– Tal vez podemos hablar con los guardias -dije-. Explicar lo que pasó. ¿Hay un intercomunicador, Sondra? ¿Podemos comunicarnos de alguna forma con ellos?
Bauer sacudió su cabeza.
Fuera de la celda, algo cayó con un ruido sordo contra la puerta de salida. Nos paramos para escuchar. Dos ruidos sordos en rápida sucesión, luego silencio.
– Ellos no pueden entrar -susurró Bauer-. La puerta de salida debe haber perdido la energía o haberse trancado.
– Era demasiado esperar que todos estuvieran muertos -dijo Leah-. ¿Cuántos guardias había allí en total?
– Tres docenas…, no, treinta -dijo Bauer-. Nosotros -comenzamos siendo treinta y seis, pero hubo bajas.
– Piojosas probabilidades. Bien, voy a hacer que Savannah salga de aquí antes de que las cosas se pongan malas.
Leah extendió la mano hacia Savannah, pero ella la esquivó y corrió hacia mí.
– Quiero ayudar -dijo ella, alzando la vista hacia mí.
Como si no me sintiera lo bastante culpable pr sospechar que Savannah era la causante del cristal volador. Pero si Leah y yo íbamos a luchar contra esto, teníamos que poner a Savannah en algún lugar seguro donde pudiera calmarse.
– No tratamos de quitarte de en medio, Savannah. Sé que podrías ayudar. Ese hechizo de confusión -Me las arreglé para dirigirle una sonrisa sardónica – bien, me quedé impresionada, si quieres que te lo diga.
– Pero…-.Savannah suspiró, con la cansada resignación de un niño que podía oír venir el “pero” desde una milla de distancia.
– Pero si te quedas, Leah y yo estaremos demasiado preocupadas por ti como para concentrarnos en el peligro.
– Estaríamos muy preocupadas si te quedaras -dijo Leah, lanzándome una mirada-. Nos sentiríamos todas mucho mejor si estuvieras en algún lugar más… seguro. Te llevaré a mi celda.
– Bien -dijo Savannah, con una voz que decía que nuestra decisión era todo menos buena.
Leah extendió su mano hacia Savannah, pero la muchacha enpujó lejos y acechó la puerta. Leah trotó tras ella.
Varios minutos más tarde, Leah se apresuraba de vuelta. Los guardias todavía golpeaban la puerta de salida.
– Ella está en mi celda -dijo Leah-. Escondida bajo la cama. Cerré la puerta.
Comencé a asentir con la cabeza, luego me detuve-.¿Cerraste la puerta? ¿Y si se tranca? ¿Cómo la sacaremos?
– Ahora mismo estoy más preocupada de que Savannah no interfiera. Si no la encerraba con llave, estaría aquí abajo en dos minutos, tratando de ayudarnos. No necesitamos esa clase de ayuda -Ella echó un vistazo al cristal roto-. Ya ha ayudado bastante.
– Si Savannah hizo volar el cristal, no fue intencional.
Leah se encogió de hombros-.Probablemente tienes razón. De todos modos, no es su culpa. Que se puede esperar, con una madre como Eve.
– ¿Piensas que es eso? Sólo porque su madre estaba metida con la magia negra no necesariamente significa-
– Eve no sólo era una bruja, Elena. Su padre era un demonio, quiero decir que ella era un híbrido medio demonio medio bruja. Una combinación brutal. Yo soy bastante valiente. No me asusto fácilmente. Pero Eve me asustaba de una manera increíble. ¿Sondra, recuerdas cuando recién la trajeron aquí…
Bauer giró para afrontarnos -¡¿A quién carajo le importa, Leah?! ¡Tenemos a Dios sabe cuántos guardias armados golpeando la puerta de salida y hablas de la genealogía de Savannah!
– Frialdad, Sondra. Elena y yo tenemos todo bajo control. Estamos acostumbrada a esta clase de asuntos. Todo lo que digo, Elena, es que hay que tener cuidado alrededor de Savannah. Recuerda, es una muchacha preadolescente, hormonas pateando y toda esa mierda. Sólo hace las cosas aún peor. Quién sabe…
– ¡Maldición! -gritó Bauer-. ¡Están echando abajo la maldita puerta!
– ¿Cres que entrarán? -me preguntó Leah tranquilamente, como si Bauer fuera una lunática gritando dentro de un cuarto acolchado.
– Posiblemente -dije.
