»Nadie acudió a ayudarla hasta unas dos horas después. Murió aquel mismo día, sin recobrar el conocimiento.
»El chico estuvo una semana enfermo, delirando de fiebre, hasta que algunos vecinos compasivos consiguieron ingresarlo en un hospital. Cuando se recuperó tuvo que volver al desván vacío, donde sólo le esperaba la fotografía de su madre en un marco negro. Le costó comprender lo que había sucedido, pero acabó dándose cuenta de que de nada serviría preguntar.
– ¿Nadie de la comisaría del distrito investigó las circunstancias de la muerte de Mei? -volvió a interrumpir Chen.
– No, en aquella época a nadie le extrañó la muerte de una mujer procedente de una familia «negra». Un accidente, concluyó el comité vecinal. Intenté hablar con el chico, pero no quiso decirme nada.
El camarada Fan suspiró mientras partía los últimos trozos demo. Los volvió a meter en el cuenco y se frotó las manos.
Fan le había ofrecido un relato más detallado de las circunstancias que rodearon la muerte de Mei, pero no había añadido ningún dato nuevo o importante.
Chen tenía la sensación de que Fan se callaba algo. Sin embargo, un policía viejo y experimentado como Fan sabía muy bien lo que debía y lo que no debía decir, y Chen no podía hacer nada al respecto.
¿Era posible que Fan también hubiera admirado a Mei en secreto? Por el momento, Chen decidió no hacer ningún comentario y acabó de desmenuzar sumo. El camarero se llevó los dos cuencos a la cocina. Una anciana pasó junto a su mesa, agitando una ristra de cuentas ante los dos hombres.
– Me han dicho que, en su juventud, Mei fue una mujer despampanante -explicó Chen-. ¿Sabe si tenía algún admirador o algún amante?
– Es una pregunta interesante -respondió Fan-. Pero, en aquella época, era inimaginable que una mujer de una familia «negra» tuviera un amante secreto. Incluso había matrimonios que se divorciaban por cuestiones políticas. «Las parejas son como dos pájaros; cuando ocurre una catástrofe, uno vuela hacia el este, el otro hacia el oeste.»
– Es una cita deSueño de la habitación roja -observó Chen. Ha leído mucho.
– Bueno, ¿qué otra cosa puede hacer un policía jubilado como yo? Leo libros mientras cuido a mi nieto.
– ¿Podría contarme algo sobre el hijo de Mei, camarada Fan?
– Se marchó del barrio para irse a vivir con un pariente. Después de la Revolución Cultural, estudió en la universidad y encontró un buen empleo, según me dijeron. Es todo lo que sé.
Chen no sabía si mencionar la posibilidad que había contemplado. Carecía de pruebas que pudieran respaldar una hipótesis tan descabellada. Como mínimo, tendría que comprobar algunos documentos antes.
– ¡Qué historia tan trágica! -exclamó Chen-. A veces cuesta creer que sucedieran cosas así durante la Revolución Cultural.
– ¿Cuántas cosas han sucedido, verdaderas o falsas, pasadas o presentes, y nos ponemos a hablar de ellas frente a una copa de vino? -preguntó Fan-. Aquí el té no es demasiado malo.
Parecía una conversación sacada de otra novela clásica.
Entonces sonó el móvil de Chen. Era el subinspector Yu.
– ¿Me llamó ayer por la noche, jefe?
– Sí, pero como era muy tarde pensaba volver a llamarlo esta mañana.
– ¿De qué va todo esto, jefe? ¿Dónde ha estado? Lo he buscado por todas partes. ¿Y dónde está ahora?
– Lo sé, y después se lo explicaré todo. Ahora mismo me encuentro en compañía del camarada Fan, un policía de barrio jubilado que antes trabajaba en la zona de la calle Hengshan. El camarada Fan me está ayudando con la investigación.
– ¿Un policía de barrio de la calle Hengshan?
– Sí. No importa lo que esté haciendo ahora mismo, déjelo todo. Vaya a la fábrica de acero de Tian y consiga toda la información que pueda sobre él, en concreto sobre su actividad como miembro de la Escuadra para la Propaganda del Pensamiento de Mao Zegdong. Llámeme cuando tenga algo…
– Un momento, jefe. El secretario del Partido Li ha convocado otra reunión de urgencia esta mañana. Ya estamos a jueves.
– Olvídese del secretario del Partido Li y de su reunión política. Si protesta, dígale que son órdenes mías.
– Eso haré -respondió Yu-. ¿Alguna cosa más?
– ¡Ah! Pídale al Viejo Cazador que me llame -dijo Chen. Y luego añadió-: Es importante. Como usted ha dicho, estamos a jueves.
El camarero les trajo un platito con ajo pelado, una especie de aperitivo para acompañar la sopa de carnero conmo.
– Ah, ¿conoce al Viejo Cazador? -preguntó Fan mientras Chen desconectaba el móvil.
– Sí, su hijo Yu Guangming es mi compañero desde hace mucho tiempo. Los antiguos camaradas como usted o como el Viejo Cazador tienen siempre muchos recursos. El Viejo Cazador está haciendo un trabajo magnífico en el comité de control del tráfico.
– Ahora recuerdo, inspector jefe Chen. Usted era el director interino de la oficina de tráfico, y lo recomendó para el puesto. El Viejo Cazador me lo comentó -explicó Fan, depositando sus palillos sobre la mesa-. También ha mencionado a alguien que trabajaba en una fábrica de acero, ¿verdad?
– Sí, a Tian, de la fábrica de acero Número Uno de Shanghai -respondió Chen-. En cuanto a la investigación, deje que se lo explique. Mei falleció hace mucho tiempo, pero las circunstancias exactas de su muerte podrían arrojar luz sobre otro caso en el que están involucradas personas que aún viven, como Tian.
– Pero ¿qué podemos hacer sobre algo que pasó durante la Revolución Cultural? Es un asunto espinoso en el que el Gobierno prefiere no meterse.
– Confucio dice: «Sabes que es imposible hacerlo, pero mientras sea algo que debes hacer, tienes que hacerlo».
– No es frecuente que un inspector jefe tan joven cite a Confucio de esta forma -observó Fan-. ¿De verdad piensa que…
El teléfono volvió a sonar. Esta vez era el Viejo Cazador.
– ¿Qué pasa, inspector jefe Chen?
– Tengo que pedirle otro favor, tío Yu -dijo Chen-. Vamos a emplear nuestro viejo truco de nuevo. Como en el caso de la modelo nacional, ¿recuerda? Siento muchísimo tener que molestarlo, pero no puedo fiarme de la gente del Departamento.
– ¿Un nuevo caso?
– Le explicaré el caso más adelante, y sepa que todo será bajo mi responsabilidad.
– Venga, no tiene por qué explicarme nada, inspector jefe Chen. Estoy seguro de que, me pida lo que me pida, no supondrá ningún cargo de conciencia para un policía retirado. Así que no se corte y dígame: ¿dónde y cuándo?
– Por ahora, quiero que redacte una multa de tráfico y que consiga una grúa. Además, será mejor que se quede en su despacho el resto del día, para que pueda localizarlo allí en cualquier momento. -Chen cambió de tema repentinamente-. ¡Ah!, estoy hablando con alguien que lo conoce: el camarada Fan. ¿Quiere decirle algo?
– Hola, Viejo Cazador -saludó Fan, cogiendo el teléfono-. Sí, estoy hablando con el inspector jefe Chen. Usted ha trabajado con él, ¿verdad?
Fan escuchó atentamente durante los dos o tres minutos siguientes, sin apenas interrumpir salvo para decir «sí» mientras asentía con la cabeza. El móvil tenía el volumen puesto al máximo y se podía distinguir con cierta dificultad la voz exaltada del Viejo Cazador, diciéndole posiblemente a Fan qué opinaba del inspector jefe. Muy probablemente, comentarios favorables. Pero Fan continuaba comportándose con cautela, y sólo respondía con monosílabos o con frases cortas.