– ¿Y tú qué dices, Bragi? Sueles tener mucho que decir sobre ti mismo; habla ahora, ¿qué sugieres?
– ¿Qué solución propones tú? -la interrumpió Njord.
– Bueno, pues da la casualidad… -comenzó ella…
…y les refirió tanto como se atrevió. Habló de Nat Parson y sus ambiciones, reduciéndolas a la categoría de los sueños imposibles de un hombre inútil y estúpido. Recalcó su potencial utilidad como aliado e hizo referencia a sus vínculos con el Orden y la Iglesia, revelándoles que ya les había ayudado al darles acceso al Buen Libro.
La Cazadora no mencionó los poderes recién adquiridos por el clérigo ni la intranquilidad que le causaban los mismos. El hombre tenía un atisbo de poder, eso era todo, pero se trataba de un poder inestable que a veces apenas llegaba a ser poco más que una chispa. Nada por lo que debieran sentirse amenazados. Y podía ser útil.
– ¿Cómo va a ser de utilidad? -quiso saber Héimdal.
– Necesitamos nuevos aliados para los nuevos tiempos -contestó a la vez que se encogía de hombros-. De lo contrario, ¿cómo vamos a luchar contra el Orden? Además, el Innombrable tiene un nombre. Me gustaría conocerlo antes de que estalle la guerra.
Héimdal le dio la razón a regañadientes.
– ¿Y qué es lo que quiere ese curita tuyo?
– Desea vengarse de un renegado de la Gente -explicó ella, con una sonrisa-. A cambio, va a proporcionarnos información que nos permitirá actuar contra el Orden y la Palabra. El sólo quiere a la chica… Yo diría que nos ha ofrecido una ganga.
– ¿La chica…? -preguntó Bragi-. ¿Y quién es?
– Nadie -contestó ella-. Ya conoces las costumbres de Odín, siente debilidad por la Gente. Imagino que la estará usando como espía o algo por el estilo.
Héimdal volvió a clavar en la Cazadora una mirada inquisitiva.
– Freya asegura que la chica tiene energía mágica.
– ¿Y qué? -le atajó Skadi con brusquedad-.Te lo repito, ella no tiene importancia. Lo trascendente es que Odín nos ha engañado y nuestra prioridad ha de ser averiguar la razón.
Se produjo una larga pausa mientras los vanir sopesaban las palabras de Skadi.
– De acuerdo -resolvió Frey al fin-, pero antes tendremos un encuentro con el General y aclararemos las cosas de una vez por todas, y como nos haya traicionado…
– Por lo que sé, es lo que ha hecho…
– En tal caso -concluyó Frey-, le daremos su venganza a ese clérigo tuyo.
Capítulo 8
El pasadizo elegido era bajo y muy angosto, y en algunas partes estaba casi bloqueado por derrubios. Afilados salientes de roca afloraban ocasionalmente en la techumbre, amenazando con arrancarles el cuero cabelludo si alzaban la cabeza. La entrada se hallaba oculta en el bosque del Osezno, y el camino de descenso era más largo y tortuoso de lo que les habría supuesto si hubieran escogido el Ojo del Caballo.
Sin embargo, este itinerario era más seguro, tal y como había asegurado el as, y las pocas firmas de luz que Maddy había detectado eran muy tenues y muy antiguas, lo que significaba que el Tuerto podría tener dificultades al localizar su rastro, incluso si las runas que habían dejado fallaban a la hora de ocultarlos por completo.
Empero el Embaucador no dejaba ni un solo detalle al azar y trabajaba con esmero a fin de ocultar su pista con pequeños encantamientos y runas de ocultación, y Maddy se habría sentido impresionada por ese amor al detalle de no haber sabido que estaba totalmente motivado por el interés propio. Su periplo era de lo más peligroso, y por primera vez en su vida el as se mostraba interesado por la seguridad de otros, a saber, en este caso la de Odín, que, si conseguía seguirlos, podría verse atrapado en las peligrosas ruedas de una profecía que Loki, de forma devota y egoísta, esperaba que nunca se cumpliera.
