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La ironía era evidente. Había dedicado toda la vida a huir del amor y del compromiso hasta que cayó en su trampa.

Aunque amar a Mallory no era una trampa. Sí el resto de su vida.

– ¿Que has hecho qué?

Mallory soltó la caja con sus cosas personales en el suelo del apartamento que compartía con su prima.

– Lo he dejado, Julia. «Dejado». ¿Qué es lo que no entiendes?

De hecho, había dado dos semanas de aviso, pero los socios no estaban interesados en retenerla. No después de enterarse de que no estaba dispuesta a utilizar la información que tenía sobre Alicia Lederman. Jack había caído con la gripe desde su regreso y el caso Lederman había recaído en manos de ella. Había decidido irse antes de causarle sufrimientos y dolor a Alicia Lederman.

Debido a su ética profesional, al irse del centro no había sido capaz de hacer nada más que aconsejarle que contratara a un abogado. Pero se negaba a ser ella quien echara a Alicia a las fauces de su marido, el tiburón.

– Ven, siéntate -Julia palmeó el sofá a su lado. -Cuando anoche llegué a casa estabas dormida, y en el primer momento en que te veo, me sueltas que has renunciado al trabajo al que has dedicado toda la vida. Te faltaba esto para ser socia -junto los dedos pulgar e índice. -¿Qué ha pasado? ¿Qué ha sucedido en esos cinco días que pasaste en el hotel con el socio más elegible de tu bufete?

Mallory observó a su prima con cautela al sentarse.

– No es elegible -volvió a sentir el maldito nudo en la garganta.

– ¿Que no es elegible? ¿Quieres decir que está comprometido o casado? Qué miserable -bufó con una mueca de desagrado.

A pesar de sí misma, Mallory rio entre dientes.

– No está comprometido ni casado, pero aquí no está disponible -se tocó el pecho, justo encima del corazón. -Ni aquí -se señaló la cabeza.

Y si la intimidad que habían compartido no había logrado que cambiara de actitud, nada lo conseguiría.

Julia se adelantó para consolarla con un abrazo y Mallory agradeció el apoyo silencioso y sólido de su prima.

– ¿Ha expuesto sin rodeos que no está interesado o es una conjetura tuya? Porque hasta el soltero más empedernido encuentra su pareja -una expresión perversa le iluminó los ojos.

– No me digas que crees que la mujer adecuada puede cambiar la mentalidad de un hombre obstinado.

– Solo digo que no abandones la esperanza hasta que lo hayas oído de su propia boca -sonrió.

– No creo que tenga nada más que decirme.

– ¿Qué vas a hacer ahora que no tienes trabajo? -suspiró, cambiando de tema de forma poco sutil.

– Tengo suficientes ahorros y puedo permitirme abrir mi propio despacho, aunque tarde un poco en despegar. Voy a buscar un despacho para alquilar… quizá en La oficina de otra empresa para reducir costes. Ya es hora de hacer algo por mí.

– ¿No por tu padre?

Mallory apoyó la cabeza en el respaldo del sofá.

– ¿Quieres decir que en todo momento supiste que ser socia del bufete no era lo que yo quería?

– Lo utilizaste como excusa para que tu padre se enorgulleciera, cuando nada va a conseguir que se centre en alguien que no sea él mismo. Mientras tanto, te convenciste a ti misma de que eras feliz, ¿Quién era yo para llevarte la contraria?

– Tienes razón -suspiró. -Pero ya se ha terminado -y solo había necesitado treinta años para comprenderlo.

Sin embargo, había aprendido tanto de sí misma que podía iniciar una vida nueva.

Aunque esa vida sería mucho más brillante si Jack hubiera aprendido las mismas lecciones.

CAPITULO 15

Mallory lo había dejado. Jack entró en su santuario privado dando un portazo a la espalda para disfrutar de un poco de intimidad en ese bufete sacudido por los rumores. Al regresar de las Hamptons había sufrido una desagradable gripe de verano que le había hecho perder dos días de trabajo. Deseó que alguien hubiera considerado apropiado comentarle lo de la dimisión de Mallory durante su baja.

