– ¿Te estás construyendo tu propia casa?
– Yo no diría tanto. No me puedo escapar de aquí como para emplear demasiado tiempo, pero tengo un par de tipos trabajando. Ya te llevaré para que puedas echarle un vistazo.
– Tal vez.
– ¿Qué te parece ahora mismo? -le preguntó Brady, mientras se levantaba y colocaba los platos en el fregadero.
– Oh, bueno… En realidad tengo que regresar a casa…
– ¿Para qué?
– Para practicar.
– Ya practicarás más tarde.
Era un desafió. Los dos lo sabían y lo comprendían. Los dos estaban decididos a demostrar que podían estar en la compañía del otro sin despertar viejos anhelos.
– Muy bien, pero te seguiré en mi coche. Así no tendrás que volver a traerme.
– De acuerdo.
Brady la agarró por el brazo y la acompañó al exterior. Cuando Vanessa se marchó del pueblo, él tenía un Chevrolet de segunda mano. En aquellos momentos, conducía un todoterreno. Después de conducir durante varios kilómetros, cuando llegaron a una empinada colina, Vanessa comprendió el porqué. El camino estaba lleno de baches y la grava salía disparada de debajo de las ruedas. Tras tomar una pronunciada curva, se detuvo en seco detrás de Brady.
El perro se acercaba corriendo a saludarlos. Efectivamente, la estructura de la casa estaba en pie. No parecía que Brady fuera a contentarse con una pequeña cabaña en medio del bosque. Era una casa enorme, de dos plantas. Las ventanas que estaban ya colocadas eran amplias, con arcos de medio punto en la parte superior. Desde ellas, se admiraría una majestuosa vista de las Blue Mountains. El terreno, cubierto de escombros, bajaba hasta un arroyo. Cuando todo estuviera acondicionado, resultaría espectacular.
– Es fabuloso -comentó ella-. Es un lugar magnífico.
– Eso pienso yo -admitió Brady. Agarró a Kong por el collar antes de que pudiera abalanzarse sobre Vanessa.
– No importa -afirmó ella. Entonces, se inclinó para acariciar la cabeza del animal-. Hola, amigo. Hola, grandullón. Aquí tienes mucho sitio para corretear, ¿verdad?
– Casi cinco hectáreas. Voy a dejar la mayor parte intacta -comentó Brady. Verla juguetear con su perro le hacía sentir una extraña sensación en el corazón.
– Me alegro. No me gustaría que tocaras los bosques. Casi se me había olvidado lo maravillosos que son. ¡Qué tranquilidad!
– Acompáñame. Te lo enseñaré todo.
– ¿Cuánto tiempo hace que compraste la tierra?
– Casi un año -contestó él mientras atravesaban el pequeño puente de madera que cruzaba el arroyo-. Ten cuidado. Todo está muy sucio -añadió, tras mirar los elegantes zapatos italianos que ella llevaba puestos-. Espera.
La tomó en brazos y la ayudó a superar los montones de escombros. Vanessa sintió la fuerza de los músculos de Brady y él la firmeza de las piernas de ella.
– No tenías que… -dijo ella, justo cuando él la dejaba de nuevo en el suelo, delante de una puerta-. Sigues siendo un poco chulo, ¿verdad?
– Por supuesto.
Ya en el interior de la casa, vio el esqueleto de lo que ésta iba a ser. Había herramientas y máquinas por todas partes. En la pared norte, ya estaba construida una enorme chimenea. Unas escaleras temporales conducían a la planta superior.
– Este es el salón -explicó él-. Yo quería tener mucha luz. La cocina está ahí.
Indicó un generoso espacio que salía de la habitación en la que se encontraban. Había una ventana por encima del fregadero que daba hacia los bosques. Una cocina y un frigorífico estaban colocados entre las en-cimeras sin terminar.
– La puerta será un arco, para seguir la línea de las ventanas. Y otro arco dará al comedor.
– Parece un proyecto muy ambicioso.
– Sólo tengo intención de construirme mi casa una vez -dijo. Le agarró la mano y le mostró el resto de la planta-. Este es el cuarto de baño. Tu madre me encontró un estupendo lavabo de porcelana. Esta habitación es una especie de leonera, supongo. Libros, mi equipo de música… Por cierto, ¿te acuerdas de Josh McKenna?
