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– No tienes ni idea de lo que sugieres. Nunca has puesto el pie fuera del valle y ahora planeas irrumpir en la Fortaleza Negra. ¿No te parece que pretendes dar un salto demasiado grande?

– Tienes miedo -le reprochó la muchacha. Él volvió a reírse.

– ¿Miedo? -repitió-. Por supuesto que sí. Se me da muy bien estar asustado, sigo de una pieza precisamente por eso, y hablando de estar asustado -continuó, mirando esta vez al Susurrante-, ¿te haces una idea de lo que me hará el General si…? No, no me respondas a eso -se apresuró a rectificar-. Prefiero no saberlo. Por ahora basta con acudir a él y entregarle ese maldito trasto, se lo entregamos y le dejamos negociar con los vanir, bla, bla, bla.

– El Caos se abalanzará sobre los Nueve Mundos cuando se encuentren Odín y Mímir el Sabio -anunció el Susurrante casi con desidia, pero relumbraba como la llamarada de un dragón.

– ¿Qué es lo que has dicho? -inquirió Loki, volviéndose.

– Hablo cuando es mi deber, y no puedo callar.

– Oh, no -exclamó Loki, levantando las manos-. Ni se te ocurra hacer una profecía ahora. No quiero oírla ni enterarme de nada.

Pero el Susurrante había empezado a hablar de nuevo con una voz baja que les conminaba a prestar atención, y ambos le escucharon, Maddy con perplejidad y Loki con creciente incredulidad y pavor.

– Veo un fresno ante la puerta abierta -anunció el Susurrante-. Le ha alcanzado un rayo, pero reverdecen nuevos brotes. Veo un encuentro entre alguien instruido y alguien ignorante a las puertas del Averno. Veo un barco funerario en las costas del Hel y, con el perro a sus pies, al hijo de Bor en él…

– Dioses -exclamó Loki-, no me digas más…

– Hablo cuando es mi deber, y no puedo callar.

– Has permanecido mudo durante cinco siglos -protestó el Embaucador, que estaba aún más pálido-, y te da por romper ese hábito justo ahora, ¿por qué?

– Espera un momento -terció Maddy-, ¿no es «hijo de Bor» uno de los nombres de Odín?

Loki asintió. Tenía muy mal aspecto.

– ¿Y qué hay del perro?

El as tragó saliva a duras penas. Había palidecido incluso su aura y unos plateados hilos de miedo cruzaban por sus colores.

– Olvídalo -logró decir con voz tensa.

Maddy se volvió hacia el Susurrante.

– ¿Y bien…? ¿Qué significa?

– Me limito a profetizar -repuso con voz aterciopelada- y dejo a otros la interpretación.

Maddy torció el gesto.

– Supongo que el fresno se refiere a mí, yo soy el brote que reverdece del árbol hendido por el rayo. Lo más probable es que con el instruido se refiera al Susurrante. El hijo de Bor a bordo de la nave de la muerte y con el perro a sus pies… -Posó los ojos en las facciones de Loki-. A Sirio también se le conoce como la estrella del Perro. Sirio…, ya veo.

– Eso significa mi muerte. -Loki suspiró-. ¿Vas a repetirlo?

– Bueno, eso no quiere decir necesariamente que vayas a morir…

– ¿Ah, no? ¿De veras? -espetó el Embaucador-. ¿Qué otra cosa puedo hacer yo en las costas del Hel? -Echó a caminar mientras se remetía las faldas en la pretina y dejaba suelto el chal-. ¿Por qué no me has dicho todo esto antes? -inquirió al Susurrante.

El Oráculo refulgió con mofa, pero no dijo nada.

Loki ocultó el rostro entre las manos.

– Venga, todavía no has muerto -le animó la muchacha-. De hecho… -Enmudeció durante unos instantes y su rostro se encendió-. Déjame expresarlo con palabras más sencillas. Según la profecía, tú mueres si Odín también perece. -Loki profirió un sonido de muda desesperación-. El Caos vendrá cuando se encuentren Odín y Mímir. Entonces es cuando cae Odín. -El as clavó la vista en ella-. A menos que liberemos a Tor del Averno, en cuyo caso no estallará guerra alguna, el General no morirá, los Nueve Mundos se salvarán y mi padre…

Se hizo un prolongado silencio durante el cual un paralizado Loki mantuvo la mirada fija en la muchacha, cuyo corazón palpitó cada vez más deprisa. Entretanto, el Susurrante titiló como un fragmento de estrella.

