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– Es muy amable, pero…

– Seguro que en Pembroke Gardens no tiene comida. Como acaba de regresar de Nueva York… Y no es ninguna molestia. Me gustaría que se quedara. -Por su expresión, él comprendió que estaba deseando que se quedara. Y él estaba hambriento-. Tengo chuletas de cordero.

Aquello acabó de decidirle.

– No se me ocurre nada que me apeteciera más.

A Alexa se le iluminó la cara. Era tan transparente como un manantial en primavera.

– Magnífico. Me hubiera sentido muy poco hospitalaria dejándole marchar sin nada en el estómago. ¿Quiere quedarse aquí o prefiere bajar a la cocina a ver cómo guiso?

Si se quedaba en la butaca, se dormiría. Además, deseaba ver algo más de la casa. Se levantó.

– Bajaré a ver cómo guisa.

La cocina de Alexa no tenía nada de extraordinario ni moderno, pero era muy hogareña y sencilla, como si no hubiera sido proyectada sino que, simplemente, se hubiera ido formando con el paso de los años. Tenía el suelo de mosaico con un par de esteras y los armarios eran de madera de pino. había un hondo fregadero de barro delante de la ventana, que daba a un pequeño patio, en el que unas escaleras subían a la calle. Sobre el fregadero había unas baldosas holandesas azules y blancas, las mismas baldosas que cubrían las paredes entre los armarios. Las herramientas del oficio estaban a la vista: una gruesa tabla de picar, una batería de sartenes y cacerolas de cobre y un mármol para amasar la pasta. Había estantes con hierbas, manojos de cebollas y un ramo de perejil en una jarrita.

Ella se puso sobre la gruesa camiseta un delantal de carnicero a rayas azules y blancas que la hacía parecer más llena y acentuaba la redondez de su trasero cubierto por los tejanos. Noel preguntó si podía ayudarla.

– La verdad, no -respondió ella mientras conectaba el asador y abría unos cajones-. Mejor dicho, puede abrir una botella de vino. ¿Tomará usted?

– ¿Y encontraré la botella de vino?

– Hay un botellero ahí dentro… -Movió la cabeza para señalar, ya que tenía las manos ocupadas-. En el suelo. No tengo bodega y es el sitio más fresco.

Noel fue en busca del vino. Al fondo de la cocina había un arco que conducía a lo que probablemente había sido un pequeño fregadero. También tenía el suelo de mosaico y contenía numerosos electrodomésticos blancos y relucientes. Un lavavajillas, una lavadora, una alta nevera y un enorme congelador horizontal. Al fondo, una puerta semividriera conducía directamente al pequeño jardín. Junto a la puerta, al estilo campesino, había un par de botas de goma y una cuba de madera llena de herramientas de jardinería. Un vetusto impermeable y un deformado sombrero de fieltro colgaban de un gancho.

Encontró el botellero al lado del congelador. Se agachó y examinó varías botellas. Tenía un excelente surtido. Eligió un “Beaujolais” y volvió a la cocina.

– ¿Qué le parece esto?

Ella miró.

– Perfecto. Es un buen año. En ese cajón hay un sacacorchos. Si lo destapa ahora, el vino tendrá tiempo de respirar.

Sacó el sacacorchos y destapó la botella. El tapón salió limpia y suavemente y él dejó la botella abierta encima de la mesa. Sin nada más que hacer, se sentó a la mesa de la cocina, a saborear el resto del whisky.

Ella había sacado las chuletas del frigorífico, reunido los ingredientes de una ensalada y puesto encima de la mesa una barra de pan francés. Ahora, tras colocar las chuletas en la plancha del asador, extendió la mano hacía un tarro de tomillo. Actuaba con seguridad y economía de movimientos y Noel pensó que ahora, trabajando, había adquirido un gran aplomo, probablemente porque estaba haciendo algo que sabía que hacía bien.

– Parece una profesional -dijo él.

– Lo soy

– ¿También se dedica a la jardinería?

– ¿Por qué me lo pregunta?

– Por todos los cachivaches que hay en la puerta de atrás.

– Ya. Sí, cuido el jardín, pero es un jardín tan pequeño que no puede llamarse jardinería a lo que yo hago. En Balnaid el jardín es enorme y siempre hay algo que hacer.

– ¿Balnaid?

– Es el nombre de nuestra casa de Escocia.

