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– Pero, dadas las circunstancias, es comprensible.

– ¡Oh! Vi. -Virginia se dejó caer de rodillas, abrazó a Violet y hundió la cara en el amplio pecho de su suegra-. Lo siento.

Violet le acarició el pelo. Dijo, con tristeza:

– Todos somos humanos.

Permanecieron así unos momentos, consolándose en el abrazo. Poco a poco, los sollozos de Virginia se calmaron. Después se apartó de Violet, se sentó sobre los talones y se sonó con aire decidido.

– Hay otra cosa, Vi -dijo-. Cuando Edmund vuelva, después de la fiesta, pienso marcharme a Long Island para pasar una temporada con los abuelos. Necesito alejarme de todo esto. Hace meses que quiero ir y, entre unas cosas y otras, he ido retrasándolo, y ahora que no tengo a Henry parece un buen momento.

– ¿Y Edmund?

– Pensé que podría estar contigo

– ¿Cuándo piensas marcharte?

– La semana próxima.

– ¿Te parece prudente?

– ¿Te lo parece a ti?

– Recuerda que no se puede escapar de la realidad como no se puede escapar de la culpa.

– ¿Y la realidad son Edmund y Pandora?

– Yo no he dicho eso.

– Pero lo piensas, ¿verdad? Acabas de decir que ella siempre estuvo enamorada de él. Y no es menos hermosa ahora que a los dieciocho años. Y a ellos les une algo que yo no puedo compartir con Edmund, mil recuerdos de juventud. Y esos recuerdos son siempre los más duraderos y los más importantes.

– Tú eres importante y no creo que debas dejar a Edmund ahora.

– Nunca me preocuparon estas cosas. Cuando ha tenido que marcharse, no he sabido lo que eran los celos ni me ha inquietado lo que pudiera hacer. Le decía que no me importaba lo que hiciera si no lo veía. Era una broma, pero ahora ya no lo es. Si va a ocurrir algo, no quiero ser testigo.

– Tú subestimas a tus amigos, Virginia. ¿Imaginas que Archie se quedaría con los brazos cruzados?

– Si Edmund quiere algo, Archie no podrá hacer nada por impedir que lo consiga.

– Pandora no se quedará en Croy para siempre.

– Pero está ahora. Y ahora es lo que me preocupa.

– ¿Te desagrada?

– Me parece encantadora.

– Pero no te fías.

– En estos momentos no me fío de nadie y menos de mí misma. Quiero alejarme, ver las cosas en perspectiva. Por eso me marcho a los Estados Unidos.

– Sigo pensando que no debes irte.

– Yo creo que sí.

No parecía haber mas que decir. Violet suspiró.

– Bien, pues no hablemos más de ello. Lo que hay que hacer es tomar medidas, porque está muy claro que Lottie tiene que marcharse. Ha de volver al hospital. Es peligrosa y temo por Edie. Mientras hablo por teléfono, ve a lavarte la cara y a peinarte. Luego, saca mi botella de brandy, que está en el aparador, y un par de copas. Las dos tomaremos un trago medicinal y luego nos sentiremos mucho más entonadas.

Virginia hizo lo que se le ordenaba. Mientras estaba fuera de la sala, Violet se levantó de la butaca y se acercó al escritorio. Buscó el numero del “Relkirk Royal”, marcó y preguntó por el doctor Martin. Esperó mientras la telefonista lo localizaba y cuando el médico contestó, dijo:

– ¿El doctor Martin?

Violet explicó quien era y que relación tenía con Lottie Carstairs.

– ¿Sabe de quién le hablo, doctor Martín?

– Desde luego.

– Siento decirle que considero que esta mujer no se encuentra en condiciones de estar fuera del hospital. Actúa de un modo totalmente irracional y está causando graves disgustos a una serie de personas. En cuanto a Miss Findhorn, en cuya casa se aloja, me parece que no está en condiciones de atenderla debidamente. Ya no es joven y Lottie supone una responsabilidad demasiado grande.

– Sí. -El médico parecía pensativo-. Comprendo.

– No parece sorprenderle.

– No; no me sorprende. La puse al cuidado de Miss Findhorn porque pensé que, si hacía vida normal en un entorno normal, podría recuperar cierto sentido de la normalidad. Pero siempre existió un riesgo.

