A las nueve y treinta, Paige trató de ponerse en contacto conmigo. O creo que lo hizo. Comenzó con un dolor de cabeza, como el día anterior. A la primera punzada de tensión, había saltado de la cama, me estiré, cerré mis ojos, y esperé. Nada pasó. El dolor de cabeza disminuyó, desapareció, luego volvió una media hora más tarde. Todavía estaba en la cama, con miedo incluso de cambiar de posición por miedo a bloquear la transmisión de Paige. Nuevamente, nada pasó. Me relajé. Imaginé abrirme, imaginé dirigirme a Paige, imaginó cada trozo posible de imágenes conducentes que pude. No fue tanto cuando el desnudo susurro recompensó mis esfuerzos.
¿Y si Paige no pudiera ponerse en contacto conmigo? ¿Y si no fuera bastante fuerte, si la vez pasada hubiera sido una cosa de suerte? ¿Y si yo hubiera bloqueado cosas cuando había cortado por descuido la unión? ¿Y si, ahora mismo, alguna parte profunda de mi psique resistiera al contacto, aterrorizada por el rechazo adicional? ¿Y si el daño fuera permanente? Y si fuera solo… ¿para siempre?
No, no era posible. Paige volvería. Encontraría una forma, y yo hablaría con Jeremy y todo estaría bien. Esto era temporal. Tal vez ella no había estado tratando de ponerse en contacto conmigo. Tal vez yo sólo tenía un dolor de cabeza, completamente comprensible dadas las circunstancias.
Paige volvería, pero yo no me quedaría holgazaneando mientras esperaba. La acción era la única cura para el pánico. Tenía un plan. Sí, sería más fácil si tuviera el consejo de Jeremy, pero podría comenzar sola. Todo lo que tenía que hacer era recordar mi propia transformación metiendo mano en lo más profundo, las grietas que con más cuidado había suprimido de mi psique y sacar los recuerdos del Infierno. Ningún problema.
Dos horas más tarde, empapada de sudor, salí sin mis recuerdos. Durante los veinte minutos siguientes, me senté en el borde de la cama, reuniendo los pedazos de mí misma. Entonces fui y me duché. Estaba lista.
Durante el almuerzo dije a los guardias que quería ver a Carmichael. No respondieron. Nunca me hablaron más de lo necesario. Una media hora más tarde, cuando había comenzado a sospechar que no habían hecho caso de mi petición, volvieron con Matasumi. Esto complicaba mi plan. Mientras Matasumi parecía querer ayudar a Bauer, él no estaba inclinado a hacer algo así a costa sacarme de mi jaula. Si hiciera lo que quería, no creo que los cautivos pudieran poner un pie fuera de sus celdas a partir del momento en que eran capturados hasta que alguien viniera para sacar a la res muerta.
Finalmente, persuadí Matasumi a llevarme arriba, a condición de que fuera esposada, con cadenas en las piernas, y fuera acompañada por un grupo de guardias que me impidieran ponerme a menos de diez metros de Matasumi. En el hospital Matasumi me dejó para que encontrara Carmichael. Tres guardias me escoltaron dentro mientras los demás bloqueaban la salida por la sala de espera.
Bauer yacía en la primera cama. Al lado de ella, Tess leía una novela de misterio en edición rústica y cuidaba sus cutículas. Cuando Tess me vio, se sacudió alarmada, luego notó los guardias y se conformó con arrebujarse en el respaldo antes de reanudar la lectura.
En la cama de hospital, Bauer pareció incluso más regia y tranquila que en vida. Su pelo rubio oscuro se dispersaba a través de una almohada blanca prístina. Las líneas finas alrededor de sus ojos y boca habían desaparecido, desaparecido en el rostro de alguien de la mitad de su edad. Sus ojos estaban cerrados, sus pestañas descansaban contra la blanca piel impecable. Sus labios plenos se torcían en la más débil de las sonrisas. Absolutamente quieta, tranquilo, y etéreamente hermosa. En resumen, ella parecía muerta.
Sólo la elegante subida y caída de su pecho me decía que no era demasiado tarde, que ellos no habían puesto a Bauer allí para una autopsia. De todos modos, el impulso de felicitar al cosmetólogo mortuorio era casi aplastante. Casi. Guardé mis comentarios para mí. De alguna manera dudaba que mi auditorio los apreciara.
– Pacífica -la voz de Carmichael dijo detrás de mí.
