Выбрать главу

¿Dónde buscar? En primer lugar fui a las oficinas la White Star, la compañía a la que pertenecía el Titanic. Luego recorrí los hoteles donde los supervivientes habían sido alojados para pasar la noche. Pero una vez más, ni rastro de mi mujer. Volví a los muelles, estaban desiertos.

Entonces decidí partir hacia el único lugar cu dirección ella conocía y donde, una vez tranquilizad podría pensar en encontrarme: mi casa de Annápolis.

Durante largo tiempo esperé una señal de Xirín, pero jamás llegó. Tampoco me escribió. Nadie volvió pronunciar su nombre delante de mí.

Hoy me pregunto: ¿habrá existido realmente? ¿Era otra cosa que el fruto de mis obsesiones orientales? Por la noche, en la soledad de mi demasiado espaciosa habitación, cuando la duda me invade, cuando mi memoria se confunde, cuando siento que mi razón vacila, me levanto y enciendo todas las luces, corro a coger sus cartas de antaño y hago como si las abriera aparentando que las acabo de recibir, aspiro su perfume, releo algunas páginas; la frialdad misma de su tono me reconforta, me da la ilusión de vivir de nuevo un incipiente amor. Sólo entonces me tranquilizo, las guardo y vuelvo a hundirme en la oscuridad, dispuesto a abandonarme sin miedo al deslumbrante pasado: una frase lanzada en un salón de Constantinopla, dos noches en blanco en Tabriz, un brasero en el invierno de Zarganda. Y de nuestro último viaje, esta escena: habíamos subido a cubierta y en un rincón sombrío y desierto nos habíamos besado apasionadamente. Para coger su rostro entre mis manos, dejé el Manuscrito sobre una cornamusa de amarre. Cuando lo vio, Xirín se echó a reír, se separó de mí y con un gesto teatral lanzó hacia el cielo:

– ¡Las Ruba'iyyat en el Titanic! ¡El florón de Occidente llevando a la flor de Oriente! ¡Jayyám, si pudieras ver el bello instante que se nos ha otorgado vivir!