– Tengo que hacer una llamada rápida -le dijo.
– Adelante.
Se acercó al teléfono y marcó un número. Pasado un minuto dijo:
– Evie, soy yo. Llama a mi abogado y dile que cancele el trato. No voy a vender -sonrió y apartó el auricular de la oreja-. Evie siempre se pone a gritar cuando se emociona -le dijo a Molly. Luego volvió a hablar por teléfono-. Te contaré los detalles cuando vuelva a la oficina. No me esperes hasta dentro de tres días.
Molly sonrió y se sonrojó. Se sentía embriagada de felicidad. Hacía seis semanas, todo su mundo se había venido abajo, pero en aquellos momentos, tenía todo con lo que siempre había soñado y más.
Contempló el anillo de diamantes que centelleaba en su mano izquierda. Era el símbolo perfecto de su amor. Sabía que unidos superarían todos los baches de la vida. Ya habían aprendido mucho, y juntos se hacían cada vez más fuertes. Y estaban enamorados. Dylan era la clase de hombre en que siempre podría confiar, pero ante todo, conocerlo había sido el auténtico milagro de su vida.
SUSAN MALLERY