– Ella no está encadenada -dije cuando Carmichael caminó alrededor de la cama y agitó a Tess.
– Los costados de la cama son bastante altos para prevenir accidentes.
– No del tipo que estoy pensando. Ella necesita cadenas en las piernas y brazos. Las mejores que pueda encontrar.
– Ella duerme profundamente. No…
– Encadénela o me marcho.
Carmichael dejó de comprobar el pulso de Bauer y alzó la vista bruscamente -No me amenaces, Elena. Has admitido frente al Doctor Matasumi que puedes ayudar a Sondra, y vas a hacerlo, sin condiciones. Al primer signo de una reacción violenta, la encadenaré.
– No será capaz de hacerlo.
– Entonces los guardias lo harán. Quiero que ella esté cómoda. Si esto es todo lo que puedo hacer, entonces está bien.
– Nobles sentimientos. ¿Alguna vez se ha preguntado cuán cómodos estamos en el bloque de celdas? ¿O no contamos? No siendo humano y todo eso, supongo que no estamos cubiertos por el juramento Hipocrático.
– No comience esto -Carmichael reanudó su revisión de las señales de vida de Bauer.
– Tiene sus motivos para hacer esto, ¿verdad? Motivos buenos, morales. Como todos los demás aquí. ¿Puedo adivinar el suyo? Veamos… descubrir brechas médicas inimaginables que beneficiarán a toda especie humana. ¿Estoy cerca?
La boca de Carmichael se apretó, pero mantuvo sus ojos en Bauer.
– Wow -dije-. Buena conjetura. ¿Entonces justifica el encarcelamiento, la tortura, y la matanza de seres inocentes con las esperanzas de crear una superraza humana? ¿Dónde consiguió su licencia, Doctora? ¿Auschwitz?
Su mano se apretó alrededor del estetoscopio, y pensé que iba a lanzármelo. En vez de eso, lo agarró hasta que sus nudillos se blanquearon, entonces inhaló y miró por delante de mí a los guardias.
– Por favor devuelvan a la Sra. Michaels… -Ella se detuvo y giró su mirada hacia la mía-. No, esto es lo que quieres, ¿verdad? Ser devuelta a tu celda, aliviada de tus obligaciones. Bien, no lo haré. Vas a decirme como tratarla.
El cuerpo de Bauer estaba tieso. Un temblor la recorrió. Entonces sus brazos volaron, golpeando con fuerza. Su espalda se arqueó contra la cama, y comenzó a convulsionar.
– Agarra sus piernas -gritó Carmichael.
– Encadénenla.
Las piernas de Bauer volaron, una rodilla golpeó a Carmichael en el pecho cuando ella se inclinó para dominarla. Carmichael voló hacia atrás, el aire escapó de sus pulmones, pero ella rebotó en un segundo y se lanzó sobre el torso de Bauer. Los guardias trotaron a través del cuarto y se dispersaron alrededor de la cama. Uno agarró los tobillos de Bauer. Sus piernas convulsionaron, y él perdió su agarre, cayendo hacia atrás y volcando un carro al suelo. Los otros dos guardias se miraron el uno al otro. Uno tomó su arma.
– ¡No! -dijo Carmichael-. Es sólo un movimiento. ¡Elena, agarra sus piernas!
Me alejé de la mesa -Encadénala.
La parte superior del cuerpo de Bauer se alzó, lanzando a Carmichael al suelo. Bauer se sentó derecha, luego sus brazos volaron, haciendo en un círculo perfecto. Cuando pasaron por sobre su cabeza, no viraron de curso para volver a la normalidad de postura. En vez de eso, se fueron directamente hacia atrás. Hubo un doble chasquido de hombros dislocados.
Carmichael agarró las correas delgadas que colgaban de los lados de la cama. Estuve a punto de decirle que Bauer debía ser retenida con algo diez veces más fuerte, pero yo sabía que había ido ya demasiado lejos, convirtiendo esto en una lucha de voluntades que la doctora no perdería. El guardia que había agarrado las piernas de Bauer dio un paso tentativo hacia delante.
– ¡Regresa! -Gruñí.
Caminé hacia los pies de la cama, ignorando los esfuerzos frenéticos de Carmichael para atar las restricciones de la cama, prestando atención sólo a los movimientos de las piernas de Bauer. Cuando pasé el carro volcado, recogí dos rollos de vendas. Conté los segundos entre las convulsiones, esperé la próxima para acercarme, luego agarré los tobillos Bauer con una mano.