– Parece que el riesgo se ha materializado.

– Sí, me doy cuenta.

– ¿Volverá a tomarla a su cuidado?

– Sí, por supuesto. Hablare con la enfermera jefe. ¿Podrán traerla ustedes al hospital? Será mejor que enviar una ambulancia. Y que venga Miss Findhorn. Es importante que esté presente, ya que es el pariente más próximo de la paciente.

– Desde luego. Iremos esta misma tarde.

– Si surge algún inconveniente, avíseme.

– Descuide -le prometió Violet. Y colgó.

Saber que se había resuelto el problema de la prima de Edie y que Lottie volvería al “Relkirk Royal” aquella misma tarde contribuyó más a devolver la serenidad a Virginia que el trago del mejor brandy de Violet.

– ¿Cuándo la llevaréis?

– Ahora mismo -respondió Violet. Ya se había cambiado los zapatos y se abrochaba la chaqueta.

– ¿Y si Lottie se niega a ir?

– No se negará.

– Imagina que en el coche tiene un ataque y le da por estrangularte.

– Edie irá con nosotras. Y se lo impediremos. Sé que esto será un alivio para la buena de Edie. No puede negarse.

– Yo iría con vosotras, pero…

– No; creo que es preferible que te mantengas al margen.

– ¿Me llamarás cuando todo haya terminado?

– Desde luego.

– Ten mucho cuidado. -Virginia abrazó y besó a Violet-. Y muchas gracias. Te quiero mucho, aunque me haya decidido a decírtelo.

Violet se enterneció, pero había otras cosas en que pensar.

– Buena chica. -Palmeó distraídamente el hombro de Virginia mientras pensaba en lo que iba a decir a Edie y Lottie-. Nos veremos mañana en el picnic.

– Claro que sí. Y también estarán Alexa y Noel.

Alexa y Noel. Más familia, más amigos. Cuanta gente, cuantas exigencias, cuantas decisiones, cuantas cosas que resolver. Mañana cumplo setenta y ocho años, se dijo Violet y pensó por que no estaría sentada tranquilamente en una silla de ruedas con un gorrito de encaje. Tomó el bolso, sacó las llaves del coche y abrió la puerta. Alexa y Noel.

– Lo sé -dijo a Virginia-. No se me había olvidado.

Temía que Lottie hiciera una escena, pero no hubo ningún tropiezo. Encontró a Lottie sentada en la butaca de Edie, viendo la televisión con aire inofensivo. Violet se detuvo unos momentos a bromear con ella, pero Lottie estaba más interesada en la señora gruesa del televisor, que demostraba cómo hacer una pantalla plisada con un trozo de papel de la pared. Por la ventana de la cocina, Violet vio a Edie tendiendo la ropa en el jardín. Fue hacia ella y, puesto que la prima no podía oírla, le expuso clara y sucintamente lo decidido y dispuesto. Edie, que últimamente parecía más cansada que nunca, la miró como si fuera a echarse a llorar:

– Yo no quiero sacarla de casa.

– Edie, esto empieza a ser demasiado para todos nosotros. Siempre ha resultado demasiado para ti y ahora la ha tomado con Virginia y anda diciendo cosas terribles, ya sabes a lo que me refiero.

Desde luego Edie lo sabía; entre ellas no hacía falta decir más.

– Lo temía -reconoció.

– Está enferma, Edie.

– ¿Se lo ha dicho?

– Todavía no.

– ¿Y qué le dirá?

– Que el doctor Martin quiere verla. Tenerla un par de días en el “Relkirk Royal”.

– Se pondrá furiosa.

– Creo que no.

Edie colgó la ultima prenda y se agachó para recoger el cesto de la colada. Lo levantó como si pesara una tonelada o como si estuviera cargando con todas las tribulaciones de la Humanidad.

– Debí vigilarla.

– ¿Cómo ibas a vigilarla?

– La culpa es mía.

– Nadie hubiera podido hacer más de lo que has hecho tú -sonrió Violet-. Ven, tomaremos una taza de té y luego, mientras le haces la maleta, yo le diré lo que ocurre.

Las dos mujeres cruzaron el largo jardín en dirección al cottage.