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El rostro de Beth Blacksin sustituyó en la pantalla al de Posner.

– Preston Janoff es el presidente del grupo asegurador Ajax y se ha manifestado hoy en contra de la aprobación de una ley que exigiría que las compañías de seguros de vida comprobaran sus libros para ver si tienen obligaciones pendientes con familiares de las víctimas del Holocausto.

En imagen apareció Janoff frente a la cámara legislativa de Springfield. Era un hombre alto, de cabellos plateados y aspecto sombrío, con un traje de color gris antracita con el que daba la impresión, aunque no ostensiblemente, de estar de luto.

– Comprendemos el dolor de aquellos que perdieron a sus seres queridos en el Holocausto, pero consideramos que sería un insulto para los afroamericanos, los indios y otras comunidades que han pasado grandes penalidades en este país, que se singularizase a las personas cuyos familiares fueron asesinados en Europa para que recibieran aquí un trato especial. Y, además, Ajax no contrató seguros de vida en Europa durante las décadas anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Estimamos que hacer una revisión exhaustiva de nuestros archivos, por si aparecen una o dos de esas pólizas, conllevaría una extraordinaria carga económica para nuestros accionistas.

Un miembro de la Asamblea Legislativa se levantó para preguntarle si no era cierto que la compañía suiza Edelweiss Re era la actual propietaria de Ajax.

– Este comité desearía saber algo más sobre los seguros de vida de Edelweiss.

Janoff levantó la mano con un ejemplar de Ciento cincuenta años de vida y todavía en plena forma, la historia de la empresa que había escrito Amy Blount.

– Creo que este librito demostrará al comité que Edelweiss tan sólo era una pequeña compañía regional dentro del sector de los seguros de vida en Suiza durante la guerra. Hemos traído copias de él para todos los miembros de esta asamblea. Repito, por tanto, que su relación con clientes de Alemania o de otros países de Europa del Este sería mínima.

Surgió un pequeño alboroto cuando varios miembros de la cámara empezaron a hablar al mismo tiempo por sus micrófonos, pero entonces la conexión volvió a los estudios de Global, donde Murray Ryerson, que ocasionalmente se encargaba de los comentarios políticos, empezó a hablar.

– A última hora de la tarde el Comité de Seguros de la Asamblea Legislativa ha llevado a cabo la votación sobre la propuesta de proyecto de ley con la que, por once votos a favor y dos en contra, dicho proyecto ha sido desestimado. En represalia, Joseph Posner ha estado repartiendo panfletos, telefoneando y organizando manifestaciones en un intento de promover un boicot a nivel nacional de todos los servicios que ofrece la aseguradora Ajax. Es demasiado pronto para poder afirmar si su propuesta está teniendo éxito, pero nos han llegado ecos de que la familia Birnbaum continuará trabajando con Ajax para cubrir las indemnizaciones de sus trabajadores, cuyas primas para Ajax durante el presente año se calcula que ascienden a sesenta y tres millones de dólares. El concejal Louis Durham ha acogido el discurso de Janoff y la votación subsiguiente con criterio dispar.

Se nos ofreció un primer plano de Durham en el exterior del edificio de Ajax, enfundado en su chaqueta de excelente corte.

– Lo ideal sería que en este país hubiera compensaciones para los afroamericanos que han sido víctimas de la esclavitud. O, por lo menos, que las hubiera en este estado. Aunque apreciamos la sensibilidad mostrada por el señor Janoff en este tema al no permitir que los judíos monopolicen la discusión sobre las indemnizaciones en el estado de Illinois, ahora dirigiremos nuestra lucha hacia la consecución de indemnizaciones para las víctimas de la esclavitud directamente ante la Asamblea Legislativa y seguiremos luchando hasta alcanzar la victoria.

Cuando el presentador de las noticias, que estaba sentado junto a Murray en el estudio, apareció en pantalla diciendo «Y, pasando a otras noticias, los Cubs perdieron su decimotercer partido consecutivo hoy en Wringley», la secretaria de Janoff apagó el aparato.