– Así que ya lo ves -insistió ella-, has de venir. Conoces el camino hacia el Averno y el Susurrante asegura que el intento es factible. Además, Odín no podrá reunirse con el Susurrante si lo conservamos en nuestro poder, y no habrá guerra, y…

– Escúchame, Maddy -la interrumpió Loki-, por mucho que me seduzca la idea de suicidarme en un intento de salvar los Nueve Mundos, tengo un plan más sencillo. El Oráculo me ha visto muerto en el Hel, ¿verdad? Pues siempre y cuando me mantenga bien apartado de allí…

Enmudeció de pronto al notar un dolor pequeño pero intenso encima de la ceja izquierda. Pensó que le había picado algún insecto durante unos segundos, hasta que notó la presencia del Susurrante que cruzaba por su mente como un rastrillo punzante sobre la tierra. Dio un paso atrás y estuvo a punto de caer.

«Ay, ¡eso duele!»

Notó cómo el intruso prendía sus pensamientos igual que una uña se engancha y desgarra la seda. Era una sensación de lo más incómoda, pero cuando intentaba cerrar su mente, sintió una punzada de dolor más aguda que se hundió en su cabeza.

– ¿Qué te ocurre? -preguntó Maddy al verle flaquear.

Pero Loki no estaba en condiciones de dar explicación alguna. Dio otro paso de beodo con los ojos cerrados mientras a sus pies el Susurrante centelleaba de puro júbilo.

«¿Qué es lo que quieres?», preguntó el Embaucador con la mente.

«Tu atención, Sirio, y tu promesa».

– ¿Mi promesa?

«Habla en silencio si valoras la vida».

Loki hizo un esfuerzo, se contuvo y asintió.

«Sé lo que te ronda por la sesera -dijo la voz en su mente-. Te asusta que pueda leer tus pensamientos y te sorprende lo mucho que han aumentado mis poderes».

Loki permaneció en silencio, salvo el rechinar de dientes.

«Ahora te preguntas si pretendo castigarte».

El Embaucador se mantuvo inmóvil y en silencio.

«Debería hacerlo -continuó el Susurrante-, pero voy a darte la oportunidad de redimirte».

«¿De redimirme? -repitió Loki, sorprendido-. ¿Desde cuándo te preocupa la salvación de mi alma?»

Loki notó en su mente la hilaridad del Susurrante.

«Tu alma no me preocupa, pero en todo caso harás lo que yo diga. Acompaña a la chica al Averno y llévame lo más adentro posible del Hel. Libera al Tonante… Impide la guerra».

«¿Y por qué iba yo a querer entrar en el Hel? ¿Qué te propones, viejo farsante?»

Una fortísima descarga de dolor traspasó la mente de Loki, que cayó de rodillas, incapaz de gritar mientras la voz dejaba en su mente un último aviso.

«Nada de preguntas. Limítate a hacer lo que te digo», le ordenó el Susurrante.

Entonces, la presencia intrusa desapareció de su cabeza, dejándole turbado, sin aliento y maravillado ante lo mucho que habían aumentado sus poderes. Siglos atrás, el forcejeo para controlar a la cosa se había prolongado varios días y había dejado exhaustos a ambos, además de causar la devastación del Trasmundo, pero ese día le había postrado de rodillas en cuestión de segundos…

…y relucía con un destello de advertencia. Loki no dejaba de oír en el fondo de su mente un murmullo débil pero imperativo.

«Nada de trucos. ¿Me das tu palabra?»

«De acuerdo».

Loki abrió los ojos y respiró con inspiraciones lentas y profundas.

– ¿Qué ha sucedido? -preguntó Maddy con aspecto preocupado.

Loki se encogió de hombros.

– Me caí -contestó-. Malditas faldas. -Se puso en pie después de pronunciar esas palabras y volvió toda la fuerza de su sonrisa llena de cicatrices hacia Maddy-. Y ahora, ¿vamos o no al Averno?