Выбрать главу

– Por culpa de un guisado de atún.

– No, no por culpa de un guisado de atún, sino porque no sabía si podía ser esposa y mujer, madre y pianista a la vez. No había encontrado mi propia definición de cada uno de esos términos. En realidad, no había tenido oportunidad de ser ninguno de ellos.

– Ya eras mujer y pianista.

– Era la hija de mi padre. Antes de regresar aquí, nunca había sido ninguna otra cosa -afirmó ella. Se dejó caer al lado de Brady-. Tocaba cuando me lo pedían, Brady. Tocaba la música que él quería, cuando él lo deseaba. Sentía lo que él quería que yo sintiera. No puedo culpar a mi padre por eso. Ciertamente no deseo hacerlo, y mucho menos ahora. Tenías razón cuando me dijiste que yo nunca había discutido con él. Fue culpa mía. Si lo hubiera hecho, las cosas podrían haber cambiado. Ahora ya nunca lo sabré…

– Van…

– No, por favor, déjame acabar. Me he pasado mucho tiempo tratando de comprender lo ocurrido. El hecho de regresar aquí fue lo primero que hice por decisión propia en doce años e incluso entonces no regresé porque así lo deseara. Tenía muchos asuntos por terminar aquí. No se suponía que tú serías una parte de todo eso, pero lo eres, y eso me confundió aún más. Te deseaba tanto… Aun cuando estaba enfadada, cuando sufría, te deseaba. Tal vez aquello era parte del problema. Cerca de ti, no podía pensar con claridad. Supongo que nunca he podido hacerlo. Comprendí que todo se había escapado fuera de mi control muy rápidamente cuando me hablaste de matrimonio, que no era suficiente con desear. Con tomar lo que quería…

– No sólo estabas tomando lo que querías…

– Espero que no. No quería hacerte daño. Nunca lo quise. Tal vez, en cierto modo, me esforcé demasiado por no herirte. Sabía que tú te disgustarías cuando supieras que me iba a Cordina a actuar en un concierto.

– Yo nunca te pediría que dejaras tu música ni tu carrera. Van.

– Lo sé, pero temía que yo decidiera dejarlo todo sólo por agradarte -dijo ella. Se levantó para colocarse bajo el sol. Él la siguió-. Si lo hubiera hecho, yo no sería nada. Nada, Brady.

– Adoro lo que eres. Van -susurró él. La tomó suavemente por el hombro-. El resto son sólo detalles.

– No. Hasta que no volví a marcharme no empecé a ver de lo que me estaba alejando y adonde me dirigía. Toda mi vida había hecho lo que me habían dicho. Se tomaban las decisiones en mi nombre. Yo nunca podía decidir nada. Aquella vez, fui yo la que decidí. Elegí ir a Cordina. Elegí actuar. Cuando estaba preparada para salir al escenario, esperé que el miedo se apoderara de mí. Esperé que se me encogiera el estómago y que empezara a sudar. No ocurrió nada -musitó ella. Tenía lágrimas en los ojos-. Me sentía estupendamente. Estupendamente. Quería salir al escenario y colocarme bajo los focos. Quería tocar y que me escucharan miles de personas. Yo lo deseaba. Eso lo cambió todo.

– Me alegro mucho por ti -afirmó él. Le acarició suavemente los brazos y dio un paso atrás-. De verdad. Estaba preocupado.

– Fue glorioso. Comprendí que nunca había tocado mejor. Tenía tal… libertad. Sé que podría regresar a todos los escenarios, a todas las salas de concierto y tocar así de nuevo. Lo sé -repitió. Miraba muy fijamente a los ojos de Brady.

– Me alegro mucho por ti -reiteró él-. No me gustaba pensar que estabas tocando sometida al estrés. Nunca habría permitido que volvieras a caer enferma, Van, pero hablaba en serio cuando te dije que no te estaba pidiendo que dejaras tu carrera.

– Me alegro de escuchar eso.

– Maldita sea, Van. Quiero saber que regresarás conmigo. Sé que una casa en los bosques no puede compararse con París o Londres, pero deseo que me digas que regresarás al final de tus giras. Que cuando estés aquí, tendremos una vida y una familia juntos. Quiero que me pidas que te acompañe siempre que me sea posible.

