Por lo visto el nivel de actividad paranormal en las celdas había aumentado recientemente. Leah, cuya celda estaba al lado de Savannah, se quejaba de que las botellas de champú amanecían derramadas, las revistas rasgadas, y el mobiliario cambiado de lugar. Los guardias eran otro objetivo favorecido. Varios tenían problemas al pasar por la celda de Savannah, todos reportaban que algo les había golpeado en las piernas. Acontecimientos molestos, pero relativamente benignos. Entonces, esa mañana, el guardia que había traído el cambio diario de ropa de Savannah y Ruth había reprochado a Savannah por derramar el ketchup en la camisa que había llevado puesta el día anterior. Cuando había dejado la celda, la puerta se había cerrado de golpe contra su hombro, dejando una contusión repugnante. Matasumi sospechaba que esta erupción de actividad era causada por tener a Ruth y Savannah juntas. Aún hasta después del potencialmente serio accidente con el plato volante, él no pensó en separarlas. ¿Y perder una oportunidad tan valiosa de estudiar la interacción entre brujas? ¿Qué eran unos guardias con cicatrices o tullidos comparados con eso? Mientras él exponía acerca de las situaciones “potenciales para realizar descubrimientos científicos notables”, creí que Carmichael murmuraba un par de epítetos, pero puedo haberme confundido.
Esa noche, enroscada sobre mi cuna, traté de ponerme en contacto con Ruth. De acuerdo, tal vez yo estaba exagerando sobre mi carencia de capacidades psíquicas. Supongo que si intentaba con fuerza suficiente, podría hacer algo. Supremacía de la voluntad. El incidente con el guardia me preocupaba. Si “los acontecimientos psíquicos” en la celda estaban aumentando, sospechaba que estaba relacionado con el entrenamiento que Ruth hacía con Savannah. Quería advertirla: que atenuaran el nivel de poder o se arriesgaban a ser separadas. Después de una hora de intentarlo, me rendí. Este fracaso sólo me recordó mi incapacidad para ponerme en contacto con Paige, lo me recordó que estaba fuera de contacto de Jeremy, lo que me recordó que estaba sola. No, me reprendí, no estaba sola. Estaba fuera de contacto temporalmente. Incluso si estaba sin Jeremy, era completamente capaz de inventar mis propias estrategias. El año pasado había planeado sin ayuda y había ejecutado el rescate de Clay. Por supuesto, hubo algunos problemillas… bueno, más que unos cuantos, realmente, y casi me habían matado… pero, vamos, lo había salvado, ¿verdad? Lo haría mejor esta vez. Vivir y aprender, ¿verdad? O, en este caso, aprender y vivir.
– No esa no, el cajón izquierdo. ¡Tu otra mano izquierda!
Me moví mientras dormía, soñando con Carmichael ladrando órdenes.
– El carrito roto. ¡Maldición! Te dije el carrito roto, no ese.
En mi sueño, una docena de carritos idénticos me rodeaba cuando tropecé de uno al siguiente.
– Dame – No, sólo muévete. ¡Muévete!
Otra voz contestó, masculina, mascullando una disculpa. Mis párpados vacilaron. La luz fluorescente achicharró mis ojos. Los cerré apretados, mascullé, y lo intenté de nuevo, bizqueando esta vez. Carmichael estaba efectivamente en el hospital, pero por una vez yo no era el objeto de su frustración. Dos guardias tropezaban en el cuarto, agarrando esto y aquello mientras ella arrebataba una bandeja de instrumentos desde la mesilla. Mis dos guardias de cuarto observaban, estupefactos, como si hubiesen estado medio dormidos.
– ¿Puedo hacer algo? -dijo uno.
– Sí -dijo Carmichael-. ¡Muévete!
Ella lo empujó fuera del camino con el carrito roto y lo sacó por la puerta. Salí de la cama y la seguí, mi somnolencia volviéndome valiente o estúpida. De cualquier manera, era el movimiento correcto. Carmichael no notó que la seguía. Cuando ella estaba así de preocupada, yo tenía que apuñalarla con un escalpelo para atraer su atención. Los guardias no dijeron nada tampoco, tal vez asumiendo que yo ahora era la ayudante de Carmichael en todos los asuntos y, si ella no me necesitara, me habría detenido ella misma.
