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Sumergida en esta actividad una tarde del viernes estaba en la tienda de la aldea revisando las cuentas de los siervos. Cuando pasaba la hoja del libro de contabilidad sus ojos cayeron sobre el nombre de John Ruark y la curiosidad impulso a mirar las columnas de su cuenta. Las cifras la sorprendieron

La columna de compras era muy breve. Aparte de útiles de escritura, una pipa y un jabón, había solamente una rara botella de vino y un ocasional paquete de tabaco. La columna más larga era la que contenía los cambios en su paga y aquí -la siguió hacia abajo con la punta del dedo- vaya, la misma había sido incrementada una y otra vez, triplicada, no, más de diez veces los seis peniques de un siervo nuevo. Continuó con la cuenta de créditos y con un rápido cálculo mental comprobó que para fines de mes él habría casi llegado a las cien libras de crédito. Entonces otro detalle llamó la atención de Shanna. Había dineros que no provenían de su paga. Al ritmo en que él estaba sumando créditos, probablemente sería libre en un año o dos.

La puerta trasera, por donde el tendero, señor MacLaird, saliera momentos antes, cerróse con fuerza y Shanna oyó ruido de pasos que se acercaban.

– Señor MacLaird -dijo ella por encima del hombro- aquí hay una cuenta que quisiera discutir con usted. ¿Quiere venir…?,

– El señor MacLaird está ocupado afuera, Shanna. ¿Hay algo en que pueda ayudarte?

Shanna giró en el alto banquillo porque esa voz era inconfundible. Ruark la miraba con su sonrisa resplandeciente.

– ¿Estás fastidiada, amor mío? -dijo él-. ¿Tanto tiempo he estado lejos que ya no me reconoces? Tal vez pueda brindarte algún servicio, o quizá -levantó una sarta de conchas- ¿una chulería para mi dama?

Bajó las cuentas y Sonrió tristemente. -Perdóname, Shanna. Lo había olvidado. Tú eres la dueña de la

Tienda. Una lástima… Y otro de mis talentos desperdiciados.

Shanna no pudo contener una sonrisa ante los modales alegres de el.

– De eso estoy segura que tienes muchos; Ruark. Mi padre me dice que has empezado a construir un nuevo trapiche. Parece que lo has convencido de que es necesario y de que será más eficiente del que ya tenemos.

Ruark asintió.

– Ajá, Shanna. Eso he dicho.

– ¿Entonces por qué estás aquí? Yo creía que estarías muy ocupado para andar de un lado a otro. ¿Acaso últimamente eres tu propio capataz y vigilas tus propios horarios de trabajo?

Ruark enarcó las cejas y la miró.

– Yo no estoy estafando a tu padre, Shanna. No temas. -Señaló con el pulgar hacia la trastienda-. He comprado un cargamento de ron tuve que venir a terminar unos dibujos para tu padre. El señor MacLaird está ahora revisando los barriles. Si lo que deseas es una compañía que nos vigile, él vendrá en seguida.

Shanna señaló el libro con la pluma.

– Para ser un conductor de carros pareces muy bien pagado. y aquí hay otras- sumas que me intrigan..

– Eso es muy simple -explicó él- En mis horas libres trabajo para otras personas de la isla. En retribución ellos me hacen algún servicio, o me pagan con dinero. En la aldea hay una mujer que lava mi ropa por…

– ¿Una mujer? -interrumpió Shanna, picada su curiosidad. Ruark la miró con una sonrisa torcida..

– Vaya, Shanna, amor mío, ¿estás celosa?

– ¡Claro que no! -estalló ella, pero su rostro se ruborizó intensamente-. Simple curiosidad. ¿Decías…?

– Sólo es una pescadera, Shanna. -Ruark no cedió-. Nada tienes que temer.

Los ojos azul verdosos se entre cerraron furiosos.

– ¡Eres intolerablemente presumido, Ruark Beauchamp!

– Sshh, amor -la amonestó gentilmente él y sus ojos brillaron intensamente-. Alguien podría oírte.

