Выбрать главу

Me encogí de hombros.

– De acuerdo, Eddie -añadió-. Escúchame. Te doy de plazo hasta la semana que viene. Fija una hora con esa persona y nos reuniremos. Te pagaré una comisión. Pero como me jodas, te arranco el corazón con las dos manos y lo frío en una sartén. ¿Me entiendes?

– Sí.

Su puño salió de la nada, como un torpedo, y aterrizó en mi plexo solar. Me doblé de dolor y retrocedí, esquivando por poco la caja de libros.

– Lo siento. ¿Has dicho que sí? Ha sido un error por mi parte.

Lo oí reírse a carcajadas mientras bajaba por las escaleras.

Cuando pude respirar con normalidad, me tumbé en el sofá y miré al techo. Hacía tiempo que la personalidad de Gennadi amenazaba con descontrolarse. Tendría que hacer algo al respecto, y pronto, porque en cuanto viera el piso del Celestial estaría atado de pies y manos. Sería demasiado tarde. Querría entrar. Lo querría todo. Lo echaría todo a perder.

Sin embargo, cuando pude meditar las cosas con más detenimiento, llegué a la conclusión de que la verdadera crisis no era Gennadi. La verdadera crisis era que mi suministro de MDT se acababa con una rapidez alarmante. Durante el último mes lo había consumido varias veces por semana, de manera indiscriminada, sin molestarme siquiera en contar las pastillas que restaban, dejándolo para la siguiente ocasión. Pero nunca lo hacía. Nunca encontraba el momento. Estaba demasiado ocupado, demasiado obcecado con el incesante tamborileo que escuchaba en mi cabeza, el acuerdo de MCL y Abraxas, el Edificio Celestial, Ginny Van Loon…

Fui al dormitorio y abrí el armario, saqué el sobre marrón y vacié el contenido sobre la cama para contar las pastillas. Quedaban sólo unas 250. Con aquel ritmo de consumo y el suministro habitual de Gennadi, habrían desaparecido en un par de meses. Aunque eliminara a Gennadi de la ecuación, ganaría sólo unas semanas. Unas semanas…, unos meses… ¿Qué diferencia había?

Aquélla era la verdadera crisis que afrontaba, y al final todo se reducía, una vez más, a la pequeña agenda negra de Vernon. Entre aquellos nombres y números de teléfono tenía que haber alguien que supiera algo del MDT, de sus orígenes y del funcionamiento de las dosis, y quizá cómo conseguir una nueva línea de suministro. Porque si deseaba tener alguna posibilidad de cumplir aquel gran destino inesperado que se abría ante mí, debía solucionar esos problemas, uno o ambos, dosis y suministro, y solucionarlos ya.

Saqué la agenda y la releí otra vez. Utilizando un bolígrafo rojo, taché los números que ya había probado. En un papel aparte confeccioné una nueva lista de varios números a los que no había llamado. El primero era el de Deke Tauber. Era reacio a llamarlo porque imaginaba que no tendría muchas posibilidades de acceder a él. En los años ochenta había sido vendedor de bonos, un yuppie de Wall Street, pero se había reconvertido y era el esquivo líder de una secta de autoayuda llamada Dekedelia.

No obstante, cuanto más pensaba en ello, más sentido tenía llamarlo. Por extraño y huidizo que se hubiese vuelto, sabría quién era yo. Conocía a Melissa. Podía recordarle los viejos tiempos.

Marqué su número y esperé.

– Oficina del señor Tauber.

– Hola, ¿podría hablar con el señor Tauber, por favor?

Hubo una pausa sospechosa.

Mierda.

– ¿Quién le llama?

– Eh… Dígale que soy un viejo amigo, Eddie Spinola.

Silencio al otro lado de la línea.

– ¿Cómo ha conseguido este número?

– No creo que sea asunto suyo. Y ahora, ¿puedo hablar con el señor Tauber, por favor?

Colgó. No me gustaba que la gente me colgara, pero sabía que probablemente seguiría ocurriendo.

Miré la lista de números.

¿Quién es?

¿Qué quiere?

¿De dónde ha sacado este número?

La idea de repasar de nuevo la lista y tachar todos los números uno tras otro era desmoralizadora, así que decidí persistir un poco con Tauber. Visité la página web de Dekedelia y leí acerca de los cursos que ofrecían y la selección de libros y videos que vendían. Todo parecía muy comercial, y estaba concebido para atraer a nuevos reclutas.