– Te lo prometería, pero…

– Esta vez no hay peros… -repuso él. La ira había vuelto a despertarse.

– Pero… -repitió Vanessa, con ojos desafiantes-… no voy a volver a ir de gira.

– Acabas de decir…

– Acabo de decir que podría regresar y lo haré. De vez en cuando, si algún acontecimiento en particular me atrae y puedo encajarlo con comodidad con el resto de mi vida. Deseo saber que puedo actuar cuando quiera y cuando me apetezca. Eso es muy importante para mí -le aseguró-. De hecho, no es sólo importante, Brady. Es como si, de repente, me hubiera dado cuenta de que soy una persona real, la persona que no he tenido la oportunidad de ser desde que cumplí los dieciséis años. Antes de subir al escenario de Cordina esta última vez, me miré al espejo y supe quién era. Me gustó la persona que yo era. Por eso, en vez de sentir miedo cuando salí bajo los focos, sólo hubo gozo.

– Pero has regresado…

– Yo he decidido regresar -susurró ella. Le tomó la mano y le apretó suavemente los dedos-. Necesitaba regresar. Habrá otros conciertos, Brady, pero deseo componer, grabar mis composiciones y sinfonías y, por mucho que me sorprenda este hecho, deseo dar clases. Aquí puedo hacer todas esas cosas, especialmente si alguien estuviera dispuesto a añadir un estudio de grabación a la casa que está construyendo.

Brady cerró los ojos y se llevó la mano de Vanessa a los labios.

– Estaré encantado de hacerlo.

– Además, deseo también volver a conocer a mi madre… y aprender a cocinar, aunque no tan bien que tú dependas de mis platos -afirmó. Brady abrió los ojos y la miró-. He decidido regresar aquí para estar contigo. Lo único que no he elegido ha sido amarte -añadió, con una sonrisa. Le enmarcó el rostro entre las manos-. Eso simplemente ocurrió, pero puedo vivir con ello. Y puedes estar seguro de que te amo, Brady, mucho más que ayer.

Vanessa lo besó dulcemente. Comprendió que, efectivamente, lo amaba más que ayer. Su amor era más rico, más profundo, aunque con toda la energía y la esperanza de la adolescencia.

– Pídemelo otra vez -susurró-. Por favor…

– ¿Que te pida qué? -preguntó él. Le costaba separarse de ella, aunque sólo fuera para poder mirarla a los ojos.

– Maldito seas, Brady.

Los labios de él comenzaron a esbozar una sonrisa.

– Hace unos pocos minutos, estaba furioso contigo.

– Lo sé -suspiró Vanessa, llena de satisfacción.

– Te amo, Van…

– Yo también te amo a ti. Ahora, pídemelo.

– Esta vez, me gustaría hacerlo bien, pero no tengo música ni luces tenues…

– Nos pondremos a la sombra y yo canturrearé una canción.

– ¡Vaya! Veo que estás deseando -comentó Brady, riendo. Entonces, volvió a besarla-. Sigo sin tener anillo.

– Eso sí lo tienes -replicó Vanessa. Había ido a buscarlo completamente preparada. Se metió la mano en el bolsillo y sacó un anillo de oro con una pequeña esmeralda. Observó cómo cambiaba el rostro de Brady cuando lo reconoció.

– Lo has tenido guardado -murmuró. La miró a los ojos y, de repente, sintió que todo lo que estaba sintiendo en aquellos momentos doblaba de repente su intensidad.

– Siempre -dijo ella. Se lo colocó en la palma de la mano-. Funcionó en el pasado. ¿Por qué no vuelves a intentarlo?

Le temblaba la mano como nunca le había temblado. La miró y vio que en los ojos de Vanessa se reflejaba la promesa de unos sentimientos que duraban ya más de una década y que, a la vez, eran completamente nuevos.

– ¿Quieres casarte conmigo, Van?

– Sí -respondió ella riendo y conteniendo las lágrimas al mismo tiempo-. Claro que sí.

Brady le colocó el anillo en el dedo. Aún le servía.

***