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Capítulo 7

Había planeado presentar a los vanir a su nuevo aliado sin demora, pero ahora se lo estaba pensando mejor. Después de todo, ellos no eran de su sangre, salvo por vía conyugal, y eso había sido un error. El viejo le seguía profesando mucho cariño, por supuesto, pero las naturalezas de ambos eran demasiado diferentes para que pudiera durar el matrimonio. Ella era incapaz de aguantar mucho tiempo en el hogar que Njord tenía junto al mar y a él le resultaba igualmente insoportable la estancia en las montañas, donde ella se sentía a gusto. Lo mismo podía aplicarse a Frey y Freya, cuyas lealtades estaban con su padre y no con ella, y sabía perfectamente que la persecución de Odín y su nieta quizá no contara con un respaldo unánime.

Quizá las cosas hubieran tomado un cariz muy distinto si ella hubiera logrado apoderarse del Susurrante, pero lo más probable fuera que se encontrase con alguna oposición en la situación actual. Héimdal al menos iba a mantenerse leal a Odín y ella no deseaba enfrentarse con los vanir, de modo que, al menos por el momento, el Tuerto seguía teniendo todas las bazas: el Oráculo y sobre todo, la chica. Los vanir conocían la profecía tan bien como él, y ninguno de ellos iba a oponerse de forma consciente a la hija de Tor, y aunque Skadi no profesara un gran cariño por Ásgard, supuso que los demás considerarían bueno cualquier trato que les diera la oportunidad de recuperar la Ciudadela del Cielo.

Por ese motivo, esa misma mañana adoptó forma de ave tras desayunar con el clérigo y voló de regreso al Salón de los Durmientes. Pasó justo por encima de Loki, pero por aquel entonces éste ya se hallaba de camino al lugar de su encuentro en el bosque del Osezno y al aguilucho jamás se le pasó por la imaginación que la vieja que había visto en el camino a Malbry pudiera ser el Embaucador disfrazado.

Skadi se vistió con la misma túnica y las botas que había dejado antes allí y luego dio a los vanir una explicación cuidadosamente revisada sobre lo acaecido tras esa noche de trabajo. Odín y Loki estaban juntos con una muchacha, les anunció, cuya verdadera identidad era desconocida. El Susurrante obraba en su poder y había frustrado el intento de los examinadores y, por último, habían logrado escapar a pesar de que ella no había dejado de vigilar.

No mencionó la promesa hecha a Nat Parson ni los planes que le tenía reservados a Maddy Smith.

– Pero ¿por qué no nos despertó el propio Odín? -preguntó Héimdal cuando ella hubo terminado de hablar.

– Quizá tenga miedo -aventuró Skadi.

– ¿Miedo?… ¿Miedo de qué?

Ella se encogió de hombros.

– Es evidente que trama algo -observó Frey.

– ¿Sin decírnoslo? -saltó Bragi, ofendido.

– ¿Y por qué? -replicó Skadi-. Así es como se las gasta. Los engaños y las falacias han sido siempre su emblema.

– Eso es falso -refutó Héimdal-. Ha sido muy leal con nosotros.

– Vamos, por favor -replicó Skadi, impaciente-. Afróntalo, Dientes de Oro, el General siempre flirteó con el Caos, y más que eso, ahora vemos que está a partir un piñón con ladrones de la catadura de Loki… otra vez. De entre todos, ha escogido a Loki. ¿Qué más necesitas? Te habría despertado a ti de haberte querido elegir, ¿no te parece? -Los vanir parecían intranquilos-. El mundo ha cambiado -prosiguió ella-. Hay nuevos dioses, dioses poderosos que trabajan contra nosotros. ¿Por qué creéis que ha tomado al Susurrante? ¿Por qué pensáis que ha dejado dormir a los vanir?

Se hizo el silencio.

– Quizás esté fraguando una alianza -aventuró Frey dubitativamente.

