Nell dio un sorbo a su café.
– ¿Pensáis tener hijos?
– Por lo menos cuatro -dijo Flora alegremente y Matt se atragantó por la sorpresa. Bien le estaba, se dijo Flora, y le dio en la espalda con exagerada preocupación-. ¿Verdad, cielo? -insistió con maldad.
– No puedo esperar -logró decir Matt entre toses.
Nell los miraba divertida mientras tomaba café.
– Pensar en Matt como padre, por fin -suspiró-… Recuerdo cuando era niño…
– Un momento -Matt vio el cielo abierto-. Si vas a empezar con las historias de la infancia, aprovecharé para hacer unas llamadas.
– ¡Matt! No irás a la oficina un domingo -Flora y Nell tenían la misma mirada de enfado.
– ¿Por qué no? Está a cinco minutos. Y os entenderéis muy bien sin mí -dijo con ironía y se inclinó para besar la mejilla de su madre-. Termináis el champán y el café y vengo a buscaros para el almuerzo.
Se dirigió a Flora y hundió los dedos en su pelo para hacerla girar suavemente la cabeza.
– No te creas todo lo que te dice mi madre, ¿vale? -y después, para completar la escena amorosa, se inclinó para besarla ligeramente en los labios.
Flora estaba más preparada esta vez, pero incluso así, el beso lanzó un estremecimiento por su espalda. ¿Se habría dado cuenta Matt del efecto que causaba cada vez que la tocaba? Rezó porque no fuera así.
– Me marcho -dijo Matt y apartó la mano con pesar de la nuca de Flora, vaciló un instante y salió de la habitación con pasos rápidos.
Paralizada por el contacto, Flora se quedó mirándolo hasta que cerró la puerta, y tuvo la espantosa sensación de que iba a llorar. Tragó saliva y se volvió hacia Nell que la miraba con una expresión extraña.
Carraspeó para poder hablar.
– ¿Pasa algo?
– No, claro que no -dijo Nell-. ¿Te miraba demasiado, verdad? Estaba pensando en lo diferente que eres de la mujer que me había imaginado para Matt, y al mismo tiempo me doy cuenta de que eres perfecta para él.
Flora disimuló sirviendo café. Lo único perfecto que había en ella, según Matt, era que no le molestaría con exigencias emocionales.
– Cuéntame cómo era Matt de niño -dijo para cambiar de tema.
– Matt era un cabezota -dijo Nell riendo-. Cuando algo se le metía en la cabeza, nada en el mundo podía detenerlo. Como su padre, claro.
Suspiró, recordando, y luego prosiguió.
– Era un niño serio. Siempre me he preguntado si hubiera sido más espontáneo y extrovertido de no haber muerto su padre. Creo que se sentía responsable de mí -movió la cabeza con pesar y luego dirigió su mirada directa a Flora-. Sé que saco de quicio a Matt, pero siempre hace lo que le pido. Nunca lo admitirá, pero no deja de hacer cosas por mí. Aunque le cueste mostrar sus sentimientos, sé que me quiere por encima de todo.
Esperó antes de seguir, con una mirada triste:
– Se parece tanto a su padre que a veces me duele mirarlo. Scott era un hombre reservado -esta vez una sonrisa acompañó el relato-. Le costó mucho decidirse a casarse, pero una vez que me eligió, no volvió a mirar a otra mujer. Yo no tenía ni cuarenta años cuando murió, ¿sabes? Desde entonces he tenido peticiones de matrimonio, pero nunca he logrado querer a un hombre como quise a Scott.
Flora se sentía cada vez peor por mentir a la madre de Matt, la pobre Nell que había perdido tan pronto al hombre que amaba. No era de extrañar que deseara tanto una familia para su hijo.
Apretó la mano de Nell por encima de la mesa.
– Debiste sentirte tan sola -dijo.
La sonrisa de Nell temblaba, pero suspiró y valientemente palmeó la mano de Flora.
– Ha pasado mucho tiempo. Sólo quería que supieras cómo es realmente Matt. Parece un hombre duro, un implacable hombre de negocios y no es así en absoluto. Sólo es duro consigo mismo. Es un hombre para una sola mujer y necesita a alguien que lo quiera del mismo modo.