– Al final, terminará hasta por ser útil y todo -le había dicho el Susurrante a Maddy mientras Loki exploraba algo más adelante-. Puedo llevarte a través del Trasmundo, pero luego viene la Tierra de los Muertos, donde no puedo guiarte a pesar de todos mis conocimientos, pero él, sin embargo, tiene allí un contacto.
– ¿Qué contacto? -inquirió Maddy.
– Un contacto familiar -respondió el Susurrante.
Maddy se le quedó mirando fijamente.
– ¿Un contacto familiar?
– Sí, claro, por qué no -replicó el Susurrante-. ¿Acaso no le conoces? El padre pródigo que regresa a casa.
«Podría haber sido peor», pensó Loki. El camino era arduo pero seguro, y en breve llegarían a las galerías con forma de panal de miel del Trasmundo, donde podría hallar comida y ropa, ya que estaba más que harto de llevar las faldas de Nan la Loca, y desde donde podrían continuar el descenso desapercibidos y sin que nadie los molestara. Al menos iba a disminuir el riesgo de que los siguieran, ya que, al fin y al cabo, ¿quién iba a esperar que se dirigieran por propia voluntad hacia la misma garganta del Caos? Y en cuanto a cualquier otro peligro con el que pudieran encontrarse, no sabría decir; lo cierto es que hasta ahora su buena suerte no le había fallado y se inclinaba por confiar en ella un poco más.
Detrás de él sentía más que veía al Susurrante. No habían sido palabras, sino pensamientos los que habían asaltado su mente y minado su concentración. Se instó a sí mismo a actuar de forma precavida. Había habido ocasiones en la hoya, cuando estaba preso, en que su fuerza de voluntad había sido tan poderosa que apenas había sido capaz de soportarla. Ahora, a una distancia tan corta, le provocaba jaquecas y la idea de que fuera capaz de mirar dentro de su mente a su antojo no le ayudaba nada a sosegarse.
«¿Qué te hace pensar que tengo interés en leerte el pensamiento? -se burló el Susurrante-. De cualquier modo, me supera el hecho de que seas capaz de vivir en este nido de víboras».
El Embaucador sacudió su cabeza, dolorida. No tenía ningún sentido empeñarse en mantener un intercambio animado con aquella cosa; los insultos sólo conseguían hacerle reír e iba a necesitar toda su energía mágica para afrontar lo que pudiera ocurrir conforme el Caos se iba acercando.
«Cállate, Mímir», siseó entre los dientes apretados.
«¿Cuatrocientos años en ese pozo tuyo crees que pueden hacer que me interese algo tu bienestar? Te queda todavía mucho que expiar, Sirio. Harías bien en agradecer que tengamos intereses comunes. Ah, y no se te ocurra siquiera pensar en traicionarme».
El as no albergaba el menor propósito de intentarlo, al menos hasta que supiera con exactitud a qué se estaba enfrentando. Un trato tan largo con el Susurrante le había hecho precavido y su repentino deseo de que le llevaran ante Hel le preocupaba una barbaridad. Maddy creía que estaba ayudando a los dioses, pero Loki tenía una confianza infinitamente menor en ello y sabía que el Susurrante no acostumbraba a hacer favores.
Quería algo, pero…, «pero ¿qué, viejo amigo?».
«¿Qué es lo que te preocupa? Tenemos un trato».
Loki sabía que lo mejor era dejarlo estar; cuanto más hablara y más escuchara al Susurrante, más se adueñaría éste de su mente. Por lo pronto, todavía podía echarle fuera, porque a pesar de todo su poder, no se las había apañado para penetrar en los repliegues más profundos de sus pensamientos, lo cual le venía como anillo al dedo, y además…
«¿Por qué ayudar a los æsir? ¿Qué es lo que planeas?»
En su mente, el Susurrante se echó a reír. «Lo mismo podría preguntarte yo a ti. ¿Desde cuándo te preocupas por salvar los mundos? A ti sólo te ha interesado siempre salvar tu propio pellejo y a la más mínima oportunidad que tenga, terminarás encadenado a una roca del Averno y con los cuervos picoteándote las entrañas».