– No, señor, Capitán, señor. Simplemente estábamos especulando, ¿no, chicos?…
Se volvió en busca del apoyo de los demás y vio, para su sorpresa, que ya se habían largado.
Habían tenido que combinar todas sus fuerzas para invertir las runas y abrir la colina. Tal como estaban las cosas, la onda expansiva había hecho desaparecer para siempre el Ojo del Caballo, y ahora había abierto un túnel oscuro que se perdía en el Trasmundo.
Loki no quería llevarles allí, pero de todas formas, Maddy le había convencido. De cualquier modo, Odín, estando tan debilitado como estaba, no era capaz de cambiar su aspecto y era inútil esperar que pudieran llegar lejos con una sola capa de plumas para los dos.
No, había dicho ella, la única cosa que tenía sentido era mantenerse en el Trasmundo cuanto más tiempo pudieran mejor y explorar las posibilidades de su nueva camaradería.
«¿Camaradería?» Ella se dio cuenta de que Loki se sentía tan incómodo con la idea como el Tuerto, pero no tenía nada de tonto y con Skadi en pie de guerra había visto con rapidez las ventajas de mantenerse juntos.
Ahora estaban en sus habitaciones privadas, con comida y vino que había traído Bolsa, y hablaban. Nadie comió mucho, salvo Maddy, que tenía un hambre canina; Odín bebió sólo vino y Loki se sentó a un lado y parecía tenso e incómodo.
– Debemos permanecer juntos -insistió Maddy-. Apartar nuestras diferencias y trabajar en equipo.
– Eso es fácil decirlo para ti -replicó Loki-. A ti no te han matado en Ragnarók.
– ¿Matado? -preguntó Maddy.
– Bueno, o algo así -admitió Odín-. Ya sabes, generalmente no te dejan entrar en la Fortaleza Negra del Averno si todavía estás vivo.
– Pero si os mataron, entonces, cómo…
– Es una larga historia, Maddy. Quizás algún día…
– De cualquier modo, estamos acabados -comentó Loki, interrumpiéndolos-. Tenemos al Orden tras nuestra pista, los Durmientes han despertado…
– No todos -repuso Maddy con rapidez.
– ¿Ah, no? ¿Y cuánto tiempo crees que va a tardar Skadi en despabilar a los otros?
– Bien -dijo Odín-, al menos no tienen al Susurrante.
Maddy examinó sus uñas con mucha atención.
– No lo tienen, ¿no?
– Bueno, tanto como eso, no.
– ¿Cómo? -ahora su voz sonaba aguda-. Vamos a ver, Maddy, está a salvo, ¿no? ¿Dónde lo has dejado?
Se hizo un silencio bastante incómodo.
– ¿Que lo escondiste dónde? -aulló Loki.
– Bueno, pensé que estaba haciendo lo más correcto. Skadi te habría matado si no hubiera pensado en algo.
– Me matará de todas formas -dijo el Embaucador-.Y también a ti por haberme ayudado. Y en lo que respecta al General, le matará asimismo. -Le echó una mirada a Odín-. A menos que te saques algún truco fabuloso de la manga, lo cual dudo bastante…
– No lo tengo -replicó Odín-, pero sí sé que si los vanir están despiertos, entonces realmente sólo hay una cosa que nos queda por hacer.
– ¿El qué? ¿Rendirnos? -dijo Loki.
Odín le lanzó una mirada de aviso.
Loki puso un dedo sobre sus labios llenos de cicatrices.
– Algunos de los vanir me son leales -afirmó Odín-, y podemos atraer a los demás. No nos podemos permitir enfrentarnos unos a otros. Necesitaremos toda la ayuda que seamos capaces de conseguir si vamos a presentar batalla contra el Orden.
Loki asintió. Su sonrisa había desaparecido; ahora parecía impaciente, casi nostálgico, como había estado al lado de la chimenea cuando le habló a Maddy de la inminencia de una guerra.
