Tomó la mano de Flora y le besó los dedos antes de seguir con su narración:
– Lo primero que hice fue ir a tu casa a la mañana siguiente, pero no había nadie. Tenía la sensación de que te habrías marchado de Londres y pensaba que igual estabas con tus padres. Sabía que eras de Yorkshire y nada más. Recordé que Paige es tu amiga y la llamé sin fijarme mucho en la diferencia de horario. Creo que la desperté en mitad de la noche, contándole mi historia y suplicando que me ayudara a encontrarte.
Flora rió por primera vez, imaginando la reacción de Paige al descubrir los sentimientos ocultos de su severo y eficaz jefe.
– ¿Se asombró mucho?
– Bueno, no se lo esperaba -sonrió Matt-. Pero hace falta más que eso para desconcertar a Paige. Recordaba que vivías cerca de York, pero no tenía las señas de tus padres. Me disponía a buscar todas las iglesias medievales del condado cuando mamá llamó.
– ¡Nell! -Flora se llevó la mano a la boca. No había dejado de pensar en el disgusto de Nell-. ¡Pobrecita! ¿Estaba muy disgustada por el artículo de Seb?
– Mucho más lo estuvo al saber que te había perdido -dijo Matt con un gesto divertido-. No me hablaba así desde que era pequeño. No voy a contarte el colorido de la conversación, pero me describió como un completo imbécil que había echado a perder lo mejor que le había sucedido en la vida. Y después de ponerme a la altura de su zapato, admitió que era todo culpa suya.
– ¿Culpa suya?
– Al parecer se encontró con Seb en una recepción en Londres. Él se presentó, dijo que era amigo tuyo y olvidó mencionar que era periodista. Mi madre siempre ha tenido debilidad por los jóvenes encantadores y parece que Seb estuvo encantador. Es tan indiscreta que no tardó nada en contarle toda nuestra vida, incluida su versión de mi trauma con mi padre.
Flora miró a Matt con expresión primero absorta y luego alerta:
– Pero Nell no pudo contarle a Seb que estábamos fingiendo. No lo sabía.
– ¿Eso crees? -la sonrisa de Matt era sarcástica-. Siempre olvido lo fácil que es infravalorar a mi madre -dijo con cierto pesar-. Lo supo todo desde el principio. Pero también supo que estaba enamorado de ti antes de que lo supiera yo.
Flora recordó la mirada lúcida, a veces desconcertada de Nell.
– A veces, me pregunté… Pero no tiene sentido. ¿Por qué no dijo nada si pensaba que mentíamos?
– Porque mi madre es mi madre y decidió que sólo nos faltaba un pequeño empujón en la dirección correcta. Le gustaste desde el primer momento, así que simuló estar convencida, y se quedó una semana más para estar segura de que nos conocíamos a fondo. Por eso se pasaba las noches fuera. Quería que estuviéramos más tiempo fingiendo. Y funcionó, ¿verdad?
Se miraron sonriendo, recordando las largas noches de verano que habían pasado haciendo el amor, enamorándose.
– Sí -dijo Flora en voz baja-. Funcionó.
Más tarde, se apoyó en el balcón de la habitación del hotel que daba sobre el puerto de Sydney, contemplando la Ópera, con sus tejados extraordinarios y el famoso puente. Pequeños barcos cruzaban la bahía y al fondo un grupo de veleros iniciaba una regata con las velas al viento, cortando las aguas azules.
Flora sintió el júbilo de la mañana en sus huesos. Se había duchado y con el agua se habían borrado las huellas de la tristeza y el cansancio del viaje. Se sentía llena de energía, fresca y con los sentidos despiertos. El cielo tenía un azul brillante y transparente, y el mismo aire parecía vibrar de vitalidad… o quizás fuera la alegría que bailaba en todo su ser. Matt la abrazó por detrás y Flora se apoyó en su pecho sonriendo al sentir un beso en el cuello.
– No me has dicho cómo me encontraste.
Matt apoyó la barbilla en su cabeza.
– ¿Por dónde iba? Ah, sí, la llamada de mi madre. Eso me aclaró muchas cosas, pero seguía sin saber cómo encontrarte. Así que llamé a la única persona que nos podía ayudar: Seb.
