Kizu no las tenía todas consigo sobre si Patrón no lo estaría conduciendo hacia una elaborada trampa. Al mismo tiempo, se sentía también atraído por aquella tranquila mirada de su interlocutor, llena de confianza. Kizu probó a resistirse interiormente.
– En la escena que has contemplado, Patrón, ese lugar por donde Ikúo y yo caminábamos, y que has llamado "espacio"…, hablando concretamente, ¿se podría decir que era bajo el cielo? Y si era así, ¿cómo era el clima en ese sitio?
– Estaba soleado. En la zona medianera entre vosotros dos y yo, que avanzaba para recibiros, había unas nubes recién formadas, que brillaban en su blancura. Con el aspecto de un ballenato al que el hubieran quitado la cola. La cabeza del cetáceo poseía relieve tridimensional…; se hacía sentir su peso y, como dejándose llevar por el impulso de éste, la figura se movía en diagonal hacia abajo.
Kizu se volvió y echó una mirada a Ikúo. Antes de decirle nada, ya éste había adivinado su intención, por lo que le pasó el envoltorio cilindrico de cartón que tenía sobre las rodillas. Kizu introdujo dos dedos por el extremo abierto del mismo, enrolló hacia dentro el papel de algodón que servía de protección, y liberó la acuarela para sacarla.
Patrón recibió el dibujo de manos de Kizu y lo expuso a la luz del quinqué que reposaba sobre la mesilla de noche. Kizu sabía de antemano que Patrón, en ese estudio-dormitorio solía oír música en CD, clásicos que iban desde los tiempos antiguos hasta la época contemporánea. También le interesaba la pintura… A Kizu le dio un palpito de que se encontraba ante alguien verdaderamente entendido en arte.
Al poco rato Patrón alzó los ojos desde la pintura y se echó a reír "¡Ja, ja, ja…!": una simple e inocente risa. Vuelto hacia Kizu, le hizo un gesto de asentimiento, y luego le pasó la acuarela -que tendía a curvarse, por la inercia del papel, hacia los extremos- a Ikúo, el cual había estado a punto de levantarse, sintiendo cierto apuro, para echar un vistazo. Patrón no se puso a decir nada sobre la coincidencia de su sueño -o más bien de su visión, que acababa de describir- y la escena representada en la acuarela de Kizu. Su sonrisa de tan excelente humor ya era lo bastante elocuente, y él por lo visto había resuelto que no le era necesario extenderse en explicaciones, ni para sí mismo, ni para Kizu, ni tampoco para Ikúo, que había empezado a mirar el dibujo con enorme interés.
Era más bien Kizu quien, esbozando una sonrisa, como inducida por la risa de Patrón, no podía ya quedarse sin añadir una explicación. Kizu se puso a mirar lo que Ikúo tenía en sus manos, y Patrón iba a acercarse para lo mismo. Entonces Ikúo sostúvola acuarela inclinada para que los tres pudieran verla, y él mismo también apuntaba una grata sonrisa.
– Este cielo azul lo he pintado tal como lo he visto esta mañana desde la ventana de mi apartamento. Igual vale decir de la arboleda. Sin embargo, las nubes que flotan por el cielo ya son otra cosa. A mí me ha sorprendido la descripción que acabas de hacer, Patrón, de las nubes como un ballenato sin cola, por lo acertada que es. En realidad son las nubes que siempre he visto formarse en el mismo sitio desde mi despacho en la universidad. Especialmente desde que allí me confiaron un cargo, en las ocasiones en que éste me traía problemas, yo me consolaba mirando esas nubes. Y ahora, con la carga de añoranza que tienen, se han metido en mi esbozo por sí solas, creo.
– Ese cielo de nubes flotantes, como pertenecen al mundo "de allá", adonde tu espíritu, profesor, se va adentrando, creo que definen un lugar que podemos calificar de "añorado" -dijo Patrón.
– Mientras realizaba este dibujo, ¿acaso no estaría yo pensando eso mismo? Decirlo así peca de vaguedad; pero el hecho de que Ikúo y yo caminemos bajo ese cielo luminoso hacia un horizonte, creo -por lo que he visto en sueños- que significa que yo, acompañado por Ikúo, voy entrando en el mundo "de allá" que Patrón ve en sus grandes trances. Mejor que decir que yo entro en mi propio trance.
– Eso, en el buen sentido, profesor, es una y la misma cosa. Cuando tú estás concentrado en tu trabajo, estás abriéndote la entrada al mundo "de allá" que yo estoy visionando en mis trances. Ése es el ideal para las relaciones que debe haber entre Patrón y Guiador. Guiador ha dicho alguna vez que ésa era la meta de sus aspiraciones.
