CAPITULO DIEZ
Llegó el domingo. En la isla, una capilla servía a quienes se sentían inclinados a reunirse para rendir culto a Dios. Era costumbre de la familia Trahern asistir a los servicios y en ese aspecto este día no fue diferente. Esta mañana, la excepción era que Ruark estaba allí. Cuando entró en la iglesia rozó a Shanna al pasar y ella, por un instinto extraño, supo quién era antes de volverse. Su mirada se posó, como a la fuerza, en la espalda del hombre alto y esbelto vestido de seda color verde selva.
– Oh, señor Ruark -dijo jovialmente el hacendado y Ruark se volvió y lo miró como si se sintiera sorprendido de encontrarse tan cerca de la familia Trahern. Shanna admiró su frialdad. El se mostraba tan despreocupado acerca de todo que nadie, con la posible excepción de Hergus quien estaba varios pasos más atrás, hubiera podido adivinar que él había procedido con gran deliberación.
Ruark devolvió el saludo de Trahern antes que su mirada se posara en Shanna y se regalara, un momento fugaz con su belleza iluminada por un rayo de sol y vestida de linón color verde claro. Ella le sonrió fríamente debajo del ala de su sombrero.
– Vaya, señor Ruark, creo que usted está volviéndose civilizado ¿Vestido adecuadamente y viniendo a la iglesia? Apenas puedo creer lo que ven mis ojos.
El sonrió con picardía.
– No quise disgustar indebidamente al ministro con mis ropas escasas.
– ¿Sí? -repuso Shanna-. No creía que nada le importara, señor Ruark. Ciertamente, usted no ha mostrado ninguna vacilación en ponerse esas ropas, esos espantosos calzones, en la aldea, donde todas las muchachas lo miran boquiabiertas. Si fuera usted modesto, se diría que es la aldea el lugar más conveniente para empezar, a fin de no herir demasiado a mentes inocentes.
Trahern se apoyó en su bastón y los observó a los dos, preguntándose si la discusión terminaría en más palabras hirientes. No podía entender la irritación de su hija con ese hombre.
– Señora -dijo Ruark, apoyando una mano atezada sobre su corbatín de encaje blanco y en tono levemente burlón-, yo no quise herir a mentes inocentes. -La miró directamente a los ojos…,.-. Tampoco deseo confundir a las mentes sencillas. Pero siempre he respetado a un hombre de sotana y he creído debidamente en las palabras y los votos pronunciados en una iglesia.
Shanna entre cerró ligeramente los ojos. ¡El canalla! Ahora que el pacto estaba cumplido, él la reclamaría por derecho de matrimonio. Bien, eso creería él, pero ella tenía otras cosas en la mente y no sería la esposa de un siervo..
– Siéntese con nosotros, señor Ruark -invitó Trahern, tratando de evitar una escena en público. Shanna pareció fulminado con la mirada..
– Estoy segura de que el señor Ruark preferiría sentarse con Milly Hawkins -replicó secamente Shanna, y agitó el abanico en dirección a la joven, quien estiraba el cuello para ver a Ruark por encima del hombro de su madre-. Ella parece estar fascinada con sus nuevas ropas, señor Ruark.
Ruark miró fugazmente en dirección a la muchacha y Milly sonrió con expresión radiante.
– Muchas gracias, señor -dijo él, dirigiéndose a Trahern e ignorando a Shanna-. Me gustará muchísimo.
El hacendado los precedió con una risa suave que le hacía temblar la barriga. Ruark caminó a su lado y asintió cuando Trahern hablaba. En el banco de la familia, Shanna se ubicó silenciosamente al lado de su padre y se dedicó a ignorar a Ruark pues se vio severamente observada por Hergus.
Los asientos de la familia Trahern eran macizos, con altos respaldos, y estaban juntos de modo que todos los apoyabrazos tallados se tocaban, excepto el perteneciente al mismo Trahern. Los asientos restantes y unos más pequeños ubicados adelante, obviamente hechos para niños, estaban destinados a Shanna, su esperado esposo y sus descendientes. Shanna hubiera preferido ahogarse antes de revelar a Ruark que el asiento que él eligió estaba destinado a su marido.
