– Y agradecerías que yo hiciera lo mismo contigo -esbozó el fantasma de una sonrisa-. Creo que me has pillado exhibiendo mi prejuicio por la clase alta.
– En vez de juzgarme por lo que ya conoces de mí.
– Pero apenas te conozco -observó la mano extendida en invitación.
– Oh, creo que sí -no movió la mano ni tampoco apartó los ojos de su cara-. Confía en mí, Cat.
Ella titubeó. A Logan esos segundos le parecieron una eternidad, hasta que finalmente Catherine puso la mano en la suya.
Suave y delicada, su piel era como el tacto de seda. Le pasó el dedo pulgar por el interior de la muñeca. Ella simplemente lo observaba, los ojos como esmeraldas mientras aguardaba su siguiente movimiento.
– Háblame de ti -Catherine parpadeó, sorprendida por la pregunta. Pero Logan tenía sus motivos para hacérsela. No pensaba desperdiciar ni un minuto-. ¿Por qué no empiezas por tu familia? -insistió cuando ella no respondió. Vio que se encogía de hombros.
– No hay mucho que contar. Igual que tú, tengo una hermana. Compartimos la dirección del negocio, pero en este momento se encuentra embarazada y en cama. Está casada con un poli arrogante -la sonrisa contradijo su elección de palabras.
– ¿Alguien más?
– Mi madre murió hace años y papá nos abandonó cuando éramos pequeñas -meneó la cabeza-. Ni siquiera lo recuerdo. Tenía un tío y una tía, pero… -se detuvo y él percibió que dudaba si contarle o no la historia de su familia-. Murieron el año pasado.
No la culpó por querer guardar silencio. Lo que le contó Emma sobre su tío probablemente no era algo que Catherine considerara tema de conversación.
– Es una gran pérdida -indicó.
– Es la vida -se encogió de hombros.
– ¿Tu hermana es mayor o menor?
– Kayla es menor por sólo diez meses, pero es la más centrada de las dos.
– Algo me dice que no te concedes bastante mérito.
– Creo que me conozco mejor que tú -repuso con la cabeza ladeada.
– Es posible -sonrió-. Pero me gustaría conocerte tanto como tú misma. Y acabo de ver cómo te encargabas de una fiesta bajo condiciones estresantes… y con éxito, podría añadir. De modo que colocarte por detrás de tu hermana no encaja.
– Hay una diferencia entre colocarte en segundo lugar y conocer tus puntos fuertes y débiles. El único modo de obtener éxito en la vida es conocerte bien.
– ¿Y ahora te importaría contarme por qué una fiesta en la que los invitados estaban felices te tenía tan tensa?
– Me ocupo del catering de las fiestas como modo de ganarme la vida. Esta no fue más estresante que la ma… mayoría -tartamudeó al final por la mentira.
No le gustaba mentirle, pero no fue capaz de reconocer que la desaprobación de su padre había estropeado un día por lo demás perfecto. O que temía que tachara su empresa de la lista en vez de recomendarla.
– No te creo.
– Eso suponía. Pero agradezco la fe que depositas en mí… quiero decir, en mi capacidad.
– Es fácil tener fe cuando ésta se ha ganado.
Entonces sonó el teléfono, evitando que Catherine tuviera que contestar. Logan le lanzó una mirada de pesar antes de soltarle la mano. Al sentir que su piel se alejaba de la suya experimentó la pérdida.
Atravesó la estancia y ella suspiró. Era un hombre con presencia, con suficiente magnetismo sexual como para hacer que una mujer se sintiera viva.
Llegó al teléfono a la tercera llamada.
– Hola -titubeó un segundo-. Sí, abuela, llevé a Cat a casa sin ningún incidente -hizo una pausa-. ¿A la casa de quién? -la miró y le guiñó un ojo-. ¿A cuál crees tú? No te preocupes, ¿de acuerdo? Está en casa sana y salva. Los dos lo estamos.
