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II EL MARTIRIO

Flora desnuda se sube por escalerillas de agua. El Cónsul pide bandeja para los senos de Olalla. Un chorro de venas verdes le brota de la garganta. Su sexo tiembla enredado como un pájaro en las zarzas. Por el suelo, ya sin norma, brincan sus manos cortadas que aún pueden cruzarse en tenue oración decapitada. Por los rojos agujeros donde sus pechos estaban se ven cielos diminutos y arroyos de leche blanca. Mil arbolillos de sangre le cubren toda la espalda y oponen húmedos troncos al bisturí de las llamas. Centuriones amarillos de carne gris, desvelada, llegan al cielo sonando sus armaduras de plata. Y mientras vibra confusa pasión de crines y espadas, el Cónsul porta en bandeja senos ahumados de Olalla.

III INFIERNO Y GLORIA

Nieve ondulada reposa. Olalla pende del árbol. Su desnudo de carbón tizna los aires helados. Noche tirante reluce. Olalla muerta en el árbol. Tinteros de las ciudades vuelcan la tinta despacio. Negros maniquíes de sastre cubren la nieve del campo en largas filas que gimen su silencio mutilado. Nieve partida comienza Olalla blanca en el árbol. Escuadras de níquel juntan los picos en su costado.
Una custodia reluce sobre los cielos quemados, entre gargantas de arroyo y ruiseñores en ramos. ¡Saltan vidrios de colores! Olalla blanca en lo blanco. Angeles y serafines Dicen: Santo, Santo, Santo.

BURLA DE DON PEDRO A CABALLO

ROMANCE CON LAGUNAS

A Jean Cassau

Por una vereda venía don Pedro. ¡Ay cómo lloraba el caballero! Montado en un ágil caballo sin freno, venía en la busca del pan y del beso. Todas las ventanas preguntan al viento por el llanto oscuro del caballero.

PRIMERA LAGUNA

Bajo el agua siguen las palabras. Sobre el agua una luna redonda se baña, dando envidia a la otra ¡tan alta! En la orilla, un niño ve las lunas y dice: – ¡Noche, toca los platillos!

SIGUE

A una ciudad lejana ha llegado don Pedro. Una ciudad de oro entre un bosque de cedros. ¿Es Belén? Por el aire yerbaluisa y romero. Brillan las azoteas y las nubes. Don Pedro pasa por arcos rotos. Dos mujeres y un viejo con velones de plata le salen al encuentro. Los chopos dicen: No. Y el ruiseñor: Veremos.

SEGUNDA LAGUNA

Bajo el agua siguen las palabras. Sobre el peinado del agua un círculo de pájaros y llamas. Y por los cañaverales, testigos que conocen lo que falta. Sueño concreto y sin norte de madera de guitarra.

SIGUE

Por el camino llano dos mujeres y un viejo con velones de plata van al cementerio. Entre los azafranes han encontrado muerto el sombrío caballo de don Pedro. Voz secreta de tarde balada por el cielo. Unicornio de ausencia rompe en cristal su cuerno. La gran ciudad lejana está ardiendo, y un hombre va llorando tierras adentro. Al Norte hay una estrella. Al Sur un marinero.

ÚLTIMA LAGUNA

Bajo el agua están las palabras. Limo de voces perdidas. Sobre la flor enfriada está don Pedro olvidado ¡ay! jugando con las ramas.

THAMAR Y AMNÓN

Para Alfonso García-Valdecasas

La luna gira en el cielo sobre las tierras sin agua mientras el verano siembra rumores de tigre y llama. Por encima de los techos nervios de metal sonaban. Aire rizado venía con los balidos de lana. La tierra se ofrece llena de heridas cicatrizadas, o estremecida de agudos cauterios de luces blancas.
Thamar estaba soñando pájaros en su garganta, al son de panderos fríos y cítaras enlunadas. Su desnudo en el alero, agudo norte de palma, pide copos a su vientre y granizo a sus espaldas. Thamar estaba cantando desnuda por la terraza. Alrededor de sus pies, cinco palomas heladas. Amnón delgado y concreto, en la torre la miraba, llenas las ingles de espuma y oscilaciones la barba. Su desnudo iluminado se tendía en la terraza con un rumor entre dientes de flecha recién clavada. Amnón estaba mirando la luna redonda y baja. y vio en la luna los pechos durísimos de su hermana.
Amnón a las trcs y media se tendió sobre la cama. Toda la alcoba sufría con sus ojus llenos de alas. La luz. muciza. Sepulta pueblos en la arena parda, o descubre transitorio coral de rusas y dalias. Linfa de pozo oprimida brota silencio en las jarras. En el musgo de los troncos la cobra tendida canta. Amnón gime por la tela fresquísima de la cama. Yedra del escalofrío cubre su carne quemada. Thamar entró silenciosa en la alcoba silenciada, color de vena y Danubio, turbia de huellas lejanas. – Thamar, bórrame los ojos con tu fija madrugada. Mis hilos de sangre tejen volantes sobre tu falda. – Déjame tranquila. hermano. Son tus besos en mi espalda avispas y vientecillos en doble enjambre de flautas. – Thamar, en tus pechos altos hay dos peces que me llaman, y en las yemas de tus dedos rumor de rosa encerrada.
Los cien caballos del rey en el patio relinchaban. Sol en cubos resistía la delgadez de la parra. Ya la coge del cabello, ya la camisa le rasga. Corales tibios dibujan arroyos en rubio mapa.
¡Oh, qué gritos se sentían por encima de las casas! Qué espesuras de puñales y túnicas desgarradas. Por las escaleras tristes esclavos suben y bajan Émbolos y muslos juegan bajo las nubes paradas. Alrededor de Thamur gritan vírgenes gitanas y otras recogen las gotas de su flor martirizada. Paños blancos enrojecen en las alcobas cerradas. Rumores de tibia aurora pámpanos y pcces cambian. Violador enfurecido Amnón huye con su jaca. Negros le dirigen flechas en los muros y atalayas. Y cuando los cuatro cascos eran cuatro resonancias, David con unas tijeras cortó las cuerdas del arpa.