– Son unas noticias estupendas. El señor Janoff estará encantado -dijo-. Cuando él y el señor Rossy salieron de Springfield todavía no se había llevado a cabo la votación. Chick, ¿puedes entrar en la Red y averiguar quiénes han votado a nuestro favor? Le llamaré al coche, porque se iba directamente desde Meigs a una cena.

Un hombre joven, de cara lozana, abandonó con gesto obediente la habitación.

– ¿Iba a cenar con el señor Rossy? -pregunté.

El resto de los presentes se volvieron y se quedaron mirándome como si viniera de Marte. La secretaria de Rossy, una mujer espectacular, con una melena oscura muy brillante y un traje azul marino hecho a medida, preguntó quién era yo y por qué quería saberlo. Me presenté y le dije que Rossy me había invitado a cenar a su casa aquella noche. Cuando me llevó hacia su mesa para mirar en la agenda, todos los presentes en la habitación comenzaron a cuchichear a nuestra espalda: si Rossy me había invitado a su casa, yo debía de ser alguien importante y necesitaban saber quién era.

La secretaria fue caminando muy rápidamente a lo largo del pasillo con sus zapatos de tacón altísimo. Ralph y yo seguimos su estela.

– Sí, señora Warshawski, recuerdo que el señor Rossy me pidió que averiguara su número de teléfono, pero no me dijo que la hubiera invitado a cenar. Bueno, no consta en mi agenda. ¿Quiere que hable con la señora Rossy? Ella es la que se ocupa de todo lo referente a su agenda personal.

Ya tenía la mano colocada sobre el aparato. Apretó una tecla de las que tienen los números grabados en la memoria, habló con brevedad con la señora Rossy y me dijo que, efectivamente, me esperaban a cenar.

– Suzanne -dijo Ralph cuando ella empezaba a recoger su mesa-, Bertrand se llevó la semana pasada un expediente para estudiarlo. Quisiéramos que nos lo devolviera. Hay una investigación en marcha sobre ese asunto.

Suzanne se fue taconeando al despacho de Rossy y volvió casi de inmediato con la carpeta de Sommers.

– Perdone, señor Devereux. Dejó un mensaje en la grabadora pidiéndome que se la devolviera pero, como decidió en el último minuto acompañar al señor Janoff a Springfield, con las prisas de arreglar su partida, se me había olvidado. También quería que le dijera a usted lo mucho que aprecia el trabajo que ha hecho Connie Ingram en este asunto.

Ralph soltó un gruñido carente de entusiasmo. No quería admitir que nadie dudara de las personas de su equipo, pero que yo hubiese encontrado el nombre de Connie en la agenda de Fepple, evidentemente, le tenía preocupado.

– Sé que Connie Ingram ha sido de inestimable ayuda para conseguir la copia de todos los documentos relacionados con este expediente -dije-. ¿Fue el señor Rossy quien le dijo que llamara a Fepple? Quiero decir al agente.

Suzanne levantó las cejas, perfectamente depiladas, como si se hubiera quedado estupefacta al oír que un simple peón intentaba sonsacarle los secretos de su jefe.

– Eso tendrá que preguntárselo al señor Rossy. Tal vez en la cena pueda hacerlo.

– Realmente, Vic… -dijo Ralph resoplando mientras íbamos de nuevo hacia su oficina-. ¿Qué estás tratando de sugerir? ¿Que Connie Ingram está involucrada en el asesinato del agente? ¿Que Rossy fue quien, de alguna manera, se lo ordenó? ¡Contrólate un poco!

Me puse a pensar en el rostro serio y redondo de Connie Ingram y tuve que admitir que no parecía ni una asesina ni la cómplice de un asesino.

– Quiero saber cómo llegó su nombre a la agenda de Fepple si no se citó con él ni fue ella misma a su oficina para introducir ese dato en el ordenador -dije manteniéndome en mis trece.