– ¿Llamaste a Seb? -Flora se dio la vuelta para mirarlo con incredulidad.
– Pensé que tendría el número de tus padres.
– Pero, ¿cómo podías hablar con él después de lo que había escrito?
Matt se encogió de hombros. Le costaba creer en su propia furia ahora que abrazaba a Flora.
– Me daba igual con tal de encontrarte -dijo-. Seb confirmó más o menos lo que me había dicho mi madre. Cómo completó con la imaginación lo que le contó Nell.
– Qué canalla -dijo Flora, intentando indignarse, pero completamente indiferente ante la idea de Seb.
– No pudo resistirse a la tentación de publicar lo que había descubierto, y por si sirve de algo, se disculpó -y viendo que Flora seguía sin convencerse-. El caso es que le prometí las entrevistas en profundidad que quisiera si me decía dónde vivían tus padres. Luego tuve que decidir qué iba a decirte. No podía llamarte, porqué te había tratado demasiado mal, así que decidí ir a verte. Llegué a York, a tu casa, cuando no había nadie. Esperé horas y al fin regresaron tus padres: venían de llevarte a la estación. ¡Puedes imaginar cómo me sentí entonces!
– Si hubiera sabido que ibas a venir -suspiró Flora abrazando su cintura-. Era tan infeliz que no sabía qué hacer. Mi padre me convenció de ir a Australia, como había pensado, y él mismo me consiguió un vuelo.
– Ya lo sé. Les expliqué lo ocurrido a tus padres y me dijeron en qué vuelo estabas. Mi idea era buscarte en Londres antes de que te fueras, pero pensé en las ganas que tenías de ver el mundo y que quizás, si nos encontrábamos aquí, podíamos empezar de nuevo, lejos de todo. Por eso tomé el vuelo de Sydney esa misma noche.
Matt sonrió al recordar.
– Siempre llevo el pasaporte, en eso no tuve problema. Pero tuve que comprar ropa al llegar. Desde ayer no he hecho más que esperarte y han sido las horas más largas de mi vida, Flora -le acarició el pelo-. No puedo explicarte cómo me he sentido al verte aparecer después de tanto tiempo.
– Y aquí estamos -dijo Flora y lo miró con tanto amor que Matt tuvo que besarla.
– Aquí estamos -repitió lentamente y se preguntó si ella llegaría a saber algún día cuánto la amaba.
– Los dos solos -rió Flora besándole en la barbilla-. Sin nada que hacer…
Matt rió a su vez.
– Bueno, se me ocurre una cosa que hacer.
– Muy bien -susurró Flora en su oído-. Puedes llamar a tu madre y decirle que al fin tiene posibilidades de ser abuela.
– Podría -asintió Matt y la tomó de la mano, llevándola a la cama-. Pero lo haremos después.
Mucho más tarde, Flora se estiró con alegría bajo las posesivas manos de Matt.
– ¿Y todas esas historias que inventamos para Nell fueron una pérdida de tiempo?
– Oh, no lo sé -dijo Matt, simulando reflexionar-. No tenemos que planear la boda porque ya sabemos que será en la iglesia medieval y luego en tu casa, decorada con…
– Muchísimas flores -rió Flora-.Y ya no necesito anillo -señaló la cadena en su cuello.
– Es verdad -sonriendo, Matt abrió la cadena y dejó caer el anillo en su mano. Con gestos dulces, se lo colocó en el dedo-. Te quiero -dijo, mirándola a los ojos.
– Yo también te quiero -respondió Flora y le ofreció sus labios para un beso dulce y largo.
– Y tampoco tenemos que perder el tiempo hablando de la luna de miel -recordó Matt-. ¿Qué le dijiste a mi madre?
– Ya sabes, dunas y atardeceres, y estar horas tumbados escuchando caer los cocos…
– Eso es -Matt acarició el vientre desnudo de Flora-. Y todas esas noches tropicales…
– Creo recordar que dije algo de divorciarme si se te ocurría llamar al trabajo -le advirtió Flora, estremeciéndose bajo su caricia.
Al sentir su respuesta, Matt sonrió.
– ¿No podemos negociar eso? Tendré que hacer un par de llamadas, pero supongo que pueden vivir sin mí una temporada. Yo no puedo vivir sin ti -añadió y le besó un hombro.