Ella suspiró -De acuerdo, entonces. Es tiempo de preparar la fiesta de bienvenida.
Cuando habíamos terminado de planear, apagamos la luz. Con nuestra visión nocturna, Bauer y yo estaríamos bien, y Leah había decidido que las ventajas totales de la oscuridad pesaban más que su desventaja personal de visión limitada.
Nos deslizamos hacia el pasillo, quedándonos detrás de la esquina por si los guardias se abrían camino, disparando sus armas.
– ¡Hola! -gritó Leah-. ¡Estamos atrapadas aquí! ¡Hay heridos! ¿Hay alguien ahí? ¿Pueden oírnos?
Nadie contestó. Tal como Bauer había advertido, la puerta era a prueba de sonidos. Leah intentó un par de veces más, luego le hice señas para hacerla callar y escuché. Yo podía sólo oír jirones de voces sordas.
– ¿-Quién está allí?
– La otra puerta, sin energía
– La radio, otra vez
– ¿Hay hombres afuera? ¿Matasumi, Winsloe?
Leah se apoyó contra mi hombro -¿Puedes decir cuántos hay?
Sacudí mi cabeza -Tres, tal vez cuatro voces, más los que no hablan. Espera, oigo algo más.
Un siseo fuerte sonó del otro lado de la salida. Cuando traté de identificar el ruido, de repente se elevó a un zumbido chirriante, bastante fuerte com para que incluso un no werewolf pudiera oírlo.
– Un soplete de soldar -dijo Leah-. Eso funcionará. Deberíamos prepararnos.
Nunca tuvimos una oportunidad de poner nuestro plan en acción. Cuando me balanceé hacia la celda vacía, la puerta de salida se abrió de repente. Los gritos de sorpresa de los guardias se transformaron en una serie de órdenes. Leah entró como una flecha a la primera celda conmigo. Cuando me giré para cerrar la puerta, me di cuenta que Bauer no estaba con nosotros.
– Ella se escapó -dijo Leah.
– ¡Mierda!
Abrí la puerta de un tirón. Bauer estaba corriendo hacia abajo por el pasillo.
– ¡Sondra! -Grité.
Ella se detuvo. En vez de girarse, sin embargo, comenzó a golpear la puerta de la celda a su derecha.
– ¡Abran! -gritó-. ¡Malditos sean! ¡Déjenme entrar!
Al principio, pensé que se había perdido. Luego comprendí que estaba frente a la única celda que permanecía ocupada, la del sacerdote Vodoun. Por supuesto, Zaid no podía oírla. La pared era a prueba de sonido. Pese a todo lo que pasaba aquí fuera, el pobre tipo probablemente estaba profundamente dormido. Me asomé a la entrada para decirle que se escondiera, pero ya se había ido, desapareciendo en la antigua celda de Armen Haig.
Cuando cerré la puerta, comprendí que teníamos un problema. Leah y yo estábamos escondidas detrás de un cristal unidireccional. Cualquier guardia en el pasillo podría vernos, pero no podríamos verlo. Nada bien. Exploré la celda buscando un punto donde escondernos, sabiendo que no lo encontraría. Estábamos expuestas. En el momento en que los guardias giraran por esa esquina, me detuve. ¿Por qué todavía no habían salido por esa esquina? Cuando abrí un poco la puerta, oí gritos frenéticos, luego un grito, un chillido inhumano que hizo que mis vellos se erizaran.
Le hice señas a Leah para que se echara atrás -Estoy echando un vistazo.
– Ponte en cuclillas -dije-. Permanence debajo del nivel de ojo.
Ambas nos pusimos en cuclillas. Dejé la puerta abierta. Un destello de luz rebotó en mis ojos y me sacudí hacia atrás, sólo para ver la luz pasar rozando desde la pared hacia el suelo y luego al techo, como algun loco blandiera una linterna. Por encima del grito, oí una voz masculina; luego una alarma aguda absorbió todo el sonido. Husmeé y olí algo tan inesperado que dudé de mis propios sentidos. El hedor acre a carne quemada llenó el aire. Cuando inhalé otra vez, cuestionándome a mí misma, un guardia disparó tan rápido que no tuve tiempo para echarme atrás en la celda. No importó. Él pasó por delante, con la boca abierta en un grito que era absorbido por la sirena. Algo se agitaba a su lado. Bizqueé en la oscuridad, luego me estremecí. Era su brazo, casi cortado por encima del codo, balanceándose de acá para allá mientras corría.