– Entonces, frótame la espalda, esposa.
Le tendió una esponja y se inclinó hacia adelante. Shanna se acercó y empezó a enjabonarlo suavemente. Nuevamente pensó en un gato, esbelto, poderoso, y no pudo dejar de maravillarse ante la fuerza que yacía bajo sus manos. Curiosamente contenta con la tarea, Shanna enjabonó el cabello oscuro, 1o enjuagó, secó y cepilló. Le masajeó el cuello y los hombros para disolver toda fatiga que pudiera haber allí. Ruark no podía recordar otro momento de su vida en que se hubiera sentido tan a gusto.
Después ella le hizo apoyar la espalda contra el borde de la tina. Tomó una navaja y jabón y lo rasuró cuidadosamente. Para terminar, le pasó por la cara una toalla caliente.
– ¿Así hace una esposa? -preguntó Shanna, casi con vacilación-. He tenido muy poca práctica.
Ruark la miró a los ojos, la tomó de una mano y quiso atraerla hacia él pero ella se apartó y fue hasta la ventana abierta donde empezó a jugar con los flecos de las cortinas. Ruark se relajó para terminar su baño. Había captado la fugaz expresión de desconcierto en el rostro de Shanna y se preguntó qué extrañas circunstancias habían impulsado a la renuente mujer a llegar a esta situación. Ciertamente no había sido un ataque de él, porque él no pensaba arriesgarse a que lo apalearan o algo peor.
Shanna trató de dominar la vacilación que sentía y luchó contra las mareas de frialdad que surgían en su interior. Cuando su mirada se encontró con la de Ruark sintió un brusco choque, porque súbitamente comprendió que se acercaba rápidamente el momento para el cual había hecho todos estos preparativos. ¿Trataría él de vengarse cruelmente o se mostraría gentil? ¿Ella encontraría placer o dolor en brazos de él? Era demasiado tarde para volverse atrás. ¿Cómo pudo creer que un siervo, un colonial quien ya había demostrado que no era un caballero, respetaría su condición de mujer? ¿Cómo había podido ella entregarse tan temerariamente en manos de él?
Shanna se volvió al oír un sonido y vio que él salía de la tina.
¡Era demasiado tarde! ¡Demasiado tarde!
Ruark había tomado una toalla y alcanzó a ver en los ojos de Shanna un relámpago de temor, antes de que ella pudiera ocultarlo. Se preguntó si ahora sufriría otra traición. ¿Huiría ella? ¿O llamaría a su corpulento acompañante? Ruark aguardó. Se sentía absolutamente vulnerable.
Shanna, ahora nerviosa, apartó la vista del hombre desnudo y se acercó a la cama para esperar. Ruark la observó receloso, se secó con la toalla y se le acercó. Los ojos de Shanna vacilaron bajo la mirada directa
de él. Súbitamente se sintió como una niña en un cuerpo de mujer plenamente madura.
Shanna echó mano a toda su determinación para hablar, pero la voz le salió aguda y débil.
– Ruark, quiero terminar con esto, quiero cumplir el pacto, se que tienes motivos para odiarme, pero, Ruark -le tembló el labio superior y lo miró con ojos llenos de lágrimas -por favor, no me hagas daño.
Ruark levantó un dedo y enjugó una lágrima que caía lentamente por la mejilla de ella.
– Estás temblando -murmuró asombrado.
Se volvió y arrojó la toalla a un rincón. Shanna dio un respingo y se preparó para el ataque de él, pero en vez de sentirse atacada oyó que él reía por lo bajo.
– ¿De veras me consideras una bestia, Shanna, un dragón dispuesto a hacerte daño? Oh, pobre Shanna, pobre niña atemorizada por los sueños. Este momento de amor no es un momento de tomar sino un momento de dar y compartir. Tú me das esta noche como yo te he dado mi apellido, libremente. Pero debo advertirte que acá puedes encontrar algo que te atará más eternamente que cualquier otra cosa en tu vida.
¿Se refería él a un hijo? Shanna arrugó el entrecejo y le volvió la espalda. Era una posibilidad en la que apenas había pensado… Y si… Ruark la abrazó con infinita delicadeza y ella 1o olvidó todo. Sabía que tenía que mostrarse cuidadoso a fin de que el temor de ella no destruyera el momento, pero ello le exigía un enorme esfuerzo de voluntad. Shanna acalló sus dudas y superó la tensión y la resistencia de su cuerpo pensando que él era, por 1o menos por esa noche, su esposo y que todo habría terminado con el amanecer y ella quedaría libre de él.
