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El párroco observó la llave que sostenía en la mano, sonrió y Skadi se preguntó por un momento cómo era posible que una sonrisa tan necia pudiera parecer a la vez tan rapaz.

– ¿Tú? ¿Ayudarme a mí?

Se echó a reír, un sonido realmente perturbador.

El clérigo le dirigió una mirada repleta de paciencia.

– Podemos ayudarnos el uno al otro -le dijo-. Los videntes tienen algo que ambos queremos y tú también deseas vengarte de tus atacantes. A mí me gustaría llevar a la chica de los Smith ante la justicia. Cada uno de nosotros dos tiene algo que el otro necesita, ¿por qué no colaborar?

– Dioses -replicó la Cazadora-, tengo que concederte que no me había reído tanto desde que colgué aquella serpiente sobre la cabeza de Loki. Si no consigues convertirte en examinador, te aguarda una brillante carrera en la comedia. ¿Qué es lo que tú podrías tener que yo necesite, por todos los mundos?

Nat señaló el Libro destrozado, con las páginas desparramadas por el suelo de la cárcel.

– Todo lo que necesitamos está en ese Libro. Todos los nombres, los cánticos, las invocaciones de poder, una por una. Con tus conocimientos y las palabras de ese Libro podríamos poner de rodillas a todos los videntes y obligarles a que hicieran cualquier cosa que quisiéramos…

Skadi recogió una de las páginas chamuscadas.

Así que esa Palabra era una especie de magia, una serie de hechizos y encantamientos que podían ser asequibles incluso a la gente común. Recordó que Loki le había hablado de ello. También que le había dicho cuánto la temía, aunque la Cazadora no podía imaginar qué clase de magia procedente del Orden podía ser más poderosa que la del Pueblo del Hielo.

Escrutó la página, con el rostro inexpresivo, y después la dejó caer al suelo.

– No necesito ningún libro -comentó.

Fue entonces cuando Nat recibió una inspiración. Quizá fue algo que vio en sus ojos, o quizá la forma despectiva en la que había pronunciado la palabra libro, o a lo mejor el modo en que había sostenido la página del revés…

– No sabes leer, ¿es eso? -inquirió.

Skadi se enfrentó a él con unos ojos como cuchillos.

– No te preocupes -dijo el párroco-. Tengo la llave. Puedo leerlo por los dos. Al combinar tus poderes con los de la Palabra, juntos, podemos tener éxito allí donde el Orden ha fracasado. Y entonces ellos tendrán que meterme en el asunto, me convertirán en examinador, quizás incluso en profesor…

Skadi frunció el labio un poco.

– No le encuentro ninguna utilidad a un libro o una llave, pero ¿qué me impediría llevarme ambas cosas y matarte después si lo hago? Aunque sea sólo por diversión, o hacerte algo como esto que te estoy haciendo… -dejó la frase en suspenso mientras aferraba la mano del párroco y le forzaba los dedos hacia atrás uno por uno. Se le cayó la llave y se sintió un sonido como el de una rama pequeña al quebrarse…

– ¡Por favor! ¡Me necesitas! -chilló Nat Parson.

– ¿Por qué? -inquirió ella, preparándose para matarle.

– ¡Porque yo estaba allí! -gritó el párroco-. ¡Estaba allí cuando el examinador lanzó la Palabra contra el viajero tuerto!

La Cazadora hizo una pausa.

– ¿Ah, sí? -comentó.

– Sí, yo he estado dentro de la mente del General…

La Cazadora se quedó como paralizada, con los ojos brillantes como dos glaciares lejanos. A su lado, Nat cuidaba de su dedo roto, lloriqueando un poco de dolor y alivio. Él se lo había contado todo, aunque no de la forma que lo había imaginado, tomando un jerez, en la parroquia, sino a duras penas, chillando al tiempo que temía aterrorizado por su vida.