Cuando los guardias y yo llegamos al elevador, las puertas se cerraban detrás de Carmichael. Esperamos y nos subimos cuando volvió. Esperaba que nos dirigiéramos a la superficie. No hubo esa suerte. Bajamos. A las celdas.
– ¿Qué ha pasado? -Pregunté.
Los tres guardias me ignoraron. El cuarto me pagó la cortesía con un encogimiento de hombros y murmuró -Ya veremos. Cuando el elevador se abrió en el nivel inferior, los guardias recordaron su trabajo y me rodearon mientras avanzábamos por el pasillo. Una vez traspasada la puerta de seguridad, oí la voz de Savannah.
– ¡Haga algo! ¡Apresúrese!
La puerta de la celda de Ruth y Savannah estaba abierta, dejando que voces se esparcieran por el pasillo.
– Cálmate, Savannah -dijo Matasumi-. Necesito que los guardias me expliquen lo que sucedió.
Me estremecí. ¿Otro accidente con los guardias? ¿Tan pronto? Ahora Ruth y Savannah serían separadas definitivamente. Traté de apresurarme, pero los guardias me bloquearon el camino y me hicieron ir más lento.
– ¡No hice nada! -gritó Savannah.
– Por supuesto que no lo hiciste -bufó Carmichael-. Ahora fuera del camino. Todos ustedes.
– No hay ninguna necesidad de todo este equipo -dijo Matasumi-. No había ninguna señal de vida cuando llegué. Es demasiado tarde.
– Yo diré cuando sea demasiado tarde -dijo Carmichael.
¿Ningunas señales de vida? Parecía malo. Cuando entré en el cuarto, Savannah se lanzó sobre mí. Reflexivamente, mis manos volaron para rechazar un ataque, pero puso sus brazos alrededor de mi cintura.
– ¡No hice nada! -dijo.
– Lo sé -murmuré-. Lo sé.
Toqué su cabeza torpemente y la acaricié, esperando no estar acariciándola como a un perro. Consolar niños afligidos no era una de mis fortalezas. Realmente, podía decir con algo de certeza que era algo que nunca me había tocado hacer antes en mi vida. Revisé el cuarto buscando a Ruth. La celda estaba llena hasta rebosar. Carmichael y tres guardias se encorvaban sobre la cama mientras la doctora trabajaba en una figura acostada. Los cuatro guardias que me habían acompañado se apiñaron para una mejor visual, empujando a Savannah y a mí a la esquina. Estiré el cuello para ver sobre sus cabezas.
– ¿Dónde está Ruth? -Pregunté.
Savannah se puso rígida, luego se echó atrás. Mi estómago se apretó. Miré la cama. Carmichael y los tres guardias todavía bloqueaban mi vista, pero podía ver una mano pendiendo por el costado de la cama. Una mano pequeña, rechoncha, manchada.
– Oh no -susurré.
Savannah se alejó -Yo no lo hice.
– Por supuesto que no -dije, atrayéndola y rezando para que no hubiera visto mi reacción inicial.
Matasumi se acercó a los cuatro guardias que habían bajado conmigo -Quiero saber lo que pasó.
– Llegamos recién -dijo uno. Hizo señas hacia los guardias que rodeaban la cama-. Ellos estaban en la escena primero.
Matasumi vaciló, luego avanzó hacia la cama y tocó el brazo de un guardia. Cuando el guardia se dio vuelta, se armó un escándalo en el vestíbulo. Dos guardias más entraron, armas en la mano.
– ¡Por favor! -dijo Matasumi-. No pedimos refuerzos. Vuelvan a sus posiciones.
Antes de que pudieran moverse, otro guardia entró, acompañado por Leah.
– Que -masculló Matasumi. Se detuvo y recobró la calma con un rápido aliento-. ¿Por qué está la Sra. O'Donnell aquí?
– Cuando pasé delante de su celda, noté que estaba completamente agitada -dijo el joven guardia, rastros de color apareciendo en sus mejillas-. Usé el intercomunicador para informarme y ella-uh-preguntó si podía ver lo que sucedía.
– Usted no puede liberar a ningún sujeto de una celda. Nunca. Devuélvala inmediatamente.