– El médico es un pesimista de tal magnitud que llega a ser cínico. ¿Pues no nos sale con palabras como "muerte cerebral"? -exclamó Bailarina sin poder ocultar su indignación, en tanto salían del pasillo y se encontraban ya en el rellano del ascensor-. Me ha dicho que aun ahora avanza la hinchazón cerebral. A este paso, una fisura negra que detecta el TAC en medio de su cerebro puede acabar reventando. Le he preguntado si, en este estado de cosas, está aplicando medidas para parar la hinchazón, pero ese señor doctor no se ha dignado responderme.
El "Pajero", con Bailarina al volante, iba a entrar en un cruce del bulevar de Kooshuu. Echando una ojeada a su reloj de pulsera, Ogi pensó que esa tarde aún le daría tiempo de pasarse por su oficina de la fundación. Le faltó la osadía necesaria para decirle a Bailarina que torciera a la izquierda y lo llevara a la estación de Shinjuku, y en vez de eso le pidió:
– Para un momento y déjame por aquí.
Pero Bailarina reaccionó con mucha severidad, casi convulsivamente. Chasqueando su lengua mojada contra los dientes, que relucían blancos entre los labios abiertos, le dijo ella:
– ¿Adonde quieres ir? ¿Precisamente ahora vas a escaparte? Yo sola no puedo ocuparme de ese hombre, con sus tiritones de fiebre.
Justo antes de meterse en el cruce, el "Pajero" se paró en seco, y ante el claxon que desde el coche de atrás le sonó materialmente encima, incluso se caló, temblequeante, como una persona que tuviera algo atascado en la garganta. Bailarina echaba fuego por los ojos, mientras afrontaba con bravura el lance. Por fin el coche quiso volver a arrancar, y ella lo arrimo al lateral, donde lo paró. Ogi advirtió, sobreponiéndose a lo imprevisto del caso, que los redondos hombros de Bailarina se agitaban bajo el suéter blanco, y que ella… ¡estaba llorando! Ogi se quedó desconcertado, y sólo se le ocurrió lo consabido de siempre en este tipo de situaciones: "¡Qué se le va a hacer!" Y con esto, trató de avenirse a las circunstancias. Se bajó por el lado de la acera, y mientras recibía nuevos pitidos de claxon alertándole del peligro, dio unos pasos rodeando al "Pajero" y se subió de nuevo por la puerta del conductor. Bailarina se cambió de asiento sumisamente y con presteza, hundiendo su peso en el asiento vecino, mientras que con sus manos de bonitos dedos se cubría el rostro.
Pero cuando el coche llevaba diez minutos en marcha, Bailarina se acomodó mejor, irguiéndose en el asiento, y orientó su cara, ya secadas las lágrimas, hacia el frente. Su habitual voz susurrante tenía ahora un matiz bronco, y le soltó a Ogi la siguiente historia, que a éste le pareció sobrada de razón:
Cuando ella misma iba a salir de Ashikawa, siguiendo su deseo de aprender danza, para venirse a Tokio, su padre la presentó a Guiador, un íntimo amigo suyo y antiguo compañero en la Facultad de Ciencias.
El padre era consciente de la trayectoria previa de Guiador: cómo había formado un grupo religioso a una con Patrón; pero eso no le había hecho cambiar de idea respecto a la confianza que le inspiraba Guiador como persona. En los telediarios, ella había visto reportajes sobre el tema en cuestión, y no acababa de tranquilizarse; pero, de todos modos, emprendió el viaje con la confianza puesta en Guiador. En la casa-oficina donde Guiador y Patrón vivían -que por cierto era una oficina inactiva como tal- le asignaron una habitación, y a cambio ella asumió las tareas de la casa. Fue poco después de su llegada cuando empezaron a llamarla "Bailarina", y por entonces, como un desarrollo natural de los acontecimientos, ella se convirtió de hecho en la secretaria de los dos.
Cuando, tiempo atrás y en Hokkaido, ella había dado un recital de su propia danza, un periodista local escribió un elogioso reportaje en un periódico de Sapporo -que en realidad había sido el motivo desencadenante para que ella se trasladara a Tokio-. Una vez ya en la capital, informó a aquel reportero sobre su dirección en Tokio; y luego le llegó una carta de él, diciéndole que aquel dúo formado por Patrón y Guiador no sólo había dado la espalda a la secta religiosa de su propia creación, sino que "esa gentuza había convertido públicamente su propia doctrina en tema de burla". Y que ellos habían llegado a vender a la autoridad competente la facción más extremista de sus creyentes, la cual había pasado, de mantener su fe puesta en las enseñanzas de Patrón, a emprender una acción política radical.
Sin embargo, Bailarina no se hizo ningún serio problema de tales cosas. Ella no se cuestionaba qué ideas podían tener Patrón y Guiador, ni qué pudiera haber resultado de todo eso. Le bastaba con albergar interiormente un caluroso afecto a aquellos dos señores mayores que la habían acogido en su residencia y le permitían plena libertad de movimientos. Con todo, cuando oía de labios de Patrón y Guiador alguna charla que le sonaba a tema religioso -ya fuera sobre algo relacionado con el acontecimiento reciente, por el que habían renunciado a su doctrina, ya fuera de ideas nuevas… (siendo el caso que ella no sabía distinguir entre ambos temas)-, ocasionalmente se sentía enganchada por aquello.
