Leah empujó y pasó por delante Matasumi, bordeando al grupo hasta que llegó al lado de la cama. Cuando vio a Ruth, jadeó y giró para afrontar a Savannah y a mí.
– Oh -dijo ella, sus manos volando a su boca, sus ojos se fijaron en Savannah-. Lo siento tanto. ¿Cómo – Qué pasó?
– Lo he estado preguntando durante los últimos diez minutos -dijo Matasumi.
El guardia que él había llamado desde la cama se acercó-.Yo pasaba haciendo mis rondas y vi a la vieja, digo, la señora Winterbourne en su cama. La niña se inclinaba sobre ella. Pensé que algo estaba mal, como esa vez que ella había tenido un ataque cardíaco, entonces mi compañero y yo abrimos la puerta. Encontramos el reloj en el suelo. Había sangre salpicada en él. El cráneo de la señorita Winterbourne estaba golpeado.
Savannah se tensó en mis brazos, su corazón palpitando.
– Oh, pobrecita -dijo Leah, apresurándose hacia nosotros-. Qué accidente tan horrible.
– No- no fui yo -dijo Savannah.
– Lo que fuera que pasó, no es tu culpa, cariño.
Leah extendió su mano hacia Savannah. La muchacha vaciló, todavía agarrándose a mí. Después de un momento, ella alcanzó la mano de Leah y la sostuvo apretada, su brazo libre todavía alrededor de mí. Un destello de desilusión cruzó la cara de Leah. Entonces ella asintió con la cabeza, como si comprendiera que esto no era una competición de popularidad. Leah apretó la mano de Savannah y le acarició la cabeza.
Después de un momento, Leah se giró hacia el grupo que rodeaba la cama. Aclaró su garganta y dijo en voz alta, -¿Puedo llevar a Savannah a mi celda? Ella no debería estar aquí.
Carmichael levantó la vista de su trabajo, el sudor derramándose por su amplia cara.
– ¿Qué hace ella aquí? -dijo, agitando su mano hacia Leah-. Llévenla a su celda.
Los guardias brincaron para obedecer, tal como no habían hecho al oír a Matasumi. Dos empujaron a Leah. Savannah la miró ir con tal tristeza que quise implorar a Carmichael para que permitiera a Leah quedarse, pero temí que si lo hiciera, sería echada también. Savannah necesitaba a alguien. Mientras Leah habría sido preferible, Savannah tendría que arreglarse con un werewolf femenino no demasiado empático. Cuando Leah se fue, Savannah se desinfló y se apoyó contra mí. Estuvo tranquila durante varios minutos, luego ella echó un vistazo alrededor a los otros. Todos estaban ocupados con Ruth.
– Creo -susurró ella.
Se puso más cerca. Puse una mano en su hombro y ella se apretó contra mí. Le acaricié la espalda y murmuré ruidos que esperaba parecieran consoladores. Pareció tranquilizarse, probablemente no debido al consuelo que le ofrecía, sino porque me veía como su única aliada en un cuarto lleno de enemigos. Después de un minuto, alzó la vista hacia mí.
– Pienso -susurró otra vez -pienso que yo podría haberlo hecho.
– Tú no podrías… -comencé.
– Yo no dormía. Pensaba en cosas, cosas que Ruth me dijo. Mis lecciones. Entonces lo vi. El reloj. Voló – como el plato con hacia el guardia. Creo que lo hice. No estoy segura cómo, pero creo que lo hice.
El impulso de negar su culpabilidad saltó a mis labios, pero lo eché atrás. La mirada en su cara no era la de una niña que pide ser consolada con mentiras bien intencionadas. Ella sabía la verdad y confiaba en mí con ella.
– Si lo hiciste, no fue tu culpa-dije-. Sé eso.
Savannah asintió con la cabeza, se quitó las lágrimas, y apoyó su cabeza contra mi pecho. Estuvimos de pie así, sin hablar, por al menos cinco minutos. Entonces Carmichael se alejó de la cama. Todos detuvieron lo que hacían. El único sonido en el cuarto era el paso ligero del corazón de Savannah.
– Hora de muerte -comenzó Carmichael.
