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– "Me preguntas por qué no escribo. Pero ¿qué respuesta te puedo dar?" Los versos que así has traducido, profesor, me hacen recordar un asunto muy apremiante -le espetó Patrón al punto, como si fuera un muchacho ciertamente inteligente, pero propenso a actuar a la ligera.

"Yo soy una persona que, desde sus años jóvenes, no ha escrito cosa alguna. Sin embargo, todo lo que había hecho antes del Salto Mortal, en cierto sentido, era un tipo de escritura: una tarea en la que colaboró conmigo Guiador. Las cosas que yo experimentaba al entrar en trance y que no podía expresar con palabras claras, se las contaba tal cual a Guiador, y él las convertía en expresiones inteligibles para personas ajenas al tema. Así hemos venido actuando.

"No obstante, tras la experiencia del Salto Mortal no he podido tener esas grandes visiones. Guiador también estaba al corriente de esto. Sin embargo, durante el último medio año, Guiador ha estado deseando comunicarme algo, que al cabo terminaba en un silencio sin palabras, pero que podría formularse verbalmente como los dos primeros versos del poema. ¿Por qué ahora no ves visiones?, o bien: ¿por qué no me cuentas las visiones que has tenido? Aunque yo por mi parte entrara ahora en trance, no iba a ser para ponerme en contacto directo con nada trascendente. Como estoy concienciado de ello, por eso precisamente no realizo el esfuerzo previo que me haría entrar en dicho trance. No tengo otra respuesta que dar, en el supuesto de que me preguntes… "Pero ¿qué respuesta te puedo dar?", es lo que sigue. Yo estoy aquí recluido en esta especie de casa-escondrijo. No me encuentro contemplando la incesante "marea salada de la bahía" de que habla el poeta; pero si venimos a lo que, según él, tiene igual movimiento, como es "el tiempo que fluye a partir del corazón", eso sí lo he venido experimentando. Bien está: en estos diez años no he venido haciendo nada, excepto estar contemplando la corriente que fluye del corazón.

"El tiempo… el flujo de la marea… desde luego implica movimiento, pero "¿qué salvación puede venirnos de ahí?" Eso viene muy al caso. Si mi corazón es la orilla, "tal azar deja una escritura ilegible en la orilla. De haber estado tú aquí, discutiríamos sobre ello". Guiador solía estar a mi lado, pero yo no le contaba las ideas que debían figurar en esa "escritura". El tiempo, cuando sale fluyendo de mi corazón, ¿qué trazos deja grabados? Aun cuando eso se descifrara, no tendría sentido alguno, y yo era consciente de ello. Dicho de otro modo, no había lugar a "discutir sobre ello".

"La gente vive su vida sin escatimar esfuerzos, aunque "tan ignorante" de su significado. "Pero yo sigo buscándole un sentido". También eso es la pura verdad. Y no es que yo presintiera que pudiese interpretarse la vida como una continua alucinación. Si alguien me arguyera que me pasaba el tiempo sentado en la playa con la mirada al frente y la mente en blanco, no me quedarían argumentos con que replicarle. Aunque de vez en cuando mi salud mejora algo, "eso ocurre sólo en el pensamiento", como quien subiera por la escalera de las olas.

"No obstante, ¡qué amarga experiencia!

"La caída desde su punto más alto es tan real como siempre lo fuera". Es lo que ocurre, desde luego. Pues día a día sin cesar, y noche tras noche, desde hace diez años no he venido pensando en otra cosa. Igual que entonces caí en picado, en el interior de mi mente sigo experimentando la caída.

"La estrofa siguiente parece un retrato interior mío en la actualidad.

"Cuando yo era un joven, pensaba que la verdad había de venir desbordando el horizonte. Al cumplir años, me mantengo firme, y aún sigo tan lejos de ella como antes". ¿Y el asunto del corte de uñas? Cuando habla de "These ñau pairings", a qué alude en realidad? Comoquiera que sea, aquí me estoy, sentado, mirando distraídamente al horizonte. Parece algo de lo más natural que Guiador se acabara enfadando y saltara con un "¿Por qué?"

"Pero lo que yo tenía que haberle contestado era esto:

"Ojalá hubiera una explicación tan simple para el silencio de Dios" Eso es tal cual, justamente.

Los ojos de Patrón, dotados de un denso brillo, no se concentraban ahora en Kizu, sino que Parecían querer fijarse inequívocamente sobre un interlocutor invisible que estuviera sentado al lado del profesor.

El cielo plomizo de mediados de octubre iba pasando de la oscuridad al claro de la aurora, sobre aquella calzada por la que circulaba a una velocidad inmoderada el coche conducido por Ikúo, camino de vuelta hacia el apartamento de Kizu. Éste entretanto rememoraba las palabras del largo monólogo de Patrón sobre el poema de Thomas, visto a través de su propia traducción.

