Lake retrocedió y me contempló. Una sonrisa cosquilleó en las comisuras de su boca.
– No te molestes -dije-. Lo han intentado antes en circunstancias mucho más ventajosas. Sabes lo que pasará si siquiera lo intentas. Clay se asegurará de que no lo puedas volver a intentar nunca más.
– ¿En verdad? -Los ojos de Lake se ensancharon y miró alrededor-. No lo veo aquí. Tal vez quiera tomar la oportunidad.
– De acuerdo -dije-. Golpéate a ti mismo.
No me moví. Las luchas entre werewolves eran puro alarde en un 70 por ciento. En estos días, Clay ganaba la mayor parte de sus batallas simplemente mostrándose. Su reputación era suficiente. Al menos esto servía para los werewolves machos. Yo no era tan afortunada. No importa cuantos combates ganase, los callejeros todavía me imaginaban indefensa sin Clay para protegerme.
Lake rodeó la silla. No me moví. Él agarró mi pelo, enredando largos mechones alrededor de su puño. Apreté los dientes y aún así no me moví. Él tiró mi cabeza hacia atrás. Sólo lo fulminé con la mirada. Con un gruñido, él liberó mi pelo, agarró mis hombros y me sacó de la silla. Me eché atrás, tratando de empujarme contra la mesa, pero, a diferencia de mi silla, no la habían dejado pegada al suelo. Cuando golpeé el borde de la mesa, ésta patinó fuera de alcance y caí sobre mis rodillas, mis manos esposadas adelante para evitar mi caída. Lake me dio una patada en el trasero y me lanzó lejos, haciéndome estrellar contra mi cara. Me quedé quieta, con la cara contra la alfombra.
– ¡Uf! -dijo Lake-. Eso dolió.
– Mis manos están esposadas -refunfuñé contra la alfombra.
– ¿Sí? Bueno, mi mano izquierda no trabaja demasiado bien, gracias a tu amante muchacho. Tal vez yo debería hacerte lo mismo. Nah. No en el brazo. En la cara. Tal vez entonces él no te encontrará tan atractiva.
– Cara o brazo, no importa. Tócame y estás muerto.
– Ya estoy muerto, dulzura. Contigo aquí, estos bastardos ya no me necesitan más. Podría conseguir mi venganza mientras pueda.
Mientras intercambiábamos impresiones, mantuve mis brazos metidos bajo mí y me concentré. El sudor saltó de mi frente. Lake se arrodilló delante de mí y sonrió abiertamente.
– Te ves un poco pálida, dulzura. No eres tan resistente como pretendes.
Me moví, quitando mi peso de mis brazos. Lake saltó sobre sus pies y pisó con fuerza en el centro de mi espalda. Algo sonó. El dolor formó un arco a través de mí. Sofocando un grito, cerré los ojos y me concentré en mis manos. Relajé mi vientre contra la alfombra y enrosqué mi palma. Sentí el peso del pie de Lake en mi espalda, descansando allí. Sin advertencia, él empujó, aplastándome contra la alfombra. Cinco agujas traspasaron mi blusa y mi estómago. Jadeé y olí la sangre.
– ¿Dolió? -dijo Lake-. Bah, me siento taaaan mal. ¿Sabes cuánto me duele este brazo? ¿Tienes alguna idea? ¿Incapaz de ir al hospital, a un doctor? Detectar algún problema que hubiese hecho revocar su licencia…
Me lancé sobre Lake rápidamente, atrapándolo con la guardia baja. Él tropezó hacia atrás. En un segundo, él hubo recobrado su equilibrio y retiró su pie, que apuntó a mi pecho cuando me giré. Balanceé mi mano derecha y agarré su pierna. Mis uñas rasgaron sus vaqueros y se hundieron en la carne. Cuando le hube dado un buen apretón, tiré hacia atrás, rasgando su pierna. Lake gritó y tropezó hacia atrás.
– ¡Mierda! ¿Qué mierda…?
Él miró mi mano. Sólo que no era una mano. Era una garra, el apretón y los dedos de una mano humana, la piel de un lobo, largas uñas, muy afiladas, y duras como roca. Las esposas colgaban de mi otra mano. El Cambio parcial había estrechado mi mano lo suficiente para dejarlas como pulsera.
– ¿¡Qué mierda!? -repitió Lake apoyándose contra la pared.
– Treta de Manada -dije-. Lleva algo de concentración. Demasiado para un callejero.
