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Y puesto que tenían un trato, podía tocarlo cuanto quisiera. Sucumbiendo a un impulso, puso la mano sobre su antebrazo y acarició su muñeca con una sonrisa de placer.

Matt no apartó la mano, sino que se volvió hacia ella:

– ¿Qué pasa? -dijo sonriendo.

– Nada, que soy feliz -reconoció Flora.

Matt sintió un pequeño dolor en el pecho al mirarla y le devolvió el apretón de manos.

– ¿En serio? -preguntó y en su voz dura había una nota extrañamente frágil.

Flora buscó sus ojos y se preguntó cómo había podido pensar que Matt tenía una mirada fría. Eran unos hermosos ojos verdes llenos de calor y que le hacían sentir emociones poco controlables.

– Sí -dijo con sencillez.

Su humor exultante duró toda la comida. Se sentía llena de vida y no dejó de bromear, de reírse de Matt con la aprobación de su madre, dejar que su imaginación volara haciendo planes para el futuro. Matt la escuchaba, asombrado del esfuerzo y talento de la representación de Flora. No sabía si preocuparse ante la forma en que estaba ganándose a Nell, engañándola con sus historias, o reírse por su desatada fantasía.

Cuando empezó a describir las fiestas que darían a sus amigos, Matt decidió pararla. Le puso la mano en el hombro y preguntó, interrumpiendo su caudal inagotable:

– ¿Dónde vas a estar en Italia, madre?

Nell comenzó a describir su viaje. Estaba hablando de sus amigos cuando, para horror de Flora, una figura inolvidable entró en su campo de visión, acercándose en línea recta hacia ellos. Venezia, claro.

Matt no la había visto todavía. Flora le apretó la mano y Matt la miró y siguió luego la dirección de su mirada. Su ánimo se hundió al reconocer el agresivo avance de la modelo.

Había conocido a Venezia nada más llegar a Londres y había admirado su belleza y su estilo impresionantes. También había reconocido su astucia para los negocios, rasgo que solía apreciar. Pero aunque había tenido cuidado en no provocar falsas expectativas, era evidente que durante sus últimos encuentros, Venezia había insinuado que esperaba cierto compromiso por su parte. Matt se había cerrado ante la mera idea. No tenía la menor intención de enamorarse de ninguna mujer, por muy bella e inteligente que fuera.

Recordando su reacción, Matt observó a Flora que miraba acercarse a Venezia con una expresión combativa. ¿Ninguna mujer?

Ninguna, confirmó una voz dura dentro de su cerebro. Flora sólo estaba allí para convencer a su madre de que lo dejara en paz una temporada.

– No menciones nuestro compromiso -murmuró a Flora mientras se ponía en pie para recibir a Venezia, que había alcanzado la mesa con sus zancadas elegantes de pantera.

– ¡Matt! -exclamó ésta con una voz tan sensual y tan afectada que Flora la miró con odio, mientras la chica ofrecía con confianza sublime la mejilla a Matt. Flora tuvo la esperanza de que la ignorara, pero por supuesto la besó-. ¿Por qué no me dijiste que ibas a estar aquí? No nos hemos visto en años. Me hubiera venido contigo de haberlo sabido.

– Lo decidimos en el último minuto -dijo Matt evitando la mirada de su madre. Venezia estaba mirando la cuarta silla vacía y no tuvo más remedio que apartarla para ella-. Siéntate.

– Gracias -la sonrisa seductora de Venezia era sólo para él y Flora tuvo que morderse el labio.

Hasta la aparición de la modelo, se había sentido perfectamente feliz con sus vaqueros, pero ahora se sentía mal vestida y vulgar. Venezia también llevaba vaqueros, pero sus increíbles, larguísimas piernas, les daban un estilo especial. Y nada de una camiseta normal. Llevaba una especie de top que dejaba casi toda la piel al descubierto y que sólo una modelo se hubiera atrevido a ponerse. Flora la miró con resentimiento. Nadie tenía derecho a que le sentara tan bien la ropa. Era completamente injusto hacia las demás mujeres.

– No conoces a mi madre, ¿verdad? -dijo Matt con algo parecido a una desesperación resignada. Sentía a Flora hervir a su lado y Nell tampoco parecía muy acogedora.

