Shanna tomó las llaves y corrió a abrir la puerta de la bodega para que Ruark pudiera bajar. Encendió un cabo de vela y precedió al joven para alumbrarle el camino. Usó las llaves para abrir la puerta inferior. La bodega era fresca y seca, y una vez adentro Ruark dejó los barriles en el suelo y se detuvo a descansar un momento. Después levantó uno de los barriles y miró interrogativamente a Shanna, quien señaló un espacio en el extremo de una estantería.
– Allí se añejará mientras se usan los otros.
Ruark regresó para levantar el otro barril y Shanna, con una mueca, enganchó un dedo en el borde superior de los calzones y atrajo una mirada asombrada e intrigada de él. Con tono sarcástico, ella 1o amonestó:
– Milly es una muchacha simple y muy excitable -dijo ella-. Si tú le muestras un poco más, ella podría ser incapaz de controlarse y tú te encontrarías en la posición del violado.
– Pondré cuidado, Shanna -gruñó Ruark, mientras ponía el otro barril en el lugar correspondiente-. Por 1o menos, es bueno saber que contigo estoy a salvo -agregó con una sonrisa relampagueante.
Meses de agravios y tensiones se habían venido acumulando debajo del exterior supuestamente sereno de Shanna. La joven, muy cerca de Ruark, habló con voz grave, casi en un susurro, aunque cada sílaba salió cargada de cólera.
– He llegado al final de mi resistencia -dijo ella-. Me insultas cada vez que nos encontramos y dices que soy menos que una mujer. Me echas en cara mi falta de honor, pese a que yo me he negado a tus groseras propuestas.
– Tú accediste -replicó él-. Tú diste tu palabra y yo exijo que la cumplas.
– El pacto ya no existe -siseó ella llena de ira-. Tú ibas a morir y yo no me siento obligada por el hecho de que no hayas muerto..
– ¿Qué artimañas de mujer te servirán, Shanna? Yo cumplí plenamente con mi parte. Seguí tu juego y confié en ti. Cuando pude haber huido, o por 10 menos haberlo intentado, fue tu parte en el pacto 1o que me retuvo. -Mantuvo su voz en un ronco susurro-. He probado ese bocado delicioso, Shanna, tu dulce; calidez, y desde entonces siento hambre de lo que es mío por derecho de matrimonio. Y 1o tendré.
Shanna apretó los puños y los golpeó lentamente contra el pecho duro Y desnudo de él.
– ¡Vete! -sollozó- ¡Déjame en paz! ¿Qué puedo decir para convencerte de que no quiero saber nada contigo? ¡Te odio! ¡Te desprecio! ¡No puedo tolerar tu presencia!
Shanna luchó contra sus lágrimas y apoyó sus brazos en él. Ruark le habló al oído, lentamente y en tono duro.
– ¿Y yo qué soy? ¿Menos que humano? ¿Inferior a cualquiera porque me encontraste en una mazmorra Y yo elegí pagar a tu padre una deuda que no contraje? Pero te digo esto… -Bajó su cara hasta muy cerca de la de ella y la miró fijamente a los ojos-. Tú eres mi esposa.
Shanna dilató los ojos Y empezó a sentir miedo.
– No -dijo en un susurro.
– ¡Eres mi esposa! -repitió él lentamente y la tomó de los hombros para impedir que ella se volviera.
– ¡No! ¡Jamás! -exclamó Shanna, levantando la voz.
– ¡Eres mi esposa!
Shanna empezó a luchar. El cerró sus brazos alrededor de ella y le impidió los movimientos. Sollozando, Shanna lo empujó en vano en el pecho. Con el esfuerzo, inclinó la cabeza hacia atrás y él la besó en la boca. En forma de amor, la cólera se convirtió en pasión. Los brazos de Shanna subieron Y se cerraron alrededor del cuello de él en frenético abrazo. Sus labios se retorcieron contra los de él y todo el calor de su pasión tanto tiempo contenida inundó a Ruark hasta que su mente empezó a girar enloquecida ante la respuesta de Shanna. El había esperado lucha Y en cambio encontraba la furia de una pasión devoradora en los labios de ella.