– ¿Y qué haces para el señor Hawkins? -preguntó Shanna, irritada con su sola presencia. ¡Hubiera querido gritarle, golpeado en el pecho con los puños! Cualquier cosa para borrar la sonrisa de esa cara.

Ruark se tomó tiempo para responder; dejó el sombrero sobre una pila de mercaderías, se quitó la camisa y la puso sobre el sombrero.

– En su mayor parte lo que podría hacer el mismo señor Hawkins si se lo propusiera… reparar los botes y esa clase de cosas.

– Al ritmo que se está acumulando tu dinero, no estarás mucho con nosotros -comentó Shanna.

– El dinero nunca ha sido problema para mí, Shanna. Considerando los últimos acontecimientos, yo diría que mi problema es uno: las mujeres, o mejor dicho la mujer.

La mirada de Ruark ahora era directa, desafiante, casi insultante, y la recorrió desde los finos tobillos adornados con medias de seda blanca. que asomaban debajo de la falda, pasó por la delgada cintura ceñida por el vestido a listas blancas y rosadas y se detuvo perezosamente en los senos redondeados. El escote del vestido estaba bordeado por un encaje delicado y espumoso que llegaba hasta la garganta. Sin embargo, Shanna sintió se desnuda bajo la mirada de él.

– ¿Entonces me consideras tu problema?

– Ocasionalmente, Shanna. -Su rostro se puso serio cuando sus ojos se encontraron con los de ella-. La mayoría de las veces, a ti te considero la más hermosa mujer que vi jamás.

– Por mi vida no puedo creer que yo sea tu problema, Ruark -dijo Shanna: Apenas te he visto en estas últimas semanas. Yo diría que estás exagerando..

Los labios de él no dejaron escapar una sola palabra pero sus ojos expresaron claramente sus deseos. La atrevida mirada hacía que ella sintiera como si tuviera fuego por dentro. Le encendía las mejillas y le hacía temblar los dedos. El estaba bañado en la luz del sol poniente y quedaba envuelto en un resplandor de profundos colores dorados. Era Apolo fundido en oro y ella no se sintió menos conmovida por la visión de él que por esa lenta y hambrienta mirada.

– Debes haberte criado entre salvajes -dijo ella, a la defensiva-. Pareces enemigo de usar ropas.

Ruark rió suavemente.

– A veces, mi amada Shanna, la ropa puede ser una molestia. Por ejemplo… -Sus ojos la acariciaron nuevamente de pies a cabeza-…A un hombre le resultan muy fastidiosas cuando su esposa las lleva en la cama. -Su sonrisa se hizo perversa-. Ahora, eso que tú te pones para dormir es casi nada. No sería muy difícil quitárselo a una mujer.

El color de las mejillas de ella se acentuó.

– ¡Has tenido el atrevimiento de espiarme desde abajo de mi balcón!

Shanna se volvió abruptamente hacia el escritorio, como despidiendo a Ruark, y se puso a mirar una página que bien hubiera podido estar en blanco por lo que ella vio de la misma.

Una luz suave entraba por una ventana pequeña y alta abierta en la pared sobre el escritorio Y envolvía el perfil de ella en una aureola que la hacía parecer casi angelical. Los ojos de Ruark tocaron el cabello

que caía en cascadas veteadas de oro sobre la espalda. El solo estar tan cerca de ella le resultaba embriagador. La sangre de Ruark le palpitaba en los oídos y sus pies parecieron moverse por voluntad propia hasta que estuvo inmediatamente detrás de ella.

Shanna podía sentir su proximidad con cada una de las fibras de su cuerpo. Los olores masculinos de sudor, cuero Y caballos invadieron sus sentidos. Su pulso se aceleró y su corazón empezó a volar. Ella quería decir algo, hacer algo para distraer la atención de él. Pero era como si estuviera paralizada y sólo pudiera esperar a que él la tocara. La mano de él se adelantó, le tocó el cabello…