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Justo entonces el as se jugó una última carta, comenzando a mostrar su sonrisa torcida. Era un movimiento desesperado, sin lugar a dudas, pero siempre había sido de lo más imaginativo en momentos de crisis.

– No creo que lo hagas -negó él.

– ¿Y eso por qué? -preguntó Skadi.

Loki sonrió abiertamente. Nunca se había sentido menos seguro de sí mismo, pero era su carta final y pensaba jugarla con estilo.

– Tengo al Susurrante -anunció.

Hubo una pausa muy larga.

El látigo rúnico descendió despacio hacia el suelo.

– ¿Lo tienes? ¿Dónde? -Loki sonrió y sacudió la cabeza-. ¿Dónde?

El látigo chisporroteó de forma amenazadora en la mano de Skadi, con la punta moviéndose hacia él como los colmillos de una serpiente.

Lo apartó con un gesto impaciente.

– Oh, por favor. En el momento en que te lo diga soy hombre muerto.

– Bien razonado -asintió Skadi-. Así que, dime, ¿qué es lo que quieres?

Capítulo 11

Maddy se quedó helada cuando Loki mencionó al Susurrante. Le había embargado tal angustia por la suerte del Tuerto, que no se le habían pasado por la cabeza los muchos peligros asumidos al haberlo traído consigo al Salón de los Durmientes.

Pero ahora sí, de modo que buscó en todas direcciones un lugar donde esconderlo. Por fortuna, constató que la caverna de hielo era quizás el único lugar en el Trasmundo donde era posible una cosa así, ya que las firmas mágicas luminosas que atravesaban el aire eran tan brillantes y numerosas que pasaría desapercibida incluso una energía mágica tan poderosa como la del Susurrante, al menos durante un tiempo.

Se deslizó con cautela detrás del bloque donde había buscado protección en un principio, y tras rayar la base con el filo del cuchillo, Maddy descubrió que podía soltar un trozo suficientemente grande del material helado como para poder introducir al Susurrante en el hueco abierto. Lo selló con Yr y unos cuantos puñados de nieve compacta; luego, inspeccionó el resultado y decidió que podría funcionar.

«Más le vale que funcione de una u otra manera», pensó para sus adentros. Le quedaba muy poco tiempo, el Tuerto estaba prisionero y aunque apenas podía considerar a Loki como un amigo, no iba a quedarse como si tal cosa a observar cómo le asesinaban. Así que Maddy se puso de pie y comenzó a caminar con calma hacia los dos adversarios mortales.

Por el momento, sí, sí había conseguido ganar un poco de tiempo.

Aunque no cabía duda de que haber caído en manos de Skadi era la peor clase de mala suerte, de entre todas los posibles, y ella además estaba en su aspecto completo, enfadada, alerta y más fuerte que nunca, con Isa en la posición correcta, sin invertir. Por si todo eso fuera poco, Loki nunca había valido demasiado como luchador, ni siquiera en los días de antaño, y siempre había dependido más del ingenio que de las armas.

El Embaucador estudió con ánimo sombrío el látigo rúnico de la rival. No cabía duda de que debía de ser algún hechizo rúnico de la Era Antigua, cuando todavía disponía de tiempo y le sobraba poder para desperdiciarlo en un trabajo tan lujoso. No le había alcanzado de lleno o, de lo contrario, lo más probable es que se hubiera quedado sin mano, pero a pesar de no recibir el golpe directamente, había sentido el impacto como si le hubieran aporreado los nudillos. Le dolía todo el brazo y todavía tenía adormecida la mano derecha. La verdad era que sus probabilidades de poder realizar la más simple de las digitaciones a lo largo de la siguiente hora eran bastante escasas.

Sin embargo, estaba vivo contra todo pronóstico y eso era razón suficiente para sentirse contento por el momento. Al menos…

Skadi se hallaba de espaldas y lo primero que percibió de la aproximación de Maddy fue el ramalazo de angustia que atravesó como un rayo los ojos de Loki. Se volvió y vio a una joven de no más de catorce años caminando con garbo hacia ellos.

– Skadi -dijo ella-, encantada de conocerte. Veo que Loki y tú os estáis poniendo al día.

Él tragó saliva. Se veía en el bando perdedor por segunda vez en el día y la sensación resultaba de lo más desagradable. Era completamente consciente de que una sola palabra de la muchacha bastaba para condenarle. ¿Y quién la culparía por ello? No podía decirse que se hubieran separado en los mejores términos.

Sin embargo, pensó que aún había alguna esperanza y su mente ágil ya estaba comenzando a trazar planes y analizar posibilidades.

– Skadi -intervino-, te presento a Maddy Smith.

Ahora bien, estaba perdido sin remedio como la chica aún llevase consigo al Susurrante. Y estaba igualmente perdido si ella se negaba a seguirle el juego. Quizá lo estaban los dos, ya que, después de todo, aunque Maddy era indiscutiblemente un peso pesado de la magia, Skadi era mayor y estaba entrenada en la pelea, además de llevar en la punta de sus dedos aquel letal artefacto mágico. Loki no sabría cómo calibrar las respectivas posibilidades de cada una en caso de lucha.

Curiosamente, Maddy parecía bastante contenta.

– Encantada de conocerte, Skadi -repitió-. Imagino que Loki te ha contado por qué estamos aquí.

– En realidad, no -replicó Loki-. Manteníamos una discusión sobre… los viejos tiempos.

– Bueno, pues las cosas están así -dijo Maddy, acercándose a él para ayudarle a ponerse de pie-. Han atrapado a Odín y están usando la Palabra.

LIBRO CINCO

Los Durmientes

Y entonces vino un caballo escarlata…

Apocalipsis, 6:4

Capítulo 1

– ¿Cuándo? -inquirió Loki.

– Esta tarde.

– Entonces puede que no la hayan usado todavía -repuso él.

Skadi se le quedó mirando.

– ¿Usado, qué?

– La Palabra, evidentemente -replicó, tembloroso, e intentó dar un paso, con unos pies desnudos que no hicieron ruido sobre el suelo cristalino.

– ¿Qué Palabra? -inquirió la Cazadora con suspicacia.

– Dioses -contestó Loki disgustado-. Esto no hace más que ponerse peor y peor, ¿a que sí? Maddy, ¿dónde está el General?

– Creo que en la cárcel.

– ¿Está muy protegida?

Maddy se encogió de hombros.

– Dos hombres, quizá.

– En tal caso tendremos que movernos rápido. No podemos dejar que el Orden le interrogue. Si se dan cuenta de su identidad y lo que sabe… -Se estremeció de nuevo al pensar en ello.

– ¿Qué Palabra? -insistió Skadi-. ¿Qué es la Palabra y dónde está el Susurrante?

El Embaucador parecía impaciente.

– Mira, cariño, las cosas han cambiado mucho desde el Ragnarók. Ha habido algunas transformaciones significativas en la lucha entre el Orden y el Caos, y si no hubieras estado durmiendo bajo las montañas durante estos pasados quinientos años…

– No fue precisamente idea mía -siseó Skadi.

– Pero bien que te ha venido, ¿a que sí? Qué bueno que al viejo Njord le diera por contar contigo, incluso aunque no eras técnicamente una vanir. Ni examinadores, ni runas invertidas, ni la Fortaleza Negra…

Los ojos de la Cazadora se iluminaron peligrosamente.

– Muérdete la lengua, Sirio, o te voy a aliviar de ese peso.

– ¡Eh! -replicó Loki-. ¿Qué es lo que he dicho?