Levantó su brazo, pero no debía haberse puesto el reloj cuando salió a toda prisa de la cama. Durante un largo momento, contempló su muñeca, como si esperara que algún reloj mágico apareciera. Entonces dejó caer la mano, cerró los ojos, exhaló, y salió de la celda.
Había terminado.
CAMBIOS
Una vez que todo se hubo calmado, Matasumi se dio cuenta de que yo estaba allí. Por supuesto, me había visto antes, pero no había comprendido lo que esto significaba, a saber, que yo estaba en un lugar en el que definitivamente no debería haber estado. Me mandó de vuelta al hospital con cuatro de los guardias restantes.
Pasé las pocas horas siguientes tirada en mi cama, contemplando las luces parpadeantes de las máquinas de Bauer. Ruth estaba muerta. ¿Podría haber hecho algo para prevenir esto? ¿Debería haber hecho algo? Ella conocía los riesgos. Eso no me hacía sentir mejor. Ahora estaba muerta y Savannah se culpaba. Debería haberle ofrecido más consuelo a Savannah. Debería haber conocido los gestos correctos, las palabras correctas. La muerte de Ruth sería un punto decisivo en su vida, y todo lo que yo había sido capaz de dar era el más torpe de los consuelos. ¿No debería haber sido capaz de encontrar algún instinto maternal profundamente arraigado y haber sabido qué hacer?
Por supuesto, Savannah no había tenido la intención de matar a Ruth. ¿Pero lo había hecho? Así lo temía. Más que eso, temía que no hubiera sido un accidente. No, no creía que Savannah hubiese lanzado ese reloj volando a propósito. Absolutamente no. Su dolor por la muerte de Ruth había sido demasiado crudo, demasiado verdadero. Aún así, yo temía que alguna parte inconsciente de Savannah hubiera matado a Ruth, que algo en su naturaleza, en sus genes, algo que ella no podía entender, la hubiera hecho atacar inconcientemente a esos guardias y matar a Ruth. Tal vez había visto demasiadas películas de terror de “niños demoníacos”. Esperaba que fuera eso. Recé para que lo fuera. Me gustaba Savannah. Tenía espíritu e inteligencia, una mezcla simpática de inocencia infantil y réplicas de preadolescente. Era una niña normal, parte ángel y parte demonio. Seguramente no había más en ello que esto. Pero los acontecimientos psíquicos giraban alrededor de Savannah. Cuando Ruth había entrenado a Savannah, los acontecimientos se habían intensificado rápidamente de ser inocuos a letales. ¿Qué había dicho Ruth sobre Savannah? Gran poder, potencial increíble… y una madre que se inclinaba hacia “el lado más oscuro” de la magia. ¿Existía algo como una predisposición genética al mal? ¿Lo había pasado por alto Ruth? ¿Había rechazado ver algo de maldad en alguien tan joven? Dando más poder a Savannah, ¿Había firmado su propia sentencia de muerte? Por favor, hagan que me equivoque. Por el bien de Savannah, hagan que me equivoque.
Con la mañana vino el desayuno. No lo toqué. Carmichael llegó a la hora habitual, poco antes de las ocho, con un brusco -¿Cómo estás?, la única indicación de que algo había pasado la noche anterior. Cuando dije que estaba bien, me estudió durante un segundo más, gruñó, y comenzó su trabajo de escribir.
Pasé parte de la mañana pensando extensamente en la muerte de Ruth, en cómo esto cambiaba las cosas, como podría haberlo prevenido. Pasé mucho tiempo en esto último. Tal vez no podría haberlo hecho. La vida y la muerte estaban más allá de nuestro control. En cualquier momento, Matasumi podría haber decidido que Ruth ya no era un sujeto viable o Winsloe podría haber entrado en su celda y haberla llevado para una de sus cazas. De todos modos, llevaba sobre mis hombros parte de la culpa, tal vez porque esto me daba algún sentido de control en una situación incontrolable.
Alrededor de media mañana un gemido suave me despertó de mis pensamientos. Eché un vistazo. Bauer gimió otra vez. Enterró la cabeza en la almohada, retorciendo la cara de dolor.
– ¿Doctora? -dije, parándome-. Se está despertando.
Mientras Carmichael avanzaba, me incliné sobre Bauer. Sus ojos se abrieron.
– Hola, Sondra -dije-. Nosotros…