Catherine escuchó mientras Logan complacía a su abuela al tiempo que respetaba su intimidad. Apreció su discreción y casi le envidió la fuerza y el amor que le daba la mujer mayor. Ella jamás había tenido a nadie tan estable en quien apoyarse, a menos que contara a su hermana. Sonrió. Siempre podría contar con Kayla.
– No, no quiero hablar con el juez -la voz de Logan la devolvió al presente-. ¿Abuela? He dicho que no. Dile que… Hola, papá.
Catherine contuvo un gemido. Lo último que necesitaba era un recordatorio de sus diferencias, menos cuando parecían tan mínimas al encontrarse solos. Su padre lograba que se sintiera insegura.
– No. Nada de desayuno mañana. No tendré apetito -ella no pudo contener una risa-. ¿Presentarme a alcalde? Pienso estar demasiado agotado como para presentarme a algo mañana. He de colgar… No. Voy a colgar ahora. Adiós -colgó el auricular con fuerza antes de que su padre pudiera responder. Observó a Catherine con mirada divertida-. Es la regla de oro de Emma. Si le dices a alguien que vas a colgar, no sentirá que le has colgado.
– Imagino que debería recordarlo.
– Puede serte de utilidad en algún momento.
– Tu abuela es única.
– Eso le gusta pensar. La mantiene joven y sana aquí -se llevó un dedo a la cabeza-. Y a mí me mantiene en guardia.
– Emma nos encerró en el cuarto de los abrigos. Creo que debe de resultarte difícil mantenerte un paso por delante de ella.
– A veces no vale la pena el esfuerzo. Después de todo, hoy obtuvo ventaja ella y mira adonde nos ha conducido -sus ojos irradiaron calidez y una señal que Catherine no pudo confundir.
– ¿Y dónde es eso?
– A estar solos, juntos, si quieres que sea así.
De modo que el siguiente paso dependía de ella. No debería sentirse sorprendida. Logan había sido un caballero desde el primer momento de conocerse. No dejaría de serlo únicamente porque la tuviera en su casa. En todo caso, en las últimas horas se había mostrado más sensible con sus sentimientos. Le ofrecía muchas cosas que nunca antes había recibido: respeto, admiración y aceptación. No hacía falta decir que la deseaba.
– La elección es tuya, Cat -su voz ronca era cálida como la de un amigo y seductora como la caricia de un amante. Ella tembló.
El silencio se agrandó entre ellos hasta que Catherine no fue capaz de soportar la tensión. No había nada que le impidiera estar con Logan excepto…
Los pitidos del microondas anunciaron que la cena estaba lista, salvándola de sí misma, al menos por el momento.
Capítulo 5
Catherine estaba sentada en el sofá hojeando una revista. La parte de atrás de la cabaña poseía muchas ventanas y ofrecía una vista magnífica del océano.
Cerró los ojos ante el sonido de la lluvia y de las olas al romper sobre la playa, y los sonidos se tornaron más fuertes, como sus palpitaciones. El deseo que sentía por Logan, tal como lo demostraba el anhelo insistente que palpitaba entre sus piernas, no podía ser negado. Apretó las piernas y unas oleadas de placer subieron y bajaron en su interior, igual que el agua en la playa. Igual que el placer que encontraría al hacer el amor con él, su cuerpo dentro del suyo, descubriendo el ritmo perfecto, meciéndose juntos hasta alcanzar la cumbre definitiva de satisfacción.
Se obligó a abrir los ojos y se dio cuenta de que temblaba por la necesidad. Una mirada a la cocina le indicó que aún seguía sola. Pensó que era mejor concentrarse en el postre.
Logan le había prometido prepararle su postre favorito. Pero no le permitió presenciar el proceso. Cuando terminó con la revista, su cuerpo se había enfriado, aunque no soportaba volver a quedarse a solas con sus pensamientos eróticos.
Fue de puntillas a la cocina y se asomó. Lo vio moverse canturreando algo. No logró ver qué hacía. Dio un paso silencioso hacia atrás, pero en ese momento sonó el trueno más sonoro de toda la noche.
Sobresaltada, soltó un grito y Logan giró en redondo.