– Claro. Era tu amigo.
– Ahora es socio de una firma de construcción. Está realizando todas estas estanterías de obra él solo.
– ¿Josh? -preguntó Vanessa, atónita. Eran preciosas.
– También diseñó los armarios de la cocina. Van a ser algo especial. Ahora, vamos arriba. La escalera es algo estrecha, pero es muy resistente.
Mientras subían, Vanessa vio que había más arcos y ventanas por todas partes. La habitación principal incluía un enorme cuarto de baño con una magnífica bañera. Aunque sólo había un colchón y una cómoda en el dormitorio, el cuarto de baño sí estaba terminado. Vanessa pasó de pisar cemento para hacerlo sobre un hermoso pavimento de cerámica.
Brady había elegido colores pasteles, con un ocasional toque de color. La enorme bañera estaba rodeada por una línea de azulejos que daba paso a un enorme ventanal. Vanessa se imaginó dándose un baño allí, con aquella hermosa vista de los bosques.
– Lo has pensado todo -comentó.
– Cuando decidí construir esta casa, decidí hacerlo bien -dijo él mientras avanzaban por el pasillo-. Hay dos dormitorios más y otro cuarto de baño. También estoy pensando poner mi despacho aquí arriba.
Todo era como de cuento de hadas. Los enormes ventanales que había por todas partes ofrecían hermosas vistas de los bosques y de las montañas.
– Si yo viviera aquí, me sentiría como Rapunzel.
– Tienes el cabello del color equivocado -dijo Brady, tomando un mechón-. Me alegro de que no lo lleves corto. Yo soñaba con este cabello… Contigo. Durante años después de que te marcharas, no hacía más que soñar contigo. Nunca pude entenderlo -confesó.
Vanessa se dio la vuelta rápidamente y se dirigió a una de las ventanas.
– ¿Cuándo crees que tendrás terminada la casa?
– Esperamos que para septiembre -contestó él. Frunció el ceño. No había pensado en Vanessa cuando diseñó la casa, ni cuando escogió los azulejos ni los colores. ¿Por qué le parecía entonces al verla allí que la casa la había estado esperando a ella?-.Van…
– Sí -dijo ella, sin volverse. Sentía un nudo en el estómago. Al ver que él no decía nada más, se dio la vuelta y sonrió-. Es un lugar fabuloso, Brady. Me alegro de que me lo hayas mostrado. Espero poder verlo cuando lo hayas terminado.
No iba a preguntarle si pensaba quedarse. No quena saberlo. No debía importarle. Sin embargo, sabía que había muchas conversaciones inacabadas entre ellos, conversaciones que debían tener lugar al menos para su propia tranquilidad.
Se acercó a ella lentamente. Vio que ella se tensaba al verle dar el primer paso. Si hubiera tenido sitio, habría dado un paso atrás.
– No… -susurró ella, cuando Brady le agarró los brazos.
– Esto va a dolerme tanto como te va a doler a ti.
Le rozó suavemente los labios con los suyos. Sintió que ella se estremecía. Sólo aquel breve contacto le hacía arder de deseo. Volvió a besarla, demorándose unos segundos más. Aquella vez, oyó que ella gemía. Brady levantó los brazos para enmarcarle el rostro y, cuando volvió a adueñarse de sus labios, las vacilaciones se desvanecieron.
Vanessa maldijo a Brady por el placer que sintió, un placer sin el que había vivido durante mucho tiempo. Ansiosa, lo estrechó contra su cuerpo y se dejó llevar. Ya no estaba besando a un muchacho, por muy hábil y apasionado que aquel muchacho hubiera sido. Ya no estaba besando a un recuerdo, por muy nítido que éste hubiera sido. En aquellos momentos, tenía a un hombre entre sus brazos. Un hombre fuerte y lleno de deseo que la conocía demasiado bien.
Cuando Vanessa separó los labios, supo perfectamente cómo sabría Brady. Cuando le agarró los hombros con fuerza, supo perfectamente cómo sería la firmeza de aquellos músculos. Con la suave luz que entraba a través de los cristales, se sintió completamente atrapada entre el pasado y el presente.