Había regresado ese día, sin saber muy bien cómo encarar a la reina de hielo, para descubrir que ya no estaba. El vacío que lo carcomió fue mayor que nada de lo que hubiera experimentado en el pasado.

Pero junto con ese vacío experimentó orgullo por Mallory. Del mismo modo en que lo había dejado a él, no temía alejarse cuando sus esperanzas, sueños y objetivos no eran satisfechos.

Contempló su lujoso despacho, con tantos recuerdos de la facultad y tantos diplomas.

Había empezado su carrera de abogado allí. Todos sus logros profesionales estaban vinculados con ese bufete, pero el tiempo pasado con Mallory le había enseñado que carecía de logros personales para esos años. Y de pronto todo el ámbito de lo profesional le pareció insignificante.

La situación con Lederman no había ayudado. Le había mostrado las fotos, escuchado sus bravatas y le había explicado el daño que esas fotos podían hacerle a su reputación empresarial. Jack esperaba cerrar el caso con rapidez y poco escándalo.

Miró en la distancia el Empire State Building. El tampoco iba a estar mucho más tiempo en el bufete. Desde el momento en que había mirado la cara de Alicia Lederman y visto más que una adversaria, había sabido que sus días en Waldorf, Haynes estaban contados. Una vez más debía darle las gracias a Mallory por abrirle los ojos.

No podía echarle la culpa al bufete ni a Lederman por su actual insatisfacción, la culpa solo la tenía su falta de disposición a enfrentarse consigo mismo y sus demonios… y aceptar el mayor de los dones que le había sido ofrecido.

El amor de Mallory.

– Y bien, ¿qué piensas hacer al respecto? -se preguntó.

Observó el escritorio demasiado arreglado y recogió un folio y una pluma. Se pondría en contacto con Mallory con palabras que no pudiera malinterpretar. Luego, rezaría para que sucediera lo mejor.

Con las manos en las caderas, Mallory inspeccionó la oficina que le alquilaba un amigo de Julia. Era un agente de seguros que disponía de un despacho extra y una secretaria con tiempo libre que podía poner a su disposición por unos ingresos adicionales. Era más barato que alquilar un despacho para ella sola. Ya tendría tiempo para dar ese gran paso si profesionalmente le iba bien.

Habían pasado dos semanas desde que dejara a Jack y aún no había tenido ninguna noticia de él. No era que esperara que la llamara, pero la soñadora que llevaba dentro había albergado esperanzas. Y había ocasiones, en especial por la noche, en que se le había pasado por La cabeza llamarlo, simplemente para oír su voz, para ver si la anhelaba tanto como ella a él. Pero entonces regresaba la cordura y se decía que él sabía que lo amaba. Que si hubiera descubierto lo mismo, habría podido llamarla.

El edificio viejo le gustaba, pero aún no estaba preparada para tomar la decisión. Fue en taxi a casa y entró en el apartamento.

– ¿Dónde has estado? -Julia salió de su habitación con expresión impaciente.

– Comprobando una oficina. Estoy agotada. Este calor me mata… por no mencionar que te puedes asar en el metro -se dejó caer en el sillón más cercano.

– Durante tu ausencia, traje el correo -esperó al lado de su prima.

– ¿Y por qué representa una novedad?

– ¿Por esto! -plantó un sobre en el regazo de Mallory.

El sobre color marfil exhibía el membrete familiar de Waldorf, Haynes, pero eso no era todo. Las iniciales manuscritas debajo de la dirección hicieron que se le acelerara el corazón.

– J. L. Es él, ¿verdad? -preguntó Julia con voz entusiasmada.

– ¿Te importa que lo lea en privado? -como sabía que era una pregunta retórica, y Julia tampoco se movió, abrió el sobre mientras hablaba.