Tuvo suerte de que ella creyera su historia, pero la magia era algo volátil, como ella sabía muy bien, y la descripción de aquel cateto sobre lo ocurrido no le dejó duda alguna. Se había interpuesto en el camino de la Palabra y al hacer eso había atisbado los pensamientos del mismísimo Odín, las ideas y los planes que concernían a los æsir.

La Cazadora pensó en ellos con frialdad. Aunque se les había unido por el bien de la estrategia, no sentía ningún tipo de lealtad hacia el clan de Odín. Su padre y sus hermanos habían muerto a manos de los æsir, y el mismo Tuerto se las había arreglado para renegar de su promesa de compensarla de forma adecuada, amañando con trampas su matrimonio con Njord, cuando había sido en realidad Bálder el Bello el que le había robado el corazón. Y le había impedido vengarse de Loki, que había conducido a sus parientes a la muerte.

De todas formas, pensó, los vanir no eran mucho mejores, ya que le seguían ciegamente adonde él les condujera. La lealtad de Skadi estaba con el Pueblo del Hielo, a pesar de su matrimonio con el Hombre del Mar y ella siempre había sido feliz en las Tierras de Hielo, viviendo sola, cazando, tomando la forma de un águila y planeando sobre la nieve resplandeciente.

Si se iba a declarar una guerra, siguió pensando, esta vez no se aliaría con nadie. El General la había traicionado, Loki era su enemigo jurado y Maddy Smith, fuera quien fuera, había alineado sus colores en el bando enemigo.

Se volvió hacia Nat, que la estaba observando, con el dedo roto metido en la boca.

– ¿Y qué fue lo que viste? -le preguntó con suavidad.

– Primero dame tu palabra de que me quedaré con la chica y el poder que esté contenido en el Libro.

Skadi cabeceó, dando su aquiescencia.

– Muy bien -dijo ella-, pero a la primera señal de traición o incluso si simplemente tengo la sospecha de que intentas usar tu libro contra mí…

El párroco asintió a su vez.

– Entonces tenemos un trato. ¿Qué fue lo que viste?

– La vi a ella -replicó-. Vi a Maddy Smith. Cuando el examinador le preguntó: «¿Dónde está el Pueblo de los Videntes?», eso fue lo que apareció en la mente de tu General. Eso era lo que estaba tratando de ocultar. Y estaba dispuesto a morir antes que dar su nombre…

– ¿Nombre? -inquirió Skadi.

– Modi -contestó el párroco-. Así es como él la llamó. Modi, el Árbol Relámpago, el primer retoño de la Era Nueva.

Capítulo 2

Mientras tanto, Maddy pensaba furiosamente bajo la colina del Caballo Rojo. El Tuerto y Loki la habían dejado sola, el primero para irse a dormir y recuperar fuerzas antes de salir para recobrar al Susurrante y el segundo para emplearse en algún negocio sucio de los suyos. No había otra luz que la proporcionada por un reducido grupo de velas y la sombra de Maddy brincaba y saltaba entre las paredes pétreas mientras paseaba de arriba abajo una y otra vez.

Su reacción inicial a la revelación del Tuerto había sido un sentimiento inmediato y abrumador de cólera. No podía comprender que le hubiera ocultado algo como eso durante tanto tiempo, para revelarle únicamente la verdad cuando las líneas del frente de batalla estaban ya definidas con Maddy, lo quisiera ella o no.

Odiaba haber sido engañada, aunque, por otro lado, pensó mientras caminaba, ¿acaso una parte de ella no había ansiado esto? Tener un propósito, un clan, una familia, por el amor de los dioses. ¿No habían estado las señales claras desde el principio? ¿No había sabido una parte de ella desde siempre que ni Jed ni Mae eran de su sangre y que Odín, a pesar de ser un extraño, sí?

No oyó entrar a Loki en el salón. Se había cambiado las ropas que le había robado a Audun Briggs por una túnica limpia, una camisa y botas de suela suave y sólo cuando le tocó el brazo se dio cuenta de que estaba allí. Para entonces, su agitación era tan grande que estuvo a punto de golpearle antes de reconocer quién era.