Levantó hacia un lado su dorada cabellera y le ofreció a él un hombro. Los largos dedos de él desataron los lazos de seda hasta que el vestido cayó alrededor de los pies de ella. La piel de Shanna contrastaba contra la más oscura de él como una perla traslúcida sobre un lecho de tierra tibia. Una vez más él la rodeó con sus brazos desde atrás y la atrajo contra su pecho. Shanna sintió el contacto duro y viril de él y cerró los ojos, mientras él le pasaba los labios por el cuello y el hombro. Empezó a acariciarla lentamente, a masajearle los pechos y pasarle las manos por el vientre. Una cálida marea de cosquilleante excitación la inundó. Sentía frío y calor y temblaba. Su mente giraba enloquecida y olvidó de repetirse que él era su esposo por esa noche.
Se le escapó un suspiro y apoyó la cabeza hacia atrás, en el hombro de él. Su cabello cayó sobre el brazo de Ruark. Los labios de él se apoyaron en su boca, posesivos. La hizo volverse y se unieron como hierros al rojo, ahora con besos feroces, salvajes, devoradores mientras las lenguas entraban una en la boca del otro con hambrienta impaciencia. El le acarició la espalda y la atrajo con más fuerza. La pasión de Ruark rugía voraz y el fuego del deseo ardía descontrolado en su interior.
Ruark apoyó una rodilla en la cama, la empujó suavemente y quedaron tendidos sobre las sábanas. Su boca abierta, caliente y húmeda, quemó los pechos de Shanna y sus blancos dientes la mordieron suavemente en la cintura y en la sedosa piel del vientre. Shanna cerró los ojos, casi sin aliento, completamente dúctil bajo las caricias de él. Con los ojos ardientes y llenos de deseo, Ruark descendió sobre ella, le separó los muslos y entró profundamente en ella. Shanna movió se para recibir la firme penetración, su cuerpo de mujer reaccionó instintivamente a esta nueva, indescriptible, arrolladora sensación que palpitaba en su interior. El placer aumentó tan intensamente que ella se preguntó, enloquecida, si podría tolerarlo.
Fue, un mágico, apabullante, hermoso estallido de éxtasis que la hizo arquearse contra él con un ardor tan intenso como el de Ruark. El salvaje éxtasis creció entre ellos hasta fusionarlos en el caldero de la pasión. Apretada fuertemente contra él, como si los dos quisieran convertirse en uno solo, Shanna sintió los latidos del corazón de Ruark contra sus pechos desnudos y oyó en su oído la respiración anhelante y ronca de él.
El tiempo pareció convertirse en una eternidad antes de que Ruark levantara la cabeza. Shanna lo miró con ojos dilatados y con una expresión de asombro.
– ¿El dragón te ha hecho feliz, amor mío? -preguntó él.
La besó suavemente, tiernamente, y Shanna respondió con besos rápidos, fugaces.
– Sí, mi dragón, Ruark, mi hombre feroz y bestial, tú exigiste que se cumpliera el pacto pero el premio no fue solamente tuyo. Ruark le acarició el cabello en desorden y pasó su boca por la esbelta columna del cuello de Shanna, saboreando la exótica fragancia que parecía ser parte de ella, ese perfume que 1o había obsesionado cuando estaba en la cárcel, en todas sus horas de vigilia, en todos los minutos de sus sueños.
– Estás arrepentida, amor mío? -preguntó él roncamente.
Shanna negó con la cabeza y extrañamente no le mintió. Todos los remordimientos que había esperado, todos los sentimientos de culpa que había imaginado que la atormentarían, no estaban allí. Más la asustaba la extraña sensación que sentía en brazos de él, como si fuera allí donde tenía que estar, tal como el mar está sobre la arena o el árbol sobre la tierra. Sí, esa sensación de realización la turbaba más que lo que jamás hubiera podido hacerla la culpa. Shanna llevó su mente por un sendero diferente. Era el cumplimiento de su palabra lo que satisfacía a su conciencia, nada más. Le rodeó el cuello con los brazos y fue como seda deslizándose contra la piel de él. Shanna rió suavemente y mordió con suavidad el lóbulo de la oreja de Ruark.