– ¿Eso crees…? -replicó Skadi-. Me pregunto con quién… -Acto seguido procedió a describirles la información recopilada sobre los examinadores de Finismundi, el Innombrable y el mundo. La escucharon en silencio todos, salvo Idún, que parecía estar en las musarañas, pero cuando Skadi terminó su alocución, hasta-la voluble Freya mostraba una expresión deprimida-. Lo que ellos llaman la Palabra tiene más poder que nuestros encantamientos -aseguró-. Están en condiciones de derrotarnos, controlarnos y esclavizarnos. Son el Orden. ¿Quién sabe a qué clase de arreglo ha podido llegar Odín con ellos para salvarse?

– Pero tú nos dijiste que le tenían prisionero -dijo Bragi.

– Fue un simple truco para atraerme a la aldea.

Entonces les explicó cómo se habían vuelto contra ella en el preciso momento en que estaba a punto de liberar a Odín. La habían derribado gracias a un vil golpe y se habían escapado hacia las montañas con el Susurrante.

– ¿Y por qué tú? -preguntó Héimdal, todavía receloso.

– Porque no soy una de vosotros -contestó Skadi-. Todos vosotros sois vanir, pero habéis estado con él tanto tiempo que os habéis acostumbrado a pensar en él como uno de los vuestros; sin embargo, no lo es. Las lealtades de Odín están primero con los æsir y luego con los vanir, si es que mantiene alguna lealtad hacia vosotros… ¿Acaso pensáis que no os va a sacrificar si es necesario para salvar a los æsir? ¿De veras os lo imagináis dudando ni un solo instante?

Héimdal torció el gesto.

– ¿Sospechas que ha cerrado un acuerdo?

Skadi asintió.

– Creo que ellos le obligaron -declaró-. Su vida a cambio de las nuestras, pero su plan se torció cuando maté al examinador. El Orden perdió su oportunidad cuando me marché, pero eso no significa que haya cejado en su empeño.

»Hemos de asumir que van a venir a por nosotros con refuerzos, que conocen nuestro paradero y nuestra identidad.

Eso bastó. La semilla estaba sembrada. Skadi observó cómo crecía en los ojos de los vanir recién despertados. Héimdal entreabrió los labios y expuso a la vista sus dientes de oro; la mirada de Frey se aceró; los ojos del amable Njord se oscurecieron igual que el cielo cuando se puebla de nubarrones de tormenta; Bragi entonó una canción triste; Freya lloró e Idún se limitó a sentarse sobre un bloque de hielo y sonreír con el rostro tan terso y sereno como de costumbre.

– Muy bien -admitió Héimdal, volviéndose a Skadi-.Aceptemos por ahora que estás en lo cierto.-Entrecerró los ojos y estudió con detenimiento a la Cazadora como si percibiera en su firma mágica algún matiz que se les había escapado a los demás, algún cambio de colores o algo inadecuado en su brillo-. Admitamos que Odín tiene algún plan que tal vez no nos beneficie. Eso es cuanto estoy dispuesto a asumir -atajó cuando Skadi parecía a punto de protestar-, pero estoy de acuerdo en la necesidad de ser cauto.

– De acuerdo -repuso Skadi.

– Los superamos en número a pesar de todo -recordó Héimdal-. Somos siete contra ellos tres, dando por hecho que incluimos a la chica en el cómputo, por supuesto…

– No te olvides del Susurrante -le recordó Skadi.

– Sí, por supuesto -aceptó Héimdal con aspecto pensativo-. Ellos tienen en su poder al Oráculo, y éste no tiene motivo alguno para apreciar a los vanir. Después de todo, fuimos nosotros quienes decapitamos a Mímir en primer lugar.

Los demás intercambiaron miradas.

– Está en lo cierto -admitió Frey.

– Pero Odín controla al Susurrante -objetó Njord.

– Tal vez -repuso Héimdal.

– Entonces, ¿qué hacemos? -preguntó Freya-. No podemos andar dando vueltas siempre. Propongo ir a hablar con Odín.

Skadi la fulminó con una mirada cargada de desprecio.

– ¿Te ofreces voluntaria para el trabajo?

Freya desvió la vista.

– ¿Qué hay de ti, Dientes de Oro? ¿Quieres caminar hasta meterte de cabeza en alguna de las trampas que Odín te ha preparado y averiguar sus planes por las malas?

Héimdal puso cara de pocos amigos, pero permaneció en silencio.