bella y podemos ir desde la casa andando, sin preocuparnos por el transporte. Me gustaría que todo fuera muy sencillo y familiar -prosiguió, creyéndose más su historia-. En el jardín, si no hace frío, bajo una marquesina decorada con flores.
– Suena muy bien -dijo Nell con una sonrisa.
Flora pensó que en realidad tenía un montón de ideas. Era una pena que no fueran a realizarse nunca, al menos con Matt como novio. La idea de aquel hombre saludando a sus numerosas tías y bebiendo té en su pueblo le pareció inverosímil y de pronto se sintió deprimida.
– Espero que consigas que Matt se tome unas vacaciones después -prosiguió Nell-. ¡Necesita olvidarse completamente de la dichosa compañía!
Puesto que la compañía permitía que su madre desayunara con champán, Matt pensó que no eran palabras muy justas. ¿Por qué les interesaban tanto a las mujeres las bodas? Era evidente que Flora ya había pensado en la suya. Se preguntó a quién imaginaba en el escenario medieval descrito con tanta expresividad.
Y ahora, Flora hablaba de la luna de miel. Tenía que reconocerle que lo estaba haciendo muy bien. Le parecía evidente que su madre ya la adoraba. Tendría que haberse sentido contento. Su madre no le pondría a más jovencitas en el camino ahora que había conocido a Flora y no le costaría convencerla de que estaba destrozado cuando rompieran su relación y ella se marchara.
Cuando rompieran… Un sentimiento que no quiso identificar se hizo sitio en su interior, pero luchó contra él con voluntad implacable.
– Nos iremos al menos tres meses seguidos -dijo Flora mientras daba un bocado a un croissant-. Y si Matt hace una sola llamada a la oficina, pido el divorcio.
– ¡No me hablaste de esa condición! -dijo Matt, pensando que ya era hora de parar la imaginación de Flora antes de que su madre sospechara algo.
Pero Flora, animada por el champán, estaba ya a leguas.
– Ahora te lo digo. Vamos a ir a lugares donde los teléfonos no funcionan y nadie ha oído hablar de correo electrónico -informó a ambos con un gesto de extravagante libertad-. Vamos a sentarnos sobre una duna a mirar las puestas de sol. Vamos a nadar en lagos calidos y tumbarnos bajo las palmeras y de noche dormiremos bajo las estrellas escuchando la música de los trópicos.
Puso la mano sobre la de Matt con ternura.
– ¿No es así? -dijo con una mirada provocativa, que pretendía desconcertarlo.
Nada de eso. Este giró la mano hasta enlazar los dedos con ella y dijo mirándola directamente a los ojos:
– Si es lo que quieres.
– ¡Bueno! -rió Nell-. ¡Debe ser amor!
Matt no apartó los ojos de la cara de Flora, dispuesto a mostrar que él también sabía actuar.
– Lo es -dijo con dulzura.
La expresión de los ojos verdes había dejado a Flora sin habla. Todo su cuerpo parecía despierto y una sensación intensa de expectación la mantenía en vilo.
Ninguno de los dos observó la profunda mirada de Nell. Esta siguió contemplándolos en silencio mientras bebía con gesto reflexivo un trago de champán.
– Si es amor, ¿por qué no le has comprado un anillo a Flora? -preguntó tras unos instantes.
Matt logró apartar los ojos y soltó la mano de Flora.
– Ya te he dicho que hemos estado trabajando en un negocio fundamental, madre. No hemos tenido tiempo para nada.
– ¡No se tarda más de una hora en comprar un anillo!
– A Flora no le importa esperar a que pase este momento, ¿verdad? -sintiéndose atrapado, Matt recurrió a Flora que logró emitir un pequeño suspiro de resignación.
– Si tú crees que no hay tiempo para eso -dijo Flora con astucia-. Matt trabaja demasiado -confió a Nell-. Pero no me importa porque sé que cambiará una vez que nos casemos. No podrá pasarse toda la vida en la oficina cuando tenga una familia.