No estaba segura de cuándo había tomado la decisión, pero fue entre llegar a conocer y caerle bien Alicia Lederman y enamorarse de Jack. En ella existía un lado suave que había desconocido.
Aunque le costara el trabajo y llegar a ser socia, no podía utilizar el pasado de la mujer en su contra. Admiraba y respetaba demasiado a Alicia Lederman. El sentido de la justicia dictaba que tuviera en consideración los sentimientos de la mujer.
Sin previa advertencia, Jack apartó las sábanas y bajó de la cama.
– ¿Adónde vas?
– A hablar con ese hijo de perra. Una cosa es estar indeciso e invitarnos aquí para llegar a conocernos mejor, y otra jugar a desaparecer y a retener información. Me he cansado. O mi historial habla por sí solo o no lo hace -agarró los vaqueros.
– Jack, espera.
– Tienes razón -hizo una pausa. -Primero me ducharé y luego abordaré a Paul Lederman -fue hacia el cuarto de baño, magnífico en su desnudez y masculinidad,
– ¿Cuál es el plan, Jack? -se humedeció los labios.
– ¿Antes o después de que lo estrangule? -preguntó al volverse.
– Después.
– Nos contrata, utilizamos la información y alcanzamos un pequeño acuerdo económico, ¿por qué?
– Porque yo voto que no lo usemos.
Jack regresó a la habitación con todas sus antenas de abogado desplegadas.
– ¿Te importaría decirme por qué no?
– Porque no se lo merece. Ya la has oído. Crió a los hijos de su marido, y por lo que he visto, desempeña un papel muy importante aquí. Se ha ganado una buena parte. Además, si ha tenido un problema de drogas legales, es evidente que ya lo ha superado. ¿Por qué amenazar con hacer pública su debilidad? ¿Por qué permitir que ridiculicen a sus hijos solo para satisfacer las necesidades del señor Lederman?
– Porque si responde como yo espero que lo haga, será nuestro cliente -un cliente que no le gustaba y en quien no confiaba, pero que, de todos modos, tenía derecho a recibir lealtad y la mejor defensa que su dinero podía comprar. Se detuvo al pie de la cama. -Tú sugeriste contratar al detective privado. ¿Ahora quieres enterrar la información que le pediste que encontrara? -movió la cabeza con incredulidad-. Aparte del hecho de que dudo que Lederman quiera eso, va contra nuestra ética legal y lo que le debemos al cliente.
Entrecerró los ojos, furiosa de que cuestionara su ética.
– Da la casualidad de que creo que hay tácticas menos sucias disponibles.
– ¿Eso de la mujer que quiere triunfar en un mundo de hombres? -en cuanto las palabras escaparon de su boca tuvo ganas de morderse la lengua.
Ella se levantó de la cama, envolviéndose con la sábana más como gesto de protección emocional que físico.
– Bueno, supongo que ambos sabemos dónde está cada uno en este tema. Y la opinión de quién tiene más peso.
Odiaba hacerle daño. Odiaba la distancia que acababa de establecer entre los dos.
– Mallory…
– Ve a darte una ducha y a hablar con Lederman -movió la cabeza.
Sabiendo que no había más que decir, se puso los pantalones y se marchó a su habitación a darse una ducha. Cuando se hubo tranquilizado y volvió a llamar a la puerta de Mallory, nadie contestó.
Que hubiera bajado a dar un paseo por la playa o no le quisiera abrir, el resultado era el mismo.
Estaba solo.
CAPITULO 14
Jack entró en el gimnasio atestado. Las siete y media de la mañana representaba la hora punta. Miró alrededor y vio a su objetivo en la cinta de correr, con una toalla blanca alrededor del cuello fornido.
Se preparó para la discusión que iba a tener lugar. Había estado demasiado relajado en ese viaje, demasiado distraído por la excitación del juego al que se habían dedicado Mallory y él.
Fue al rincón de la sala.