"Otra cosa que para mí es importante es que Ikúo y tú camináis así, cogidos de la mano. Por medio de los trances, podemos experimentar de algún modo ese mundo "de allá". No obstante, hay algo sobre lo que Guiador siempre me ha insistido mucho, y es que uno no debe dejarse arrastrar en el mundo "de allá" por esa corriente de éxtasis que lo invade. Porque esa gran corriente es Dios. Y dejarse arrastrar equivaldría a unificarse con Dios; el éxtasis proviene de una premonición de ese estado. Aun suponiendo eso, cualquiera puede decir que dejarse arrastrar sería más bien el comportamiento natural…
"Aun así, todos nosotros tenemos en nuestro interior partículas de on-das-luz que hemos recibido del Ser Uno -como podríamos llamarle-, o bien del Único, o de Dios, por decirlo de forma más corriente. Para cada individuo, acceder a la fe significa que esas partículas de ondas-luz no se quedan en un ambiguo plano conceptual, sino que se sitúan adecuadamente en el mejor ámbito de su cuerpo y su alma. Esas partículas de ondas-luz están dentro de nosotros, pero no son posesión nuestra. Mucho menos aún pueden ser fabricadas por nosotros. Son algo que el Ser Único nos confía. En menos de lo que se piensa -y esto no quiere decir con el curso natural el tiempo, sino con la aportación de nuestro continuo adiestramiento- todos nosotros debemos restituir esas partículas de ondas-luz a su fuente original, al Ser Ünico. Con ese fin debemos atesorarlas, manteniéndolas continuamente vivas. Son algo que se nos ha confiado para que lo custodiemos en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu; y de ahí se surten de vida esas partículas de ondas-luz, y en ningún momento podemos olvidar que finalmente deberemos reintegrarlas al Ser Uno, al Único.
"Si en el trance quedamos ebrios por el éxtasis, y somos absorbidos a lo más hondo de su vorágine, nos resultará ya imposible volver "acá" desde esa inmensa corriente. Con todo, una de las condiciones fundamentales que se imponen al ser humano es que éste no puede permanecer indefinidamente en el lado "de allá". Es decir que si alguien fuerza el regreso mecánicamente, las partículas de ondas-luz no se podrán encontrar en ningún lugar de su cuerpo ni de su espíritu. Ése será el resultado.
"Sea cual sea el nivel al que llegue el trance, mientras estemos en él tenemos que estar despiertos. Con ojos bien abiertos tenemos que mirar la inmensa corriente. Tenemos que hacer transparentes nuestro cuerpo y nuestro espíritu, para ver las partículas de ondas-luz que tenemos dentro, reflejadas en el espejo de la inmensa corriente. El estado en que nos encontraremos cuando estemos en un trance no tiene nada que ver con el mayor o menor nivel de olvido de uno mismo que se pueda apreciar desde fuera.
"Como sin duda ya sabes, Guiador había hablado de que yo, cuando estoy en trance, me veo confrontado a una gran estructura que despide unos velados destellos blanquecinos. Ésa es su manera de entender lo que yo acabo de decir: el trance en que uno mira con ojos despiertos la inmensa corriente. Pero son dos maneras de ver lo mismo. Ya de entrada, la experiencia de un gran trance es algo que no cabe en las categorías del lenguaje. Si eso se quiere transmitir en palabras, habrá varias maneras de expresarlo, todas ellas correctas. No hay nada en contra.
"Pues bien, volviendo al tema de este dibujo, te diré que estando inmerso en el trance, no debes dejar que el éxtasis te arrastre y te absorba en su gran corriente, como me has oído decir antes. ¿Qué hacer para impedirlo? Los místicos europeos usan textos sagrados de oraciones como una barandilla o pasamanos que les proteja de precipitarse en el abismo del éxtasis. Se ha llegado al caso de que aten esos textos con una cuerda y se ciñan ésta a la cintura como un salvavidas. El tema admite esta explicación. Lo que he llamado textos sagrados puedes entenderlo como palabras tomadas de oraciones religiosas.
"Profesor, tú en este dibujo te dispones a caminar, tomando a Ikúo de la mano, hacia la profundidad del cielo. La mano de Ikúo que se enlaza con la tuya está desempeñando la función de ser tu pasamanos, tu salvavidas en este caso. Tú has tomado la decisión de internarte en el mundo "de allá", conducido por mí. Pero desde el principio mismo tú te niegas a quedar allí sumergido. No te permites a ti mismo ser absorbido por la gran corriente. Has abrazado la resolución de guardar a todo trance esas partículas de ondas-luz que residen en tu cuerpo y en tu alma. En resumidas cuentas, que en Ikúo tienes tu pasamanos de protección y tu salvavidas; pero al mismo tiempo, si Ikúo bajo mi liderazgo llega a entrar en trance, tú estás ahí para evitar que se hunda en la gran corriente. Y ha sido seguramente pintando ese esbozo de Ikúo contigo, llevándoos de la mano, como has cobrado conciencia de ello. Basta con mirar este dibujo para entender que Ikúo también va a ser capaz de prepararse interiormente, ¿no es así?
Mientras Patrón decía estas últimas palabras, desvió su mirada de Kizu a Ikúo. Kizu no pudo refrenarse de mirar igualmente hacia Ikúo, y así lo hizo, con un giro enérgico de su cuerpo. Ikúo hizo un signo tan decisivo de asentimiento que llenó de felicidad a Kizu.
Kizu no tenía nada clara la naturaleza de lo que se le pedía como Guiador en ciernes, pero estaba fuera de toda duda que Patrón lo consideraba como un consejero importante para los asuntos del nuevo movimiento religioso. Desde ahora Kizu, como también era el caso de Ikúo, estaba bien dispuesto a escuchar cuanto dijera Patrón. Incluso cuando Kizu le daba charlas a éste sobre aquel poeta gales, Patrón no se limitaba a ser un mero alumno. Pero a partir de ahora parecía iniciarse una dinámica contraria, con Patrón tratando de instruir y asesorar a Kizu. Patrón estaba emprendiendo la tarea de hacer revivir la doctrina que el ahora enfermo Guiador y él mismo habían creado -por más que hubieran renegado de ella en bloque para acometer el Salto Mortal-.