"Cuando yo era joven, pensaba que la verdad había de venir desbordando el horizonte". Yo también creo que eso es precisamente así. ¿No fue justo por eso por lo que me fui a América? ¿Y qué diremos que salió de ahí? No parece que haya indagado particularmente esa verdad…"

Ikúo se bajó momentáneamente del coche, y Kizu abrió el portillo de acceso situado junto a la puerta de entrada usando la misma llave de su apartamento. Oyó a su espalda la voz de Ikúo, que le hablaba en tono de disculpa.

– Sería estupendo si pudiera subir ahora yo también, pero me ha surgido la necesidad de ultimar un plan con mis dos compañeros de la oficina esta misma mañana. Kizu se volvió a él para mostrarle su asentimiento.

– Ayer, cuando volví a la oficina en coche después de traerte, Bailarina me contó que Patrón le había dicho que necesitaba algo de ti, algo tan valioso como un presente por tu parte, profesor. ¿Ha salido eso a relucir en tu conversación con él? Los líderes religiosos, aunque vivan al margen del ambiente mundano, tienen una innegable faceta práctica, ¿eh?

Kizu intuía que detrás de tal declaración de Patrón estaban actuando Ikúo y Bailarina. Con todo, se limitó a asentir de nuevo y, tras empujar aquella puerta, sólida y chapada al estilo americano, entró solo en el vestíbulo.

Ese año las estaciones se alternaban a gran velocidad, para la percepción de Kizu. Durante toda la mañana el sol se veía asomar sobre las ramas cimeras del harunire; pero incluso en los días en que su luz entraba directamente hasta el salón, su posición había cambiado, de forma que no alcanzaba al lugar donde Kizu tomaba sus baños de sol totalmente desnudo.

Ni que decir tiene que los baños de sol del profesor, como hábito adquirido por un hombre bien entrado ya en la madurez, estaban marcados por su tendencia a evitar miradas ajenas. Aun después de que Ikúo empezara a vivir allí con él, posando además desnudo como modelo suyo, si Kizu se echaba desnudo en la tumbona, no se mostraba inclinado a invitarlo a tomar también un baño de sol. Y el trabajo de la oficina, por otra parte, estaba absorbiendo cada vez más a Ikúo.

En los ratos en que se encontraba solo, Kizu se pasaba el tiempo o bien retocando el cuadro -en la medida en que podía hacerlo sin tener a Ikúo delante- o bien preparando su lectura de poemas de R. S. Thomas para Patrón. Releía como referencia básica su propio ejemplar de la antología -el de tapas blandas, lleno de sus anotaciones-, así como también leía obras que recogían textos en prosa de Thomas, y además monografías y artículos donde jóvenes estudiosos galeses habían centrado su investigación en el viejo maestro de poesía, como un tributo de filial reconocimiento. Estas obras especializadas las había conseguido poniéndose en contacto por fax con la responsable de la oficina de su departamento universitario, a quien pidió que le buscara material. Daba la casualidad de que el padre de esta mujer era oriundo del mismo distrito parroquial de R. S. Thomas. Dicho señor, que no pertenecía a la iglesia anglicana, sino a otra minoritaria, recordaba -según había contado- haber visto al poeta, que era clérigo, caminando por los senderos medianeros entre campos de labranza, y blandiendo un báculo como si éste fuera su elemental equipamiento deportivo. Ella añadía en una ¡tarjeta adjunta al paquete de libros un admirado comentario a propósito de que "¡hasta los japoneses están leyendo lo que escribió aquel poeta!"

En una de aquellas sesiones poéticas celebradas de madrugada, Kizu leyó el siguiente poema de Thomas:

Yo salgo de la cueva de mi mente

para entrar en las tinieblas,

aún más densas, del exterior;

por donde pasan las cosas, pero Dios

no está entre ellas.

Yo he venido escuchando una voz suave y tranquila: era la voz de la bacteria que devora mi mundo. Me he entretenido demasiado… sobre estos umbrales. Pero ¿adonde podría ir?

Mirar atrás es perder mi alma.

Yo he venido como guía caminando

hacia arriba, orientado hacia la luz.

¿Miraré hacia delante? ¡Ah!

En el borde de este abismo

¿qué clase de equilibrio hay que guardar?

Yo estoy solo

sobre la superficie de este planeta que gira. ¿Y qué?

El procedimiento seguido por Kizu y Patrón en estas sesiones poéticas consistía en que Kizu empezaba leyendo en alta voz el texto original en su libro de tapas blandas preñado de anotaciones, mientras que Patrón, con el volumen de poesías completas de tapas duras abierto sobre sus rodillas, seguía allí la lectura mientras escuchaba. Luego usaban la traducción hecha y copiada por Kizu como referencia. A continuación comentaban juntos el poema, estrofa a estrofa. Tal era su costumbre consabida. Pero ese día, cuando Kizu leyó hasta la última palabra mencionada, Patrón entendió seguramente que el poema estaba ya completo; pues como en su ejemplar de poesías completas casi todos los poemas ocupaban una sola página cada uno, se dejó engañar por su apreciación visual.

– Eso es rotundo, ¿eh? Una persona acorralada y abocada a la muerte ¡no puede expresarse más que así! -exclamó con admiración.