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Esta vez cayó el palo mayor del barco pirata, el cual escoró marcadamente cuando una gran vía de agua se abrió en el lado de estribor, a la altura de la línea de flotación. Los hombres se arrojaron al agua mientras el barco caía contra el muelle y empezaba a asentarse en el fondo del puerto poco profundo.

Ruark cambió la dirección y dos de los barcos más pequeños empezaron a hundirse cuando los proyectiles perforaron sus costados. De uno empezó a brotar humo y la tripulación del otro huyó hacia el pantano. Fueron hechos más disparos hasta que la pequeña flota pirata fue una masa humeante de restos flotantes o semi sumergidos. Ahora Ruark apuntó con más cuidado, pero todavía fueron necesarias tres andanadas hasta que el blocao desapareció en una explosión. Nuevamente apuntó en otra dirección y la posada de Madre recibió el grueso del ataque. Poco después la fachada empezó a desmoronarse lentamente, dejando descubierto el interior.

Una vez más Ruark hizo recargar los cañones y apuntó cuidadosamente. Bajó la mano y Shanna contempló cómo la pared oriental de la habitación donde había vivido se disolvía en una nube de polvo. Desde la cubierta principal, Ruark le gritó a Trahern:

– A menos que quiera matar a inocentes, el daño mayor ya esta hecho. Pasarán meses antes de que un barco pueda salir de aquí. Los responsables de la captura de su hija están muertos o han huido. Espero su decisión, señor.

Trahern agitó una mano y se volvió al capitán Dundas.

– Asegure los cañones -dijo-. Ponga proa a Los Camellos. Ya hemos visto demasiado de este lugar. Dios mediante, no veremos más.

El esfuerzo había costado a Ruark las pocas energías que le quedaban. Ahora dejó caer la cabeza y se apoyó débilmente en el espeque. Uno de los jefes artilleros le entregó el bastón del hacendado; él lo tomó y dio unos pasos hacia el alcázar, hacia Shanna. Sentía la boca extrañamente seca y su cara y brazos calientes, mientras el sol empezaba a girar locamente entre los mástiles sobre su cabeza. Vio que Shanna corría. hacia él y en seguida la áspera cubierta tocó su mejilla y el olor a pólvora entró con fuerza en su nariz. El día se le volvió gris hasta que oscureció por completo. Sintió unas manos frescas debajo de su cuello y una extraña humedad cayó sobre su rostro. Creyó oír que 1o llamaban desde lejos por su nombre, pero estaba muy cansado, muy cansado. La noche más negra cerróse a su' alrededor.

CAPITULO VEINTE

El cirujano murmuró y juró mientras trataba de inmovilizar la pierna del herido pese a las sacudidas del birlocho.

– Tenga paciencia, Herr Shaumann. -La voz de Shanna Beauchamp sonó segura pero suave-. Ya falta poco.

Ella tenía la cabeza de Ruark sobre su regazo y sobre la frente le había puesto un paño fresco, húmedo. Trahern iba sentado en el otro lado y observaba a su hija con desconcierto. Notaba en ella una nueva seguridad, una confianza que no había visto antes. Ella se había empeñado en conservar una daga de plata. Eso y una pistola tan pequeña que era casi inútil estaban cuidadosamente envueltas en un justillo de cuero a sus pies.

– La pierna supura. -La voz del cirujano interrumpió los pensamientos de Trahern, quien prestó atención a las palabras del cirujano.

– Habría que cortada. ¡Ahora! Antes de que él despierte. Mientras más esperemos, más difícil será la tarea.

Shanna miró silenciosamente al cirujano y su mente llenóse con la terrible visión de Ruark luchando por montar un caballo con su pierna izquierda amputada a la altura de la cadera.

– ¿Eso 1o salvará? -preguntó quedamente.

– Sólo el tiempo 1o dirá -respondió Herr Shaumann con brusquedad-. Hay probabilidades de que sobreviva.

