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Y en tercer lugar estaban los æsir. Hasta ese momento había conseguido pasar inadvertido ante ellos, pero ahora, al levantar la mirada desde la parte inferior de la puerta, Loki fue consciente, para su inquietud, de los cuatro aspectos que la flanqueaban y que tan familiares le resultaban.

«Afrontemos la realidad -pensó-. No hay parte positiva».

Así que trató de escapar.

Como era de suponer, no llegó muy lejos. Apenas había adoptado su aspecto ígneo cuando se vio inmovilizado por los cuatro costados.

– No tan rápido -dijo Tor-. Nos debes una explicación.

– Nos debe algo más que eso -añadió Tyr.

Loki sabía que el dios manco tenía buenas razones para desconfiar de él, empezando por que Tyr había perdido la mano por culpa suya. Ahora se cernía sobre el Embaucador mientras su firma mágica llameaba con un intenso color naranja. Su mano derecha (regenerada en aquel aspecto) era una maravilla de arsenal mental, un guantelete de encantamientos que duplicaba su fuerza.

– ¡Pégale! -dijo Sif con rabia. En cierta ocasión, Loki le había cortado su larga cabellera para gastarle una broma. Sif no dejaba que nadie lo olvidase-. Vamos, Tor, dale bien fuerte por mí.

– Vamos, amigos, dejadme un respiro -dijo Loki-.Acabo de entregar mi vida por vosotros.

– ¿Cómo? -preguntó Tyr.

Loki se lo explicó.

– Lo que estás diciendo -intervino Tyr- es que en realidad todo lo que ha pasado es por tu culpa. Si no hubieras sido tan imprudente…

– ¿Imprudente yo?

– Bueno, ¿cómo llamarías a alguien que destruye medio Averno, por no decir nada de despertar al Destructor, abrir una grieta en el Caos, soltar a Jormungard de nuevo contra los mundos y, en resumen, provocar el segundo Ragnarók?

– Dejadle en paz.

La que había hablado era Frig, la Madre de los dioses. Incluso el Tonante se lo pensó antes de desafiarla. Era una mujer alta y callada, de cabello sedoso y castaño, y no habría llamado demasiado la atención de no ser por la inteligencia que asomaba a sus ojos grises. Gracias a su capacidad de sufrimiento y a su dignidad era capaz de superar pruebas en las que incluso las armas más poderosas fracasaban. Al ser una de las pocas que habían visitado el país de los muertos para regresar de él, gozaba esporádicamente del don de la clarividencia. Ahora, todos los ojos se posaron en ella cuando dijo:

– Puede que todavía tengamos una escapatoria.

Tor emitió un gruñido desdeñoso.

– ¿Con todo este desastre? ¡Yo digo que luchemos!

Frig miró al otro lado del río, cada vez más crecido. Podía verse con claridad a los ejércitos del Orden, desplegados en la llanura muerta. Su inmovilidad total resultaba sobrecogedora.

– No es ningún desastre -dijo Frig-. Todo esto ha sido cuidadosamente planeado. Nuestra huida de la fortaleza, el cierre de la puerta, la destrucción del Averno e incluso la traición de Heclass="underline" nada ha sucedido al azar. Todo indica que se nos ha traído aquí con un propósito determinado, y que el enemigo, sea quien sea, tiene un plan del que la destrucción de los æsir tan sólo es una parte.

Tor volvió a rezongar, pero Tyr parecía interesado.

– ¿Por qué? -dijo.

– Ésa no es la pregunta -respondió Frig-, sino quién.

Todo el mundo se quedó pensando en ello por unos instantes.

– Me imagino que Surt -dijo Tyr, por fin.

Tor asintió.

– ¿Y quién más?

– Hasta ahora, Surt estaba en su perrera, durmiendo la resaca del Ragnarók -les recordó Frig-. Había ganado la batalla. Sus enemigos estaban dormidos o prisioneros en el Averno. ¿Qué intereses podría tener en las Tierras Medias? Y otro argumento a mi favor. -Frig se volvió hacia Loki, señalando con una mano a las silenciosas legiones que formaban al otro lado del río-: ¿Qué intereses puede tener en común con gente como ésa?