Avancé hacia él. Vaciló, luego se lanzó contra mí. Caímos. Agarré su espalda. Él gruñó y trató de luchar. Agarré la espalda de su camisa con mi mano izquierda y lo arrojé lejos. Cuando me puse de pie, la puerta se abrió de golpe. Bauer entró apresuradamente en el cuarto con Matasumi, Tess, y dos guardias a sus talones. Los cinco se quedaron parados en la entrada y miraron fijamente. Entonces Bauer avanzó a zancadas a través del cuarto, observando a Lake.
– ¿Qué demonios pasa aquí? -dijo Bauer.
– Ella comenzó -dijo él.
– Oh, por favor -dije, poniéndome de pie.
Mi mano estaba normal ahora. Yo la había metido de nuevo en la esposa. Xavier pasó por la entrada.
– Él comenzó -dijo Lake.
– Sólo seguía órdenes -Xavier se apoyó contra el marco de la puerta, las manos en bolsillos-. El anillo es mío, Pat. Ella pateó tu trasero.
– ¿Está grabado en cinta? -preguntó Matasumi.
Xavier bostezó -Por supuesto.
Bauer se giró hacia ambos -¿Órdenes? ¿Cinta? ¿Qué pasó aquí?
Yo sabía lo que había pasado. Había sido estúpidamente utilizada, y estaba furiosa por no haberlo visto antes. ¿Acaso no debería haberme preguntado por qué Matasumi, el paranoide de la seguridad dejaba libres a mis guardias? ¿Por qué luego me dejaba sola en el cuarto? ¿Por qué Xavier entraba solo con otro werewolf luego de que Matasumi había discutido sobre dejar mi celda sin guardias armados? Matasumi debe haber arreglado todo mientras yo estaba en el hospital. Mientras estaba fuera de mi celda, ¿por qué no intentar un pequeño de experimento? Averigüar lo que sucede cuando pones a un werewolf de la Manada en el mismo cuarto que un callejero.
Bauer comenzó a gritar a Matasumi, luego se detuvo. Despidió a Xavier y Tess para la noche, luego pidió a los dos guardias que me escoltaran de vuelta a mi celda. Una vez que estuvimos fuera de la distancia normal de oír, ella se lanzó contra Matasumi otra vez.
CONTACTO
Había estado de vuelta en mi celda aproximadamente veinte minutos cuando Bauer trajo mi comida. Jamón, patatas fritas, zanahorias de bebé, coliflor, ensalada, leche, café, y pastel de chocolate. Alimento suficientemente decente como para lanzar lejos cualquier idea de huelga de hambre, no era que yo estuviese dispuesta a hacer una de todos modos. No protestar era bastante bueno para garantizar la conservación.
Antes de que yo comiera, Bauer me mostró los alrededores de la celda, indicando los artículos de tocador, mostrando como funcionaba la ducha, y explicando la carta de comidas. Un camisón de noche y un traje de día estaban guardados en un cajón bajo la cama. ¿Por qué sólo un cambio de ropa? Bauer no lo dijo. Tal vez temían que si tuviéramos demasiada tela, encontraríamos un modo de colgarnos de las inexistentes vigas. ¿O pensaban que no tenía ningún sentido proporcionarnos más cuándo no podríamos vivir el tiempo suficiente para necesitarla? Agradable pensamiento.
Bauer no se marchó después de terminar mi paseo por la celda. Tal vez esperaba un agradecimiento.
– Te pido perdón -dijo después de que me senté a comer-. Lo que sucedió arriba… Yo no sabía que planeaban eso. No creo en engañar a nuestros huéspedes. Todo este arreglo ya es bastante difícil para ti sin necesidad de preocuparte por bromas de ese estilo.
– Está bien -dije entre medio de un bocado de jamón.
– No, no lo está. Por favor dime si algo así pasa cuando no estoy cerca. ¿Quisieras que la Doctora Carmichael mirara tus heridas en el estómago?
– Estoy bien.
– Hay ropa limpia si quieres cambiarte esa blusa.
– Estoy bien -dije, luego añadí un conciliatorio-. Tal vez más tarde -Ella trataba de ser agradable. Yo sabía que debía corresponder. Saber y hacer son dos cosas diferentes. ¿Qué se suponía que debía decir? ¿Gracias por preocuparse? Si ella se preocupara, no me habría secuestrado en primer lugar, ¿verdad? Pero mientras me miraba comer, su mirada de la preocupación parecía genuina. Tal vez ella no veía la contradicción, entre secuestrarme y luego preocuparse de como era tratada. Ella estaba parada allí como si esperara que yo dijera algo. ¿Decir qué? Yo tenía poca experiencia con otras mujeres. Chismear con alguien que me había drogado y había secuestrado estaba más allá de mi espectro de habilidades sociales.