Por un largo momento, Shanna miró a Ruark. El estaba muy pálido y ella sintió que le faltaba el valor. Sin embargo, cuando habló, su voz sonó firme, decidida.

– No, creo que nuestro señor Ruark luchará también por su pierna. Quizá entre los dos logremos salvarla.

Ambos hombres aceptaron esa afirmación como definitiva y nada dijeron.

El carruaje se detuvo frente a la mansión y antes de que los caballos se hubieran aquietado por completo, Pitney, quien había viajado adelante, se acercó para tomar cuidadosamente a Ruark en sus brazos enormes. Inmediatamente, Shanna se apeó.

– A las habitaciones contiguas a las mías, Pitney, por favor. Trahern levantó marcadamente las cejas. Ella se había mostrado ansiosa de que sir Gaylord se instalara lo más lejos posible de sus habitaciones y ahora llevaba al siervo a su misma ala de la casa.

Sir Gaylord mantuvo la puerta abierta para el grupo que regresaba. Cuando Trahern último de la procesión, pasó junto a él, se detuvo para mirar el pie vendado del caballero.

– Bien, sir Gaylord -gruñó el hacendado- veo que su tobillo está mucho mejor.

– Por supuesto -replicó el hombre animosamente-. Siento muchísimo no poder haber ido con usted, pero el maldito animal se movió justamente cuando yo… bueno, me pisoteó. Pero está curándose rápidamente.

– Gaylord levantó su bastón y en seguida hizo una mueca de dolor cuando probó a pisar con el pie.

Trahern soltó un resoplido y luchó para que su cara no revelara el desprecio que sentía.

– El destino de los valientes, supongo -dijo Trahern por encima de su hombro, y siguió caminando.

– Ajá -respondió rápidamente el inglés-. Exactamente. De todos modos, hubiera ido si no hubiese sucedido a último momento, pero no sabía si era muy grave ni si yo hubiera sido de utilidad en una pelea. Hubo pelea, por lo que veo. -Señaló con la cabeza al herido que subían por la escalera-. Veo que ha capturado a, ese individuo, ese Ruark. Un malvado, seguramente, para huir y raptar a su hija. Que lo curen lo suficiente para poder colgarlo.

Fue una suerte para Gaylord que Shanna estuviera en ese momento discutiendo con el médico y que no oyera sus palabras. Trahern se limitó a responder con un gruñido ininteligible; casi saboreó la idea de dejar que su hija corrigiera a sir Gaylord. No tenía dudas de que ello ocurriría muy pronto, sin que él tuviera que pedírselo.

– Acompáñeme a beber un ron mientras meten al señor Ruark en la cama -invitó Trahern y subió las escaleras detrás del grupo-. Será interesante ver qué tienen que hacer para conservarlo vivo para colgarlo.

El caballero siguió cojeando lo mejor que pudo a su majestuoso anfitrión, puesto que nadie se detuvo para ayudarlo. Cuando en la cima de la escalera Pitney llevó al siervo en la dirección de las habitaciones de Shanna, Gaylord consiguió disimular en parte su preocupación. Pero se apresuró a alcanzar al hacendado para llamarle la atención sobre el asunto.

– ¿Le parece prudente tener a ese renegado tan cerca de las habitaciones de su hija? Quiero decir, que si el individuo no ha cometido lo peor hasta ahora, es probable que lo cometa en la primera ocasión. Con un tipo tan taimado, a una dama habría que decirle que tome precauciones o recordarle los peligros que corre si ella misma no los advierte.

Trahern replicó con un toque de humor. -A mí me parece prudente no negarle nada a mi hija en estos momentos.

– ¡Sin embargo, señor! -Sir Gaylord se volvió inflexible-. No creo que la futura esposa de un caballero deba alojarse en la misma ala con un villano. Las lenguas malignas podrían decir que el buen hombre es cornudo.