– Mi madre era una apasionada de la jardinería. -Después de decirlo, Noel no comprendió por que había hecho el comentario. No solía hablar de su madre, a no ser que alguien le preguntara directamente-. Siempre estaba cavando o acarreando estiércol.

– ¿Y ya no trabaja en el jardín?

– Murió hace cuatro años.

– Lo siento. ¿Dónde tenía el jardín?

– En el Condado de Gloucester. Compró una casa con una hectárea de terreno selvático. Al morir, lo había convertido en algo muy especial, algo así como esos parques por los que la gente suele pasear después del almuerzo.

Alexa sonrió.

– Debía de parecerse a mi otra abuela, Vi. Vive en Strathcroy. Se llama Violet Aird pero todos la llamamos Vi. -Las chuletas estaban en el asador, el pan en el horno y los platos en el calientaplatos-. Mi madre también murió. En un accidente de automóvil, cuando yo tenía seis años.

– Ahora me toca a mí decir que lo siento.

– Me acuerdo de ella, desde luego, pero no mucho. La recuerdo sobre todo entrando a darme las buenas noches antes de salir a cenar, con unos vestidos muy bonitos y vaporosos y un abrigo de piel, y oliendo a perfume.

– Seis años son muy pocos para perder a la madre.

– Hubiera podido ser peor todavía. Tuve una niñera adorable, Edie Findhorn se llama. Y cuando mamá murió nos volvimos a Escocia, a vivir con Vi en Balnaid. O sea que tuve más suerte que la mayoría.

– ¿Su padre volvió a casarse?

– Sí. Hace diez años. Ella se llama Virginia. No es mucho mayor que yo.

– ¿Una madrastra malvada?

– No. Es un encanto. Casi como una hermana. Es muy bonita. Y tengo un hermanastro que se llama Henry. Tiene casi ocho años.

Preparaba la ensalada, cortando y picando con un afilado cuchillo tomates, apio y pequeñas setas frescas. Tenía unas manos morenas y capaces, con las uñas cortas y sin esmalte. Aquellas manos poseían algo muy grato. Intentó recordar cuando había sido la ultima vez en que había estado como ahora, un poco mareado por la bebida y el hambre, observando plácidamente cómo una mujer le preparaba una comida. No lo consiguió. La verdad era que nunca se había interesado por las mujeres hogareñas. Sus amigas eran, la mayoría, modelos o aspirantes a actriz, con mucha ambición y poco seso. Sólo tenían en común el aspecto, porque a él le gustaban muy jóvenes y muy delgadas, con unos pechos muy pequeños y unas piernas extremadamente largas y delgadas. Lo cual era formidable para su deleite y satisfacción personal pero de poca utilidad para la casa. Además, casi todas, por flacas que estuvieran, hacían algún tipo de dieta y, aunque eran capaces de consumir grandes raciones de carísimos platos en el restaurante, no sentían la menor inclinación por confeccionar ni el más ligero tentempié en la intimidad de su casa o la de Noel.

– ¡Oh! Cielo, que palo. Además, no tengo hambre. Toma una manzana.

De vez en cuando, aparecía en la vida de Noel una muchacha tan colada por él que no ambicionaba sino pasar el resto de sus días a su lado. En tales casos, se hacían grandes esfuerzos quizá demasiados por promocionar las delicias del hogar. Románticas cenas junto a la chimenea de gas, invitaciones al campo y fines de semana deportivos. Pero Noel, temeroso de comprometerse, daba marcha atrás y la chica en cuestión tras un penoso periodo de frustradas llamadas telefónicas y lacrimógenas acusaciones, conocía a otro y se casaba con él. Así había llegado Noel a los treinta y cuatro años soltero. Mientras cavilaba frente a su vaso de whisky vacío, era incapaz de decidir si ello era una suerte o una desgracia.

– Bien. -La ensalada estaba preparada. Entonces, empezó a hacer una salsa a base de un bello aceite de oliva de tono verdoso y un claro vinagre de vino a los que agregó varias hierbas y otros condimentos. Al aspirar el aroma, Noel sintió que se le hacía la boca agua. A continuación, la muchacha se dispuso a poner la mesa. Mantel a cuadros blancos y rojos, copas, molinillos de madera para la pimienta y la sal y un mantequillero de barro. De un cajón sacó los tenedores y los cuchillos y se los tendió a Noel para que los repartiera. Parecía un buen momento para servir el vino y él así lo hizo, ofreciendo a Alexa su copa.