Se separaron jadeantes, ambos atónitos por el fuerte golpe de su ardor. Trémula, Shanna se apoyó contra la pila de barriles, sin fuerzas.
Cerró los ojos. Su pecho subía y bajaba agitadamente.
Ruark, controlándose apenas, la tomó nuevamente en brazos pero un pensamiento se le impuso. ¡No en una sucia bodega! Ella era digna de mucho más que eso para él. y si llegaba a venir alguien, él sería encerrado nuevamente. ¡Paciencia, hombre, paciencia!
Ruark reprimió su sensualidad con una voluntad de hierro. Lentamente se volvió y empezó a subir la escalera, con la esperanza de que se enfriaran su sangre Y su mente. Cuando abrió la puerta se encontró con la mirada del señor MacLaird, se alzó de hombros Y se adelantó a su pregunta.
– Ella está contando los barriles -dijo.
Cuando Ruark entró nuevamente en la bodega, Shanna también había recobrado su compostura pero sus ojos lo siguieron hasta que él regresó a su lado. Entonces, ella susurró:
– Gracias.
– No me agradezcas todavía -murmuró él y le limpió gentilmente una marca de polvo del brazo-. Habrá una ocasión mejor y un lugar mejor que éste.
Ruark fue por más barriles y cuando traía los últimos a la tienda Shanna salía por la puerta delantera acompañada del señor MacLaird.
Milly todavía estaba allí curioseando y con los ojos llenos de hambre. Para no enfrentarse con su provocativa atención, Ruark cerró violentamente la puerta de la bodega, tomó su camisa y sombrero y se marchó con lo que hubiera podido describirse como una prisa indebida.
CAPITULO OCHO
La mañana nacía con vibrantes colores que se reflejaban y cambiaban el color de las aguas y daban a las olas los tonos rosados y dorados del amanecer. El aire mismo parecía cargado con una niebla rosada y los verdes de los prados y los árboles extendíanse interminablemente hasta que se unían al azul del mar suavemente ondulante.
Shanna estaba sola en su balcón, bañada en el oro pálido, suave del sol naciente. Su bata de tono pastel era como una nube que se agitaba alrededor de su cuerpo con las brisas caprichosas que traían la fragancia de la florecida planta trepadora que se enroscaba en la balaustrada. Su cara tenía una expresión pensativa, su mirada era anhelante y sus hermosos labios se entreabrían como anticipándose a. un beso. Rodeábase la cintura con los brazos como si tratara de reemplazar el abrazo de un amante que ahora era nada más que un recuerdo de ayer.
La gloria del amanecer se diluyó en hi brillante luz del día cuando el sol se separó del horizonte y comenzó su vuelo a través del cielo. Shanna regresó suspirando a su cama y trató una vez más de dormir antes de que el calor llegara a su habitación y ella se viera obligada a levantarse. Cerró los ojos y sintió otra vez el dulce dolor, como si sus pechos estuvieran aplastados contra el duro pecho de Ruark y sintiera en su mejilla el calor del aliento de él; una vez más vio la urgencia en esos ojos dorados cuando él bajó sus labios para besada.
Shanna abrió los ojos, porque el despertar del placer dentro de ella fue fuerte y turbador. Y así había sido toda la noche. Cuando se relajaba, el recuerdo de su propia reacción le quemaba el cerebro e inundaba su cuerpo con una excitación cálida y palpitante.
¿Cuál era la cura para esta enfermedad? ¿Por qué estaba ella tan afectada? ¿Sería ella una mujer que andaría siempre ansiosa de hombres pero que en ninguno encontraría satisfacción? Antes se había visto acosada por las atenciones de hombres mucho más encumbrados y su corazón no se había ablandado, pero ahora su mente veía constantemente la cara del que la obsesionaba, de este Ruark, este demonio, este dragón de sus sueños.