Navegué un rato por la Red y encontré vínculos a una serie de páginas. Había un directorio de religiones marginales, una red de concienciación llamada CultWatch, varias organizaciones de «padres preocupados» y otras webs consagradas a temas como el control mental y la «ayuda a la rehabilitación». Acabé en la página de un asesor cualificado en materia de sectas residente en Seattle, una persona que hacía quince años había perdido a su hijo a manos de un grupo denominado Shining Venusians. Puesto que había mencionado Dekedelia en su página, decidí buscar su número y llamarlo. Hablamos unos minutos y, si bien no me fue de gran ayuda, me facilitó el número de un grupo de padres de Nueva York. Después hablé con el secretario del grupo, un padre preocupado y manifiestamente desequilibrado, que a su vez me proporcionó el nombre de una agencia privada que estaba investigando a Dekedelia por encargo de algunos miembros de la asociación. Tras varios intentos y muchas argucias, conseguí hablar con Kenny Sánchez, uno de los empleados de la agencia.

Le dije que disponía de cierta información sobre Deke Tauber que podía serle de interés, pero que se la daría a cambio de más información. Al principio procedió con reservas, pero al final aceptó citarse conmigo en la pista de patinaje de Rockefeller Plaza.

Dos horas después deambulábamos arriba y abajo por la Calle 47. Luego nos dirigimos a la Sexta Avenida, pasando por el Radio City Music Hall, y pusimos rumbo a Central Park South.

Kenny Sánchez era bajo y barrigudo, y llevaba un traje marrón. Aunque era serio y circunspecto en lo profesional, empezó a relajarse al cabo de diez minutos e incluso parecía tener ganas de hablar. Exagerando un poco, le conté que había sido amigo de Deke Tauber en los años ochenta, pero que habíamos perdido el contacto. Aquello pareció fascinarle y me hizo unas cuantas preguntas. Al responderlas sin tapujos, di la impresión de que estaba dispuesto a compartir cualquier dato que tuviese, lo cual significaba que cuando empecé a formular mis dudas ya me lo había ganado.

– El principio básico de esta secta, Eddie -me dijo con un tono confidencial-, es que cada individuo debe huir de la disfunción inherente de la matriz familiar y, atención a esto, recrearse a sí mismo independientemente en un entorno alternativo. -Se detuvo un momento y se encogió de hombros, como si pretendiera distanciarse de lo que acababa de decir. Luego reemprendió la marcha-. Cuando empezó, Dekedelia no era ni más ni menos escamosa que tantos otros grupos similares. Ya sabe, conferencias, sesiones de medicación y boletines informativos. Como todas las demás, también proyectaba un aura de misticismo barato de segunda mano, pero las cosas cambiaron con bastante rapidez y, de pronto, el líder de este movimiento espiritual, entre comillas, producía libros y videos de gran éxito.

De vez en cuando miraba a Kenny Sánchez de soslayo. Era una persona elocuente y tenía todo aquello grabado en su mente, pero también me pareció que estaba ansioso por demostrarme que dominaba la materia.

– Los problemas empezaron poco después. Varias personas, siempre jóvenes, normalmente atrapadas en trabajos sin futuro, parecieron desaparecer en el seno de la secta. Pero no había nada ilegal en ello, porque los miembros siempre procuraban escribir cartas de despedida a sus familiares, y de ese modo… -levantó el dedo índice de la mano derecha-, impedían muy inteligentemente cualquier investigación policial por la desaparición.

Se estaba concentrando en tres casos concretos, dijo, personas jóvenes que habían desaparecido en el último año, y me dio algunos detalles sobre cada una de ellas, cosas que no necesitaba oír.

– ¿Y cómo se están desarrollando ahora sus investigaciones? -pregunté.

– Eh… Me temo que no muy bien. -No quería decir aquello, pero no parecía tener alternativa. Entonces añadió, para compensar-: Pero parece estar ocurriendo algo extraño. Desde hace un par de semanas corren rumores de que Deke Tauber ha caído enfermo. No se le ha visto, no ha dado conferencias ni ha asistido a ninguna firma de libros. No hay manera de localizarlo. Está incomunicado.