Flora la miró a los ojos.
– Ya lo sé -dijo con un temblor, y lo más extraño era que lo sabía.
Cuando Matt regresó, Flora y Nell eran buenas amigas. Seguían sentadas en la mesa donde las había dejado, tomando una segunda jarra de café. Flora apoyaba los codos sobre la mesa, y tenía el pelo suelto, seco ya. Reía de algo que le estaba contando Nell y al verlas juntas, Matt sintió que algo apretaba su corazón.
– ¿Ya estás aquí, cielo? -preguntó Nell encantada, y Flora se volvió con una sonrisa, sorprendida siempre al ver a Matt, tan alto, elegante y serio.
– Es casi la una -señaló Matt-. Veo que me habéis echado de menos.
Su sarcasmo no fue recogido por su madre.
– Estábamos hablando de cómo conseguir que pases menos tiempo en la oficina.
Matt fue hasta la mesa. No quería besar a Flora, harto de no poder despegarse después. Se limitó a ponerle la mano en la nuca en una caricia que le permitía disfrutar de su piel cálida.
– ¿Y qué vais a hacer?
Flora, sintiendo la quemadura de la caricia, se adelantó.
– Nell cree que querrás pasar mucho tiempo con tus hijos -dijo, bastante orgullosa de su inesperada naturalidad-. Pero esperaba que también tuvieras ganas de pasar tiempo conmigo.
– Claro que sí -la mano de Matt la apretó un poco más-. ¿Por qué crees que no quiero que nos casemos hasta terminar este negocio europeo? Si no estuvieras en la oficina, no podría hacer absolutamente nada.
– Pues no parece que te haya detenido esta mañana -Flora fue incapaz de limitar el tono cortante de su réplica, pues ella, aunque feliz en compañía de Nell, no había dejado de echarlo de menos. Por otra parte, le reprochaba haberla dejado sola ante el peligro. Nell había sido adorable, pero Flora no podía evitar la sensación de que no estaba del todo convencida.
Matt dejó caer la mano.
– No me concentro sin ti -dijo. Y así era. Sin Flora, el despacho estaba vacío, y mientras intentaba escribir un informe, había descubierto que sólo podía pensar en su piel fragante, en sus ojos azules, en las sensaciones que aquella mujer producía en sus sentidos.
De nuevo se encontró con la mirada de su madre, una mirada cuya ternura no ocultaba la penetrante lucidez, y se sintió incómodo. Para bien o para mal, se habían embarcado juntos en aquel engaño y ahora no tenían más remedio que llevarlo a buen puerto.
Capítulo 7
– ¿Estaís listas para salir? -preguntó Matt-. Quedamos en ir a comer los tres.
Flora contempló sus vaqueros y el jersey dado de sí. Conociendo a Matt, era probable que no fueran al pub de la esquina.
– ¡No puedo ir así! -comentó.
– Claro que sí -dijo Matt con su característica arrogancia-. Si estás conmigo puedes ir como quieras.
Las llevó a un restaurante de moda cerca del río, donde era posible comer en la terraza, contemplando los cargueros y las gaviotas gritando sobre las aguas grises. A juzgar por el número de rostros famosos que Flora reconoció mientras el camarero les acompañaba a su mesa, era un lugar realmente exclusivo, pero el ambiente era informal y no se sintió mal por ir vestida como iba.
Era un hermoso día de verano, un día soleado, pero con un aire fresco proveniente del río. Flora puso los codos en la mesa y observó la actividad de los diques, pero sin dejar de sentir la presencia de Matt, mirando por el rabillo del ojo su piel morena, el vello suave de sus brazos, la fuerza ágil de sus músculos.
Matt hablaba con su madre que claramente estaba disfrutando. Cuando los miraba, había algo particular en sus ojos, una duda difícil de interpretar, pero no hizo más preguntas difíciles y mostró a las claras que Flora le encantaba.
De pronto Flora se dio cuenta de que nunca había visto a Matt tan relajado y se sintió intensamente feliz por el hecho de estar a su lado. La situación podía ser temporal, falsa y abocada a terminar en llanto, pero mientras tanto valía la pena estar sentada al sol, junto a él.