– Tienes razón -respondió Loki-. No es Surt. Lo suyo es el Caos, no el Orden. Él no sabría cómo reclutar un ejército así. Será todo lo poderoso que queráis, pero en el fondo no es más que un perro guardián adiestrado para morder cuando se lo mandan. Surt es incapaz de llevar a cabo maniobras sutiles.

Sif sacudió la melena a los lados.

– Parece que sabes mucho sobre él -dijo-.Y sí que entiendes de maniobras sutiles.

– Sí. Además, siempre me ha apetecido la idea de destruir los Nueve Mundos y suicidarme de paso.

– No hace falta que seas tan grosero -protestó Sif.

– Loki tiene razón -dijo Frig con voz serena-. Surt, pese a todo su poder, no es más que una herramienta del Caos. Una máquina. Alguien le incitó a actuar. Alguien que sabía que estaríamos allí y que nuestra huida galvanizaría su rabia.

Los dioses parecían perplejos.

– Pero no hay nadie más -protestó Tyr-. No ha quedado nadie más después del Ragnarók. Unos cuantos gigantes, tal vez, y uno o dos demonios. La Gente…

Loki se llevó la mano a la boca y abrió aún más los ojos.

– Él lo sabe -dijo Frig en tono suave.

– ¿De veras? -preguntó Tor.

– La chica quería rescatar a su padre, y sabía que estaba en el Averno. Pero ¿quién se lo contó? ¿Quién la animó? ¿Quién la trajo aquí en el momento preciso y se aseguró de que Loki se encontrara con ella? Sí, Loki, cuya presencia era una garantía de caos seguro en el Averno, y al que también podía utilizar como cebo.

– Así que ha sido culpa suya…

Frig sacudió la cabeza.

– He preguntado quién.

Un silencio siguió a sus palabras.

A su alrededor todo se detuvo: el griterío, el alboroto, el estrépito de las rocas que se desgajaban de las paredes de la fortaleza y chocaban entre sí como planetas.

Después, la risa de Loki rompió el silencio.

Y la sombra de un pájaro negro con una corona de fuego levantó la cabeza por entre los mundos y se dirigió hacia ellos a través de la inmensidad del Caos.

Capítulo 8

Si el ojo vivo de Hel era inmisericorde, el muerto parecía una fosa funeraria. Maddy aguantó su mirada tan sólo unos segundos antes de apartarla.

– ¿Estoy muerta? -preguntó.

– Maldita sea, está despierta.

Aquella voz áspera era la del Susurrante, pero la figura que había hablado pertenecía a alguien que Maddy no había visto nunca: un anciano encorvado, vestido de luz y con un bastón rúnico que emitía chispas de energía mágica.

– Parece que estás viva, querida. En contra de lo que esperaba, lo has conseguido justo a tiempo. Por supuesto, para mí habría sido un inconveniente que perdieses tu cuerpo a estas alturas. Aunque preferiría haber hecho las cosas de otra manera, estás aquí, y eso es lo que cuenta…

– ¿A qué cosas te refieres? -preguntó Maddy.

– ¿A qué va a ser? A mi venganza.

– ¿Contra quién?

– Contra los æsir. ¿Quiénes si no?

Maddy sacudió su dolorida cabeza. Aún estaba mareada tras su alocado vuelo a través del Averno. Ahora se quedó mirando a la figura luminosa que había brotado de la cabeza, tratando de descifrar el significado de aquellas absurdas palabras.

– ¿Los æsir? -preguntó-. Pero… si tú estás en el mismo bando que ellos.

– ¿En el mismo bando? ¿En el mismo bando? -preguntó el anciano con áspero desdén-. ¿Y qué bando es ése, niña estúpida? ¿El Orden? ¿El Caos? ¿Una mezcla de ambos?

Maddy trató de incorporarse, pero la cabeza le daba vueltas.

– ¿Qué han hecho por mí los æsir? Me arrebataron mis talentos, me hicieron asesinar y, como si eso no fuera suficiente, me condenaron a ser traído y llevado al capricho de cada amo como si fuese un vulgar objeto. -El Susurrante soltó una seca carcajada-. ¿Se supone que tengo que estar agradecido por eso y dejar que lo empiecen todo de nuevo?