Todavía por aquel entonces Bailarina no conocía el hecho de que Patrón, desde tiempo atrás, solía entrar en sus especiales trances visionarios. En éstas, Patrón vino a caer en una depresión de honda melancolía. Para Bailarina, tal hecho constituía una experiencia nueva desde que se mudara a esa casa-oficina, pero los días que eso duró le dejaron una huella profunda; así como igualmente conservaba un buen recuerdo de la inmensa alegría experimentada cuando aquella misma persona, Patrón, que representaba un papel central en su vida, salió por fin liberado de su crisis. Pasado el episodio de la melancolía, cierto día en que Patrón se puso a hablar animadamente con Guiador, Bailarina oyó su conversación mientras planchaba ropa en la divisoria entre el comedor y la sala de estar. Las palabras de Patrón eran como sigue:
– Lo que yo ahora he experimentado, no tiene punto de comparación con mis trances anteriores. Esto te lo digo a ti, pues es lo único que cabe decir sobre el asunto; pero añadiré que si nosotros, desde el principio, hubiéramos insistido en nuestra predicación sobre la cuestión de que lo que trataba de conseguir nuestra iglesia era un objetivo a largo plazo, es decir, que pretendíamos preparar a la humanidad para afrontar los retos de fines del siglo veintiuno, no se hubiera producido la desafortunada confrontación con la facción radical. ¿Acaso no está claro para quienquiera que lo mire que, con una perspectiva de cien años y a escala universal de la humanidad, tendrá que producirse un general arrepentimiento en el mundo? A partir de ahora estamos previendo que dentro de cien años la humanidad no podrá detener una crisis de estancamiento global. Y, sin embargo, aquí estamos los países desarrollados, con nuestra prosperidad traída por la cultura del consumismo, y los países subdesarrollados, que se afanan en perseguir la misma meta. ¿No es esto acaso el fiel remedo del esplendor de Sodoma y Gomorra, aquellas ciudades de las que narra la Biblia que eran emporios del placer en la víspera de su propia destrucción?
"Nuestra insistencia había tenido que centrarse en lo necesaria que es una actitud de arrepentimiento para una humanidad que de aquí a cien años va a verse ante la peor de las pruebas. Ése debía haber sido el fin que presidiera la fundación de nuestra iglesia, y que nos habría llevado a establecer una firme base para la lucha. Teníamos que haber predicado que emprendíamos una preparación a cien años vista, dirigida a un arrepentimiento general y a una salvación de alcance universal. ¿No es cierto que, en comparación con los dos mil años transcurridos desde los tiempos de Jesús, cien años representan un breve intervalo? Aun así, precisamente ahora, vemos que los próximos cien años pueden definir el milenio que viene como la era de la tecnología. Urge empezar enseguida; no podemos flaquear, tenemos que seguir adelante.
Hasta el momento, Guiador había impresionado a Bailarina como un tipo de hombre lleno de resolución, y sin embargo nunca lo había oído expresarse de forma clara. Aun reconociendo su amabilidad, lo encontraba inaccesible y taciturno. Pero en esta ocasión Guiador se hizo oír con toda claridad, hasta el punto de que Bailarina pudo imaginarse con cuánta razón ese hombre, en una época de esplendor de la secta, había sido llamado "Profeta".
Guiador se expresó así:
– Perdóname, Patrón, pero cien años es un plazo muy largo. Está bien que prediquemos sobre la destrucción que nos espera al cabo de sólo un siglo. Pero cien años, para tener que vivirlos uno, es un plazo muy largo. Pienso en el grupo de mujeres que vieron nuestro Salto Mortal como un descenso a los infiernos. A esa consideración de nuestra bajada infernal ellas contraponen la visión de los cien años que se abre ante ellas. En el lugar donde mantienen fielmente su fe haciendo vida en común, ellas van acumulando los años, uno por uno, con la mira puesta en el siglo; o más valdría decir que están realizando el esfuerzo de mantener ese ritmo. Pero ¿cómo se lograría enseñar a otros esta manera suya de sumar año tras año para vivir así el siglo? ¿Cómo conseguir esa perseverancia sin dejarse avasallar por la facción radical?
Desde ese momento, Bailarina -por cuanto le contó a Ogi- solía poner la oreja con extrema atención a las palabras de Patrón y Guiador. E incluso en la presente situación, en que ellos no se implicaban en actividades religiosas, gracias a la circunstancia de encontrarse trabajando en la oficina de ambos, había ella llegado a descubrir la alegría de los creyentes. Pero ahora que -según presentía ella- Patrón estaba de nuevo tratando de reanudar su actividad religiosa, ahora precisamente Guiador había padecido el aneurisma y la hemorragia cerebral, y yacía sin sentido. Y Patrón, a su vez, ante el impacto que eso le había causado, estaba postrado por la fiebre. "En esta situación -añadió Bailarina-, ¿cómo puedes tú darnos la espalda a Patrón y a mí para volverte a tu trabajo? ¿No eres tú acaso en este momento -exceptuándome a mí, y a Guiador, que está enfermo- quien está más cerca de Patrón que nadie, tú que has mantenido hasta ahora un trato familiar con él?".