– ¿Y crees que vamos a hacerlo?
– Creo que debemos… -la voz de Odín sonaba grave-. Lo he sabido desde que la encontré cuando tenía siete años, salvaje como un lobezno, con esa marca en su mano. No sabría decir cómo ha llegado a este pueblo, pero todos los signos estaban allí desde el primer momento, tanto la runiforma completa, nada más y nada menos que Aesk, como una habilidad innata para arrojar runas mentales, incluso su nombre…
– ¿Mi nombre? -inquirió Maddy. Ambos la ignoraron.
– Ella nunca lo sospechó -continuó Odín-, la alimenté con cuentos y medias verdades preparadas al efecto, pero yo lo supe desde el principio. Lo llevaba en la sangre. No te puedes imaginar la de veces que quería contárselo, todas las veces que quise rendirme a sus demandas y llevarla a Finismundi conmigo.
– ¿Decirme qué? -insistió Maddy, que comenzaba a perder la paciencia-. ¿Qué hay en Finismundi? Tuerto, ¿qué es lo que no me has contado?
– Pero yo sabía que aquí estaba a salvo -replicó Odín, ignorándola-. Sabía que no sufriría ningún daño real mientras viviera en este valle, al lado del Caballo Rojo. Quizás algunas molestias por parte de los otros chicos, pero no más…
– ¡Algunas molestias! -gritó Maddy, pensando en Adam Scattergood.
– Ah, sí, poca cosa -le contestó Odín de forma brusca-. No es fácil ser dios, ya sabes. Has de asumir las responsabilidades. No todo son tronos dorados y castillos en las nubes.
Maddy se le quedó mirando fijamente, con la boca un tanto entreabierta.
– ¿Un dios?
– Dios, vidente, demonio, dilo como te plazca.
– Pero yo soy una ígnea -repuso Maddy-. Me lo has dicho tú mismo.
– Te mentí -replicó él-. Sé bienvenida al clan.
Ella se limitó a mirarlos fijamente a los dos.
– Estáis locos. Yo soy la hija de Jed Smith, de la aldea de Malbry. Una runiforma y unos cuantos encantamientos no me convierten en miembro del Pueblo de los Videntes. No me hace una de vosotros.
– Oh, ya lo creo que sí -intervino Loki, sonriente-. Eso fue predicho hace siglos, pero ya sabes lo que dicen, nunca confíes en un oráculo. Su talento está mal dirigido. Suena profético, pero no tiene ningún sentido hasta que ya ha sucedido.
– ¿Y eso es lo que soy? -gritó Maddy.
– ¿No lo habías adivinado? ¿Con todas esas pistas y no lo habías descubierto?
– Dime, Loki -gruñó ella-. O te juro que te dejo frito, tanto si somos parientes como si no.
– De acuerdo -dijo Loki-. Sigue ocultando la cabeza.
– Entonces, dime -insistió Maddy-. Si no soy la hija de Jed Smith, entonces, ¿quién soy?
Odín le dedicó una sonrisa auténtica, que le confirió a su rostro adusto una especie de ternura.
– Tu nombre es Modi -contestó al final-. Eres mi nieta.
LIBRO SEIS
Al principio fue la Palabra.
Y la Palabra engendró al hombre,
y el hombre engendró al Sueño,
y el Sueño engendró a los dioses,
después de lo cual las cosas se volvieron algo,
un poco, o mucho, más complicadas…
Lokahrenna, 6:6:6
Capítulo 1
Nat Parsón se quedó de pie fuera de la cárcel, pero las piernas apenas le sostenían, ya que las sentía como cuerdas mojadas. Audun Briggs casi se había desmayado, aunque no sabía si había sido de miedo o por toda la cerveza que se había bebido; sin embargo, Jed Smith todavía estaba bastante sobrio, y había captado las implicaciones de lo que acababa de ver con una rapidez encomiable.
– ¿La has visto? -inquirió Nat-. ¿Has visto a la chica?
Jed asintió.