– ¿Tu madre? -Venezia volvió al instante sus ojos hacia Nell con repentino interés-. ¡No! ¿Cómo está?

– Estoy bien -dijo Nell que estaba molesta por la familiaridad posesiva que Venezia desplegaba con su hijo. Flora estuvo a punto de sonreír ante la frialdad de su voz.

– Y conoces a Flora -prosiguió Matt.

Venezia dejó caer una mirada olvidadiza desde el lado contrario de la mesa. Era de la clase de chicas que no pierde el tiempo hablando con otras mujeres.

– Me parece que no…

– En la oficina -la ayudó Flora con una espléndida sonrisa que puso a Matt los pelos de punta-. Soy la secretaria temporal de Matt.

– Oh, sí -era obvio que Venezia no entendía que Matt se molestara en presentarla. Se volvió hacia él y puso una mano suave sobre su antebrazo-. Esperaba verte cuando regresé de rodar en Marruecos -murmuró.

Flora no se detuvo a pensar. Tomó la mano de Matt y dijo con entusiasmo:

– Cariño, cuéntale la noticia a Verónica -exclamó y tuvo la satisfacción de observar una mirada furibunda en los ojos hermosos de la joven, aunque no supo decir si era por la interrupción o por la deliberada equivocación con su nombre.

– Es Venezia -dijo inmediatamente-. ¿Qué noticia es esa? ¿Ya has firmado el contrato que te ha ocupado tanto?

– Oh, es algo mucho más emocionante -explicó Flora, reclinándose hacia Matt-. No voy a ser su secretaria temporal mucho más tiempo, ¿verdad, Matt? Nos casamos el año que viene, así que no pisaré más la oficina.

– ¿Te vas a casar? -Venezia no se creía una palabra. Lo miró como esperando que se riera de la broma-. ¿Matt?

Matt tenía un tic en la mejilla y lanzó una mirada a Flora que prometía venganza. Pero, con su madre como divertido espectador, no podía negarlo:

– No queremos anunciarlo públicamente -dijo entre dientes.

– Oh, pero no importa que se lo contemos a una vieja amiga como Verónica… perdón, Venezia, ¿no es cierto, cielo? -Flora ignoró la mirada de Matt y se inclinó hacia la modelo-. Espero que vengas a la boda -añadió con dulzura y le encantó ver el absoluto desconcierto de la mujer-. Fue tan amable por tu parte enseñarle Londres a Matt cuando llegó a la ciudad.

El rostro de Venezia se endureció y retiró la mano del brazo de Matt mientras le decía, bajando la voz como si estuvieran a solas:

– ¿Es eso verdad? Pensé que no querías comprometerte en una relación seria.

Matt estaba furioso con Flora.

– He cambiado de opinión -dijo brevemente. ¿Qué otra cosa podía decir?

– Ya veo -dijo Venezia con una sonrisa triste-. Pues enhorabuena. No te levantes -añadió poniéndose en pie con menos languidez de lo habitual-. Sólo quería saludar, regreso con mis amigos.

Flora la vio marcharse con su caminar soberbio y apenas pudo contener un grito de triunfo. Matt estaba lívido de ira, pero le daba igual. ¿Esperaba que ella se estuviera callada mientras Venezia se pegaba a él de aquel modo?

Hubo una pausa llena de tensión. Matt estaba deseando decirle a Flora lo que pensaba de su intervención, pero su madre se lo impedía.

– ¿Queréis tomar algo más? -preguntó haciendo un esfuerzo.

Nell sugirió que se marcharan, pero Flora no pensaba huir y dejar el campo abierto a Venezia, que en aquel momento le estaba contando a todo el mundo el terrible error que iba a cometer el pobre Matt. Algunas cabezas del grupo del fondo ya se habían vuelto hacia ellos y los miraban con reprobación.

– Yo quiero postre -dijo con alegría.

Matt tardó más de una hora en lograr sacarla del restaurante y para entonces estaba a punto de estallar de ira.

– Madre, debes estar cansada -dijo cuando iban hacia el coche-. ¿Te parece que te deje a dormir la siesta, mientras Flora y yo vamos a su apartamento a por sus cosas?