El ya había reclamado demasiados derechos conyugales. Al mirarlo de soslayo, Shanna vio que la mirada de Ruark se posaba en los asientos más pequeños y que después pasaba sobre los tres asientos grandes ocupados por ellos. Como había una segunda hilera de asientos detrás de ellos reservados para los huéspedes y ella se encontraba entre su padre y él, sólo podía extraerse una conclusión. Shanna captó la sonrisa conocedora de él cuando miró los asientos.
Shanna bajó la vista y observó subrepticiamente la mano que descansaba cerca de la suya. Era oscura y contrastaba con el blanco deslumbrante del puño pero estaba limpia, con las uñas bien cortadas y cuidadas, fuera de carácter para un siervo ordinario. Sí, John Ruark era un hombre totalmente diferente de cualquiera que ella hubiera conocido. Aunque conocido como siervo, hubiera podido pasar como par en cualquier círculo de nobles y señores.
– ¿Cómo es que no ha encontrado esposa en las colonias, señor Ruark? -;-preguntó Shanna deliberadamente-. ¿Hay escasez de mujeres allí?
– No hay escasez, señora mía… Ciertamente, allí hay abundancia de mujeres hermosas. -Sonrió y sus ojos se encontraron con los de ella en cálida comunicación-. Aunque ninguna igual a usted, señora. Sucedió que el trabajo me dejaba muy poco tiempo libre para buscar la compañía de una dama. Ello no hacía muy feliz a mi padre, quien creía que yo me dedicaba demasiado a mis tareas. pero después, en Inglaterra, una joven muy dulce y hermosa me conquistó. Espero convencerla algún día de que yo puedo ser un buen marido.
– Aquí hay espacio suficiente para una familia grande -comentó Trahern, señalando los asientos-. Pero todavía tengo que ver estos bancos ocupados. Si ella llegara a encontrar un marido adecuado sería un milagro.
Shanna prestó poca atención a las palabras de su padre ya su mirada sugerente y hasta se negó a reconocer haber escuchado el comentario de Ruark.
– Todavía soy joven -dijo recatadamente-. y sin duda te daré muchos nietos en tu ancianidad, padre.
– Hum -replicó Trahern-. Ya soy viejo. Encuentra un marido, hija, y te ruego que lo hagas pronto.
– ¡Papá! -Shanna dirigió a su padre una rápida sonrisa que él aceptó más como una mueca de irritación-. Estoy segura de que estás aburriendo al señor Ruark. Ciertamente, él parece muy falto de descanso.
El hacendado miró a su siervo, quien trataba de ocultar su regocijo detrás de lo que parecía un penoso bostezo.
Salvada de más agravios por la iniciación del culto, Shanna agradeció la prontitud del ministro. Durante toda la ceremonia, sin embargo, fue consiste de la presencia de él a su lado. Cuando tocaron el clavicordio y la congregación cantó, la voz profunda y rica de barítono de Ruark le produjo un cosquilleo y ella pudo hacer poco más que seguir cantando.
Sólo después que hubieron abandonado la pequeña iglesia Shanna, respiró finalmente tranquila y se relajó un poco. La tensión de tener que cuidar cada mirada y tratar de no parecer afectada por la proximidad de Ruark y mostrarse 'a1 mismo tiempo cortés, en beneficio de su padre, había resultado muy desagradable. En el birlocho, cuando regresaban a la casa, llegó a cuestionar su propia cordura por haber tomado como esposo a Ruark Beauchamp. El era como una bestia salvaje, atrapado y domesticado en apariencia pero peligroso para los desprevenidos. Su una vez firme creencia de que podría controlarlo estaba siendo rápidamente reemplazada por un insístete temor de haber cometido un tremendo error.