– Paul, me gustaría tener unas palabras con usted -se contuvo de mostrar su furia o frustración. Aún existía la ligera posibilidad de que su instinto acerca de los motivos de Lederman estuviera equivocado. Aunque lo dudaba,
Lederman se volvió a regañadientes de la cinta y observó a Jack.
– Iba a llamarlo esta tarde.
No lo creía. Desde su regreso, se había dejado ver poco. Y debido a la aventura con Mallory, él había estado demasiado preocupado para que le importara. Pero si la actitud fría que el otro exhibía esa mañana indicaba algo, la luna de miel se había acabado, y quizá fuera lo mejor.
– ¿Qué pasa? -preguntó Paul.
– ¿Por qué no me lo dice usted? He pasado cuatro días aquí y no he recibido ningún mensaje. Mientras tanto, mis fuentes me indican que me ha retenido información -miró alrededor para cerciorarse de que nadie los oía. -¿Abuso de medicamentos recetados? -observó con atención la reacción de Lederman.
– ¿Cómo diablos se enteró de eso? -entrecerró los ojos y luego se encogió de hombros. -Ya no importa. ¿Está dispuesto a utilizarlo?
– Si me contrata, y si eso es lo que usted quiere y si tiene sentido estratégico, entonces sí -al hablar, rememoró la expresión de decepción de Mallory.
Luego, la cara de súplica de su padre. No tenía que cuestionarse cómo reaccionaría si el divorcio de sus padres se complicaba y su codiciosa madre decidía aprovechar las debilidades de su padre. Ni cuestionó los nombres que le dedicaría al abogado dispuesto a representar a su madre y recurrir a esos juegos sucios que él había empleado durante años en los divorcios de otros.
Lederman soltó una carcajada.
– He llevado a cabo una investigación propia. Tiene usted un historial muy bueno, evidentemente un buen equipo de investigadores y pelotas. Me gusta eso en un hombre -sin advertencia, extendió la mano. -Considérese contratado.
Jack se obligó a estrechársela.
– No lo lamentará. Waldorf, Haynes le ofrecerá la mejor representación del mercado. Pero primero debemos aclarar una cosa.
– ¿Cuál?
Jack entró en el espacio personal de Lederman.
– Puede que yo esté dispuesto a jugar duro, pero no me gusta que lo haga conmigo mi propio cliente. Mi reputación me precede -manifestó, sin importarle lo arrogante que sonaba. -O confía en mi habilidad o no lo hace. La próxima vez que se dedique a jugar, me largaré.
– Trato hecho -Lederman le estrechó la mano con entusiasmo antes de excusarse y volver a la cinta.
Jack atravesó el gimnasio. Acababa de lograr algo importante. Había asegurado el cliente más grande del bufete al tiempo que mantenía contento al hombre excéntrico. Y aunque Lederman era basura, él no había aceptado ensuciarse las manos ni comprometer su ética de trabajo.
Pero en vez de sentirse contento, en vez de experimentar la habitual descarga de adrenalina que siempre había vivido en el pasado, sintió un nudo en el estómago. Aunque no tenía ganas de enfrentarse a ella, debía poner a Mallory al día sobre la conversación mantenida con Lederman. Y con el regreso inminente al bufete, también necesitaban mantener una charla sincera acerca de lo que había sucedido entre ellos.
Por no mencionar que él necesitaba una última vez a solas con Mallory antes de que la realidad se asentara.
Mallory cerró la cremallera de la maleta. Debía largarse de ahí y regresar a su vida antes de perder el sentido del «yo». Al enamorarse de Jack, había descubierto a una Mallory para perder a otra. La que estaba orientada hacia objetivos y que anhelaba ser socia del bufete. La que nunca creyó que quería un marido o una familia. La que estaba contenta con esconder su feminidad.
La que consideraba a Jack un sueño inalcanzable.
Nunca podría poner a la nueva Mallory atrás, como no podría regresar por completo a la princesa de hielo que había sido la mejor asociada de Waldorf, Haynes. La mujer femenina y erótica en ese momento era una parte de sí misma.
Había cambiado. Y cuando llegara a casa tendrían que producirse más cambios.