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– Nunca duermo siesta -dijo Nell y su hijo la añadió a su lista de estrangulamientos-. Y no estoy cansada.

– ¿Por qué no vienes con nosotros? -preguntó Flora con gratitud-. Sólo necesito una maleta pequeña, pero podrás ver el apartamento y conocer a mis amigas.

– Me encantará -dijo Nell, ganándose una sonrisa de Flora y una mirada desesperada de su hijo.

De modo que Matt tuvo que ir al piso de Flora y ser amable con Jo y Sarah mientras ésta hacia la maleta. Su madre, para variar, estaba encantadora y antes de que pudiera hacer nada, había aceptado tomar el té. Así pasaron otra hora de animada charla hasta el momento en que Flora estuvo a punto de estropearlo todo cuando Jo le preguntó si debían empezar a buscar otra compañera de piso.

– ¡No vais a alquilar mi habitación! -murmuró Flora con repentino pánico.

Jo miró la maleta preparada.

– ¿No te vas a vivir con Matt?

– No… no es permanente -Flora miró a Nell, pero por fortuna la madre de Matt estaba concentrada en la conversación con Sarah. Le hubiera gustado contarles a sus amigas la verdad, pero no podía arriesgarse con Matt y su madre tan cerca-. Quiero decir… igual no sale bien.

Jo la miró y miró a su presunto novio y dijo con convencimiento:

– Claro que saldrá bien.

Y ella qué sabía, pensó Matt con rabia. La tarde prosiguió y Matt no se encontró a solas con Flora hasta la noche. Su madre y Flora no se habían separado en todo el día y si al fin lo hicieron fue porque su madre no pudo inventar ninguna excusa para dormir con ellos. De manera que al fin pudo tomar a su futura esposa por el brazo y meterla en el cuarto con brusquedad, cerrando la puerta tras ellos.

– No puedes seguir escondiéndote detrás de mi madre -le dijo con furia-. ¿Así que quizás podrás explicarme qué mosca te ha picado hoy? Te dije que no se lo contaras a Venezia, pero ni caso. ¡Antes de que abriera la boca ya estabas diciendo «cariño, dile a Venezia la noticia»!

– No pude evitarlo -se defendió Flora acariciándose la muñeca con gesto resentido-. No hay derecho a que una mujer se comporte así con un hombre delante de su novia. Parecía que te iba a comer.

– ¿Comerme? ¡Si sólo me estaba tocando el brazo!

– No es verdad. Se sentó acariciándote y mirándote con esos ojos enormes y el mensaje era que te iba a llevar a la cama en la primera ocasión -Flora empezaba a estar tan enfadada como Matt-. ¡Tu madre jamás se hubiera creído que estábamos comprometidos si me hubiera quedado callada! Por supuesto, tú no hiciste el menor gesto para detenerla.

Matt se había sentado sobre la cama y se estaba quitando los zapatos con algo similar a una rabia fría.

– ¿Y no podías limitarte a parecer herida o algo así? Ahora el mundo entero sabe que estamos comprometidos. No va a ser lo mejor para mi reputación, ¿sabes?

– Haberlo pensado antes de engañar a tu madre -replicó Flora. Demasiado agitada por la discusión como para sentirse intimidada, entró en el baño y buscó su cepillo de dientes.

– Teníamos un trato -dijo Matt desde la puerta mientras se desabrochaba la camisa-. Quedamos en que el numerito era para mi madre y nadie más.

Flora puso demasiada pasta en su cepillo.

– ¿Y qué debo hacer? ¿Decirles a tus novias que por favor se peguen a ti todo cuanto quieran? A tu madre le encantaría.

– ¿Por qué tienes que exagerarlo todo? -se apenó Matt-. Hay un punto intermedio entre las cosas, pero ese nunca lo encuentras -añadió con tono amargo-. No creo que conozcas el concepto de equilibrio.

– No entiendo qué te molesta tanto -dijo Flora escupiendo el agua en el lavabo-. Querías convencer a tu madre y mi escena la convenció más que nada, aunque está desolada porque le parece evidente que aún sientes algo por Venezia.

– ¡No siento nada por Venezia!

– ¡Pues hoy parecía evidente!

– Quizás deba recordarte que te estoy pagando por hacer este teatro -dijo Matt con rigidez.

– No creas que se me olvida -Flora se retiró el pelo de la cara con furia-. ¡No estaría compartiendo esta habitación contigo si no fuera porque me pagas!

– ¡Pues recuérdalo la próxima vez que decidas ponerme en ridículo! -replicó Matt y salió del cuarto del baño.

Esperó de mal humor a que Flora terminara. Debía estar contento porque la joven le hubiera recordado todos los motivos por los que no podía aguantarla. De otro modo, hubiera empezado a encontrarla demasiado atractiva. Odiaba sentirse como si hubiera perdido el control de su vida. Y odiaba que Flora le replicara a todo. La vida sería mucho más fácil si le obedeciera, como hacían los demás.

Ni siquiera parecía molesta cuando al fin salió del baño. Se había lavado la cara y sus ojos estaban muy azules y la mandíbula tenía el habitual gesto de orgullo. Llevaba un camisón azul de seda. Tenía mangas cortas y llegaba hasta la rodilla, pero aún así, ponía en evidencia los grandes senos y las caderas de la joven.

– Todo tuyo -dijo.

– ¿Qué?

– El baño -aclaró Flora fríamente y se metió en la cama, dispuesta a demostrarle a Matt que no tenía problemas en dormirse a pocos centímetros de él. Sería mucho más fácil ahora que había recordado lo egoísta y estúpido que podía ser.

En todo caso, eso esperaba.

Matt estaba de un humor de perros al día siguiente. En cuanto a Flora, la había despertado a las siete para decirle que la quería en la oficina a las ocho para recuperar el tiempo que estaban perdiendo con «la farsa», y no estaba de mejor humor. No había ni rastro de Nell y desayunaron en silencio. Nada de champán, pensó Flora bebiendo pensativamente su café.

Durante toda la mañana apenas hablaron, pero la tensión en la oficina se cortaba. Cuando una voz lánguida de mujer pidió que la pasara con Matt, declarando ser una tal Jinx, Flora decidió que estaba harta. Al menos podía dejar de salir con sus amantes mientras simulaban estar juntos.

Si quería mostrar que su vida continuaba como siempre, Flora haría lo mismo. Así que tomó el teléfono, llamó a su agencia de viajes, y pidió información sobre el visado para Australia y los precios de un viaje alrededor del mundo.

Matt entró en el despacho cuando estaba comparando precios de varias líneas aéreas. Con una tranquilidad provocativa, Flora dejó el auricular y lo miró:

– ¿Necesitas algo?

– Necesito la carpeta de ese nuevo esponsor -Matt habló con irritación-. Pero no te molestes, ya lo busco yo.

– Si esperas un minuto, te lo llevo -Matt ya había empezado a revolver en los papeles, pero Flora no perdió la calma, buscó la carpeta y se la tendió-: ¿Necesitas algo más? -dijo con su sonrisa más dulce.

Matt le arrancó la carpeta de la mano.

– Sí, si has terminado de perder el tiempo de la compañía haciendo tus planes de viaje, reserva una mesa para la una en ese nuevo restaurante japonés.

– ¿Mesa para dos? -preguntó Flora intentando parecer indiferente. No pensaba interesarse por su maldita comida y su estúpida compañía.

– Sí -exclamó Matt que no pensaba explicarle que tenía una cita con el director financiero de un banco-. Y será mejor que lleves a mi madre al teatro o algo así esta noche -añadió-. Consigue entradas para cualquier cosa que esté de moda.

¿Y qué sería eso? se preguntó Flora mientras reservaba mesa a regañadientes. ¿A quién podía preguntarle qué se llevaba en Londres?

¡Seb! La inspiración la hizo sonreír mientras marcaba. Podía ser un hombre insoportable, pero como reportero era un genio para saber qué pasaba en la ciudad.

Pareció encantado al oírla.

– Estaba pensando en ti -dijo después de ofrecerle a Flora una descripción detallada de los espectáculos adecuados para una dama americana-. Tengo que contarte algo. ¿Hay alguna posibilidad de que nos veamos a la hora de comer?

Flora pensó en Matt comiendo con una espléndida rubia llamada